He defendido en diversos lugares el deber moral de ser inteligente (aunque no tengo mucha esperanza de haberlo hecho con éxito). Me encontré por primera con la formulación explícita de este deber en un ensayo de Lionel Trilling, quien, a su vez, la había heredado de su maestro, John
Erskine, fundador de la Universidad de Columbia, que escribió en 1914 un libro titulado The moral
obligation to be intelligent. De uno a otro iba yo para intentar dar sustento teórico a este deber cuando di con un gran texto de la gran Concepción Arenal, La instrucción del pueblo, que es de 1881, es decir, 31 años anterior al libro de Erskine.
Permanecer voluntariamente en un estado de letargo
intelectual, escribe Concepción Arenal- es “mutilar la existencia” y “consumar una especie de suicidio
espiritual”. “El niño cuyos padres no pueden instruirle es, en cierta manera huérfano;
tiene lo que podría llamarse orfandad
intelectual". “El deber de instruirse -continúa- no brota espontáneamente de la
conciencia". “El deber no parece obligatorio sino al que sabe ya”
¿Cómo ha de parecer buena una cosa de la que no se tiene más
idea que el trabajo que cuesta adquirirla? El ignorante se encuentra muy cómodamente instalado en la ignorancia.
¿Puede haber derecho a la ignorancia?, se pregunta.
Hombre… -me contesto yo- si defendemos el derecho de cada uno a hacer con el propio cuerpo lo que se le antoje, por qué no deberíamos defender lo mismo de nuestra inteligencia?
Como Concepción Arenal es menos cínica que yo, no se le ocurre pensar que pueda proclamarse un derecho a la ignorancia. Tenemos, dice, el deber de cultivar la inteligencia, que lleva consigo el derecho a la instrucción, porque no hay deberes imposibles. El argumento central que encuentra para fundamentar el deber moral de ser inteligente me parece tan sencillo como contundente: El hombre necesita entendimiento porque ya tiene voluntad. En consecuencia, la ignorancia voluntaria es una inmoralidad.
Precisamente porque la voluntad está presente en el niño, éste tiene derecho a que se le ponga en condiciones de querer racionalmente.
Concluye Concepción Arenal su razonamiento con una idea que, sin duda, suscribiría Hannah Arendt: La ignorancia hay que combatirla todos los días, porque renace con cada niño que llega al mundo. Esta es la condición humana: morimos sabiendo cosas y nacemos en la más completa ignorancia.
Qué hermosa entrada, a lo peor no se lo cree, pero hasta me ha emocionado encontrar el argumento de Concepción Arenal.
ResponderEliminarEl problema, es que ese "volo" hoy en día se confunde con el me apetece, el "me gusta", ni sé cómo nombrarlo, no hay una voluntad con argumentos racionales y emocionales, del intelecto humano, para entendernos, no hay una asunción de lo que significa querer "lo que sea"... supongo que es por la facilidad con que nos llevamos el pan al estómago, cualquiera sabe, pero en todo caso es directamente proporcional al nivel de molicie, y de ahí a la ignorancia es que no hay ni paso, es que esta ignorancia es aún peor que la "normal" ignorancia.
Fíjese si es algo que me preocupa, que llevo años intentando dar con un término que me defina ese tipo de ignorancia, la consentida por el propio individuo, y no lo encuentro.
En todo caso, se lo repito, hermosísima entrada.
Gracias y un saludo.
P.D. Estoy de acuerdo con Concepción Arenal: no hay derecho humano a permanecer en la ignorancia, porque ese derecho negaría la propia esencia de la especie a la que defiende cualquier derecho humano. No entro ya ni en la cuestión correspondencia derecho/deberes.
La ignorancia satisfecha nos permite ser máquinas deseantes, alcanzando así el grado cero de la humanidad. Algunos lo llaman utopía.
ResponderEliminarPues ya podrían invertir la energía desarrollada en ese esfuerzo "sobrehumano" que les permite conseguir conclusión tan dislocada en dejar de ser ignorantes... Me permito "discutirle" porque creo atisbar su guiño: es el conocimiento el que nos permite continuar siempre anhelantes de más conocimiento, lo único que nos ofrece la capacidad para detectar lo apenas nada nadísima que sabemos, lo único que nos hace permanecer siempre insatisfechos, por tanto, siempre deseantes.
EliminarEsa aseveración es el principio básico y erróneo de todo utópico-distópico, muy de moda ahora, pero que nada más que se dedicaran a contar con los dedos de la mano (menudo esfuerzo, se les quiebra la columna) las "décadas" que hace que se "inventó", se darían cuenta de que sólo hacen practicar intelectualismo al más puro estilo Kitsch...
