sábado, 18 de agosto de 2012

Plácido María Gil Imirizaldu

Los que frecuentáis este Café de Ocata ya estáis al tanto de que ando enfrascado en la lectura apasionada de memorias de la guerra civil española. Mi proyecto, que no sé si acabará tomando alguna forma concreta, porque cada día me pierdo un poco más en los detalles y recodos, es el de escribir alguna cosa sobre nuestra guerra presentándola como un conflicto entre dos formas de teología política enfrentadas a muerte. Lo que realmente hermanaba a los dos bandos era una fe desmedida que los empujaba a sacarse los ojos entre sí. En cada relato biográfico encuentro mil ejemplos de cómo la fe se mantenía mayoritariamente intacta en las trincheras (la retaguardia es otra cosa) a pesar de los pies helados en invierno, la sed abrasadora en verano, la cabeza del amigo explotando sobre tu hombro y los piojos, perennes. En cada caso, los buenos son los propios; los malos, los ajenos y la de "madre" la última palabra del moribundo. En cada bando, los mismos funerales, con liturgias paralelas, supremos sacerdotes y promesas de un más allá luminoso mientras el cadáver del héroe es depositado en la fosa del olvido.

En una guerra civil lo único ateo son las balas.

Hasta el día de hoy, las memorias que más me han impresionado, hasta la emoción, son las de un fraile benedictino, Plácido María Gil Imirizaldu, natural de Lumbier (Navarra). Tenía quince años cuando el día 22 de julio del 36, los milicianos anarquistas llegaron al monasterio de El Pueyo (Barbastro), donde estudiaba para fraile, y a punta de pistola llevaron a todos los residentes a una cárcel provisional de Barbastro. Gracias a su edad se libró de ser fusilado con los frailes. Los que quieran saber qué es tener fe, de verdad, en una causa, que lean las páginas en las que Plácido cuenta cómo los frailes cantaban mientras eran conducidos a la muerte, para desesperación de los anarquistas, que, al no comprender ni su alegría ni -aún menos- su ofrecimiento de perdón, por pocas los matan a culatazos antes de llegar al lugar de su martirio. Cuando la teología política compite con la simple teología, no puede sino descubrir, desconcertada, sus límites. Para la teología cristiana todos los sepulcros están vacíos.

Plácido -en realidad en esas fechas aún se llamaba Miguel- fue sometido a un grosero interrogatorio. El miliciano que le tomaba declaración, tras decirle que nunca más vería a los frailes, y que tenía "que olvidar todas las mentiras" que le habían enseñado, le dirigió su primera pregunta: "¿sabes lo que son las putas?" Era su manera de introducirlo en el racionalismo.

A principios de enero de 1939, Plácido, que vivía refugiado en una masía en el Pla d'Urgell, se encuentra con un grupo de carlistas del Tercio de Valvanera que iban camino de Barcelona. Come con ellos y en la despedida, el capitán del regimiento se interesa por las gentes de Cataluña. "Creo -le contesta- que os van a recibir en palmillas. Estoy en un pueblecito cerca, de unos seiscientos habitantes, muy rico en agricultura, y no creo que se hayan marchado más de dos personas. Os esperan todos. Respetad su lengua, pues los mayores no saben hablar castellano. La gente es muy buena. Destruyeron la iglesia, y no se puede tener ningún signo religioso. Ya veréis qué pronto lo restauran todo. Alguna chica me ha dicho que tiene mucho miedo a los moros".

En octubre de 2007 desde el Monasterio de Leyre, en Navarra, me comunicaron que el padre Plácido se encontraba muy mal de salud y que ya no salía de su celda. Fue lo último que supe de él.

16 comentarios:

  1. El padre Plácido murió en octubre de 2009 http://memoriametrica.blogspot.com.es/2009/10/recuerdo-de-leyre.html Curiosamente, yo estuve en Leyre en el verano de 2007, y es cierto que el monje estaba recluido en su celda, presa de penosos dolores. No insistí en visitarlo, y molestarlo, aunque había leído previamente su autobiografía, que me produjo la misma impresión que a usted.
    Saludos.

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    1. Descanse en paz.

      Era lógico que acabase sus días en Leyre, porque desde allí se barrunta Lumbier.

