Buscar este blog

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Filosofía terapéutica

Lluis Duch, que a mi parecer es el intelectual más consistente que hay hoy en Cataluña, sostiene con argumentos de peso que estamos entrando en una nueva gnosis. El gnosticismo es  el estado  que  caracteriza a las culturas agotadas en su búsqueda de amparo. Una vez que han perdido la fe en sí mismas, relegan en los individuos el hallazgo (más que búsqueda) de respuestas que los blinden contra aquello de lo que siempre hay que huir: la naturaleza. Los  individuos, derrumbada su fe en las instituciones tradicionales de acogida, se encuentran solos y como la soledad es una condición demasiado inhóspita, y demasiado próxima a la naturaleza, buscan entretener su existencia con ideologías que la sustenten y la decoren convenientemente, es decir, con mentiras piadosas verosímiles en su oferta de valor. Son éstas las épocas propicias para todo tipo de cultos raros. Yo ya les he contado a ustedes alguna vez que tengo a unas buenas gentes, aquí en Ocata,  persiguiéndome para que practique con ellas la oración cuántica.

En estas épocas no faltan filósofos que acuden solícitos a  atender las demandas individuales de  abrigo con todo tipo de filosofías terapéuticas. Se desarrollan así filosofías bonitas (las más famosas  de las cuales han sido son las helenísticas) que tienen mucho éxito a lo largo de los siglos. En nuestros días una de las filósofas terapeutas de más renombre es Marta Nussbaum, a quien en La Vanguardia le han dedicado la portada y dos extensos artículos hagiográficos de su suplemento cultural.  En la portada del suplemento se lee con grandes letras que Nussbaum "entiende la filosofía como un arte comprometido en la lucha contra la desdicha".

Que haya filósofos consoladores es algo que me admira profundamente. Se suponen que han alcanzado el final del trayecto filosófico y han regresado a la caverna con respuestas adecuadas. Es decir, saben que la sabiduría es salutífera y se sienten capaces de administrarla en cómodas dosis a los enfermos del alma. 

¿Pero qué clase de filosofía puede ser aquella que está tan segura de sí misma como para saberse portadora de consuelo?

En la historia de la filosofía sólo conozco a un filósofo que ha  asumido este papel  de forma no hipócrita. Se trata de Lucrecio. Supo perfectamente que su filosofía podía administrarse como un  fármaco, pero no de la sabiduría, sino del olvido. Pero aquellos capaces de afrontar la verdad pueden apurar la copa de su singular epicureísmo sin necesidad de endulzar sus borden con miel para hacer su contenido más soportable. Lucrecio sabe que la verdad es que no hay murallas suficiente fuertes en el mundo para detener la oscuridad, que es nuestro destino. Mientras tanto, si alguna medicina es eficaz, es la de la poesía.

16 comentarios:

  1. Estoy de acuerdo contigo en que hoy en día se ofrece "sabiduría" de modo demasiado alegre, pero también creo que es muy positivo que haya filósofos "consoladores", en tanto en cuanto hagan a la gente reflexionar sobre sus vidas. Ese hábito de reflexionar puede que algún día les lleve a encontrar su paz por sí mismos.
    Aunque claro, charlatanes desgraciadamente siempre habrá, así como gente dispuesta a engullir lo que dicen sