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domingo, 5 de septiembre de 2010

Tarde o temprano tenía que pasar

Pablito era un niño muy, muy curioso que andaba por aquí y por allí, sin parar quieto, hurgando por donde más peligro corría. Su padre juiciosamente no paraba de advertirle: "¡Cuidado Pablito, no te vayas a caer en el bolso de mamá!", cosa que a mamá la sacaba de sus casillas, porque a su parecer era un comentario machista y además ella sólo lleva en el bolso lo imprescindible. Pero hace una semana, en un descuido de sus papás, Pablito abrió el bolso de mamá. Primero asomó la cabeza, después alargó la manita hacia el misterio, se puso de puntillas para alcanzar algo que le llamaba la atención... ¡Y catapún, Pablito perdió el equilibrio y se cayó adentro!. Los familiares y vecinos llevan ya una semana haciendo batidas por el interior del bolso, sin encontrarlo. La alternativa de vaciarlo está, claro, ahí... pero como último recurso.




11 comentarios:

  1. Anónimo: Ya lo decía Freud: a veces un puro es sólo un puro.

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  2. o sea, que no le demos más vueltas al asunto, verdad?

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  3. ¡Pero si está claro! El niño se ha caído dentro del bolso de mamá. Además, es que se veía venir.

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  4. Bueno, pues, moraleja: "Cave non cadas" (Cuidate de no caer)

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  5. En una ocasión me sucedió algo parecido, don Gregorio. Estuve ahí dentro tres días. Por fortuna encontré dos peras, un plátano y un bocadillo de salami, así que hambre no pasé demasiada. Al final, encontré un móvil y pude comunicarme con el exterior para que vinieran a rescatarme.

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  6. Ya sabía yo que no estaba solo en el mundo!!!

    Quizás la moraleja más adecuada para este caso nos la proporciones don Pedro Calderón de la Barca con unos versicos suyos que nos vienen como anillo al dedo:

    "Con cuyo raro suceso
    sacando la moraleja
    quede al mundo por ejemplo
    que huvo una vez en el mundo
    mujer, amor y secreto".

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  7. Para no saber ni siquiera lo que es el Yo, se pasa usted la vida citando a Freud, ¿eh? Bien, bien.

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  8. A temprana edad me caí dentro de un libro que a su vez me precipitó en el interior de un bolso henchido de irrevelados deseos infantiles. Ayudó a formatear mi paladar y mi cerebro de tal manera que no he querido salir nunca del todo de ese cálido marsupio.
    Si alguien más se quiere sumergir:
    "El Bolso Amarillo", de Lygia Bojunga Nunes.

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