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  2. Entonces había dos teologías políticas y una teología a secas.Aunque una de las teologías políticas se enganchaba más o menos - como siempre ha sido - a la teología a secas.La otra, en cambio, aspiraba a ser teología política y teología a secas, todo en uno, por el viejo procedimiento de introducir el "escathon" en el tiempo, ahora infinito. Decía Borges que era imposible descubrir metáforas nuevas.Tampoco hay nada en la polis que no haya ocurrido mil y una veces.Eso, sí, cada una con su matiz, como el que hay entre gato y gato.La historia es una danza con figuras, y son siempre las mismas y la misma danza.Pero, como pasa con el fútbol, p.e., ningún partido es idéntico a otro.Pero las reglas y los elementos de los equipos nunca cambian.

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    1. La peor fe, Dhavar, la más ciega, es la que no se reconoce como tal. Es más honesto intelectualmente saber que hay cosas que creemos sin ver que pensarnos clarividentes.

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  3. Vi al padre Plácido hace bastantes años, pero en Barbastro. No hablé con él, sí con otro fraile que nos enseñó el convento y las pertenencias que quedaban de los mártires.

    En todo caso no sé si hablar de "teologías" equiparando la religiosa a la política no puede confundir más que aclarar. No veo que sea asimilable quien da su vida perdonando a sus asesinos que quien en nombre del ideal que sea pretende "purificar" el mundo llevándose por delante a todo aquel que no encaje en su esquema.

    Ya imagino que no apunta a esa equiparación, pero quizá habría otros términos más clarificadores.

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    1. Sí, entiendo perfectamente los límites, pero también tiene sus ventajas. El concepto de "teología política" tiene su precedente en Spinoza. Mi idea es que,en sentido general, podemos llamar Dios al principio no hipotético en el que depositamos nuestra fe. Como todos tenemos algún principio de este tipo, las polémícas entre teísmo y ateísmo pueden ser sustituidas por las polémicas entre diferentes formas de teísmo. Y es aquí, precisamente, donde me parece que Jerusalén se muestra superior a Atenas por una sencilla razón: Jerusalén tiene más claros que Atenas la dificultad de mantener la fe.

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    2. Creo que en este punto estoy de acuerdo con Rafael; quizás el término usado por Carl Schmitt, el de "teología política", sea una analogía que permita comprender algunas cosas, pero, como toda analogía, sólo lo será siempre que se contemple su carácter analógico, es decir, poético y metafórico. El riesgo es, quizás, hacer de la metáfora una categoría en la que se difuminen todas las diferencias que pueden advertirse en los fenómenos a los que se refieren. Para mi gusto, eso ocurre si entendemos sin más las ideologías políticas como teologías seculares, ya que corremos el riesgo de hacer desaparecer las diferencias abismales entre lo religioso y lo político, es decir, corremos el peligro de anegar en un género común fenómenos específicos, diversos y diferenciados y, por lo tanto, negarnos la comprensión tanto de lo religioso como de lo político.
      Al respecto hay una muy interesante discusión que quizás conozca usted, D. Gregorio, y que mantuvieron al respecto Hannah Arendt y Eric Voegelin (está publicada en alguna de las recopilaciones de ensayos de Arendt) en la que me parece se muestran con gran amplitud las virtudes y defectos de asimilar las ideologías al papel de teologías seculares.

      Un abrazo

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    3. Borja, confianza por confianza:
      - Yo no veo nada claro que sean fenómenos políticos heterogéneos lo religioso y lo político. Entiendo que desde el cristianismo (que es la única religión con teología) sea difícil aceptar ésto, pero animo a pensar su supuesta diferencia desde el Islam o desde el judaísmo.
      - Animo también a restar de las virtudes religiosas las que son estrictamente hablando virtudes políticas (virtudes relacionadas con la vida en común) y ver si lo que queda no tiene más que ver con la teoría que con la estricta religión.
      - La diferencia notable no hay que buscarla entre religión y política, sino entre práctica y teoría.
      - La práctica, en cualquiera de sus campos, tiene que ver con la administración de la prudencia; la teoría no puede ser prudente. Cosa distinta es que la expresión pública de la teoría nos obligue a ser prudentes.