Tengo la sensación de que hasta en el plano estrictamente intelectual, pensante, vivimos una época manierista... artísticamente suelen ser las épocas básicas más ricas, más favorecedoras, dan sus frutos, pero mentalmente tengo la sensación de que provocan la atrofia neuronal, y eso sí que me hace presuponer una distopía, y de las gordas-gordas sin solución posible.
Pues yo pienso que lo que hay es mucho caradura y poca vergüenza. Ser ignorante, hoy ya y en nuestros días, es ser un vago. Yo no me "atrevo" a preguntar y encambio suelo dar explicaciones de todo... como un profesor aficionado y nostálgico de la clase a la que iba de pequeño/joven. Ya lo he dicho: Poca vergüenza es lo que hay.
ResponderEliminarPuritito kantismo.
ResponderEliminarGran entrada y grande Dña. Concepción.
ResponderEliminarNo obstante quisiera hacer dos observaciones que no afectan a la regla que da título que comparto.
1. El deber de cultivar la inteligencia no conlleva el derecho a la instrucción, del mismo modo que el deber de educar a un hijo no conlleva el derecho a tenerlo.
2. no es lo mismo el deber moral que el legal. Y en este asunto en concreto lo cierto es que cualquiera, si realmente se empeña en ello, debe tener el "derecho" legal a permanecer ignorante toda su vida sin miedo a ninguna sanción que no sea el reproche moral.
Encuentro que está incorrectamente expresado en la forma anterior el punto 1, que en realidad debe derivarse del 2.
ResponderEliminarLo corrijo y queda así:
1. No es lo mismo el deber moral que el legal. Y en este asunto en concreto lo cierto es que cualquiera, si realmente se empeña en ello, debe tener el "derecho" legal a permanecer ignorante toda su vida sin miedo a ninguna sanción que no sea el reproche moral.
2. El deber moral de cultivar la inteligencia no conlleva el derecho legal a la instrucción.
A propósito del finado Gore Vidal, tábano socrático de la sociedad occidental, que llevó al extremo el deber moral de ser inteligente; él estuvo siempre en contra de contemplar un derecho a la ignorancia, y en la Norteamerica puritana y liberalísima contra la que, con denuedo, polemizó hasta el fin de sus días, los derechos individuales han llegado a tal extremo que las tabacaleras se tiran de los pelos cuando un enfermo de cáncer los acusa de ser los culpables de los paquetes que se ha fumado. En efecto, que cada uno haga con su cuerpo lo que quiera, incluyendo el cerebro, pero que no venga luego a pedir cuentas, por favor. Concepción Arenal, impecable, también el rondeño Giner de los Ríos predicó estas ideas que hoy en día, denostadas, corren peligro de desaparecer.
ResponderEliminarGracias Gregorio, por recordarlas, nunca estará de más.
Salud
Manuel
"Nacemos sabiendo cosas y morimos en la más completas ignorancia"...ésto también tiene su puntillo
ResponderEliminarVuelvo con Ortega y Gasset. Estamos en el tiempo del "hombre masa", ese que sabiéndose ignorante se atreve a juzgarlo todo y a decidir sobre todo, sintiendo como un derecho lo que sólo con el esfuerzo de siglos le ha sido otorgado.
ResponderEliminarAndo un tanto rezagada con tu blog últimamente, Gregorio. Y añado: http://2.bp.blogspot.com/--Hj8NlJbtnY/UBDE9zgTiPI/AAAAAAAACsI/zwa6UUFlVvU/s1600/calvinhobbes.jpeg
ResponderEliminarEfectivamente, doña Lourdes.
EliminarPor cierto, la echaba en falta.
(Atlas publicó en The New Yorker un largo ensayo contando pormenores de su relación con Bellow mientras investigaba material para su libro), Bellow le dijo:
ResponderEliminarDéjame que te cuente una historia... A un hombre sabio le hacen la siguiente pregunta: '¿Cuál es la diferencia entre la ignorancia y la indiferencia?' y el hombre sabio responde: 'No sé y no me importa'.
http://letraslibres.com/sites/default/files/pdfs_articulospdf_art_10553_7952.pdf
Estas cosas, claro, se las pueden permitir los hombres sabios y posiblemente también los dioses.
EliminarSi bien se mira podría ser el único deber moral:
ResponderEliminar-¿Eres inteligente?
-¡Oh sí!
- Muy bien:aplícate a serlo.
¡Eso es!
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