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    4. Posiblemente ya lo conozca, pero en todo caso le ofrezco una cita muy en sintonía con su idea de "teología política", por si le puede ser útil:

      "La Revolución francesa no ha inventado el Terror, que representaba el arma absoluta en el tiempo de las guerras de religión y de las matanzas consumadas para mayor gloria del Dios de los ejércitos. La Revolución francesa ha laicizado la pasión religiosa, transfiriéndola del orden eclesiástico al orden político. La fuerza desnuda viene en socorro de una razón inoperante; la violencia se convierte en un fin en sí mismo; a aquellos a los que no se puede cambiar, hay que matarlos, en el frenesí escatológico de una exigencia de ortodoxia totalitaria y de pureza doctrinal. La existencia misma del otro, del diferente, es una ofensa a la verdad. El Otro es el mal; el infierno es el otro." G. Gusdorf, Les sciences humaines et la pensée occidentale. VIII. La consciente révolutionnaire, les idéologues, París, Payot, 1978

      Un cordial saludo.

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    5. Efectivamente. De ahí que Trotsky defendiera el terror revolucionario. Guste reconocerlo o no, las revoluciones modernas han matado mucho más que la Inquisición. Siendo al Inquisición aborrecible, poco más se puede añadir.

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  4. Tiene usted razón en su referencia al cristianismo; utilicé de modo general el término "religión", cuando me había situado en el terreno del cristianismo. Quizás po0r ser una religión tan rara es por lo que se dé la separación entre lo religioso y lo político que en otras religiones no se da. La cuestión está, entonces, en si en el ámbito del mundo cristiano no se emergió una brecha entre política y religión que hace al menos problemático el paso de lo teológico a lo político y, en cierta manera, prohíbe la coyunda de los términos "teología" y "política". Estoy pensando en la constitución de lo político como esfera propia que encontramos, por ejemplo, en Maquiavelo, que precisamente busca la distinción estricta entre las virtudes religiosas o morales y lo que sean las virtudes políticas.
    Confieso que es un tema que me interesa mucho, pero también que, como tantas cosas, siento me queda demasiado grande como para estar seguro de cualquier cosa. ¡Perdóneme la osadía!

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    1. Amigo, en filosofía o somos osados (y al mismo tiempo humildes para reconocer los callejones sin salida a los que con frecuencia nos conduce nuestra osadía) o caemos en el vicio de la polimathía.
      El cristianismo es, sin duda, la religión más extraña. "Nuestro 'politeuma' está en el cielo", dice San Pablo. Hay en él una reticencia específica y de carácter personal hacia lo político que, posiblemente, se encuentre en el origen del liberalismo. Pero incluso en este caso, el individuo sólo es individuo cuando es reconocido como tal por su comunidad. Esto nos lleva, como es fácil de ver, muy lejos, puesto que una comunidad que reconoce la diferencia individual tiene una singular -y problemática- fe en sí misma. Han sido las sociedades cristianas las que más han apartado la religión del espacio público mientras intentaban apropiarse de los principios cristianos, el de fraternidad, en primer lugar. Las apelaciones a los derechos del hombre se hacen con frecuencia con un tono dogmático, que no necesita justificación, sino fe ciega. La misma fe ciega que pedía Santo Tomás para la sindéresis.
      Perdone lo confuso de la exposición, pero creo que usted me entenderá perfectamente.

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  5. Dice José de Arteche en su libro Los abrazos de los muertos, otro interesante libro de memorias de la guerra civil, este pensamiento, intuición genial desde mi punto de vista, y muy certera, que define muy bien, no sólo el sentimiento de una persona de profundas convicciones católicas, sino la visión también de un hombre político. Creo que la singularidad del pensamiento cristiano se expresa aquí con meridiana claridad.

    Posición San Bernabé, 20 de Marzo.- Cuando los hombres se alejan de nosotros, Dios se nos acerca.

    Salud y muchas gracias por este debate sobre religión y política.

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  6. No conozco el libro de Arteche. Me lo apunto. Gracias.

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  7. Creo que éste -como tantos escritos suyos- son mucho más profundos que un "debate sobre religión y política". Escribir bien es difícil, y usted sabe escribir muy bien. Y sabe describir, y nos sorprende cada día con su inquietud intelectual y vital y con su erudición desprovista de pedantería. Pero lo que más aprecio de sus escritos es su capacidad de conmover. No hay rastro de sensiblería en sus escritos y sí, en cambio, la gracia de transmitir humanidad. Prueba de que la sabiduría no puede ser completa sin compasión.

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    1. Gracias. Efectivamente, los judíos nos lo han enseñando: la sabiduría es incompleta sin compasión.

      Mil gracias.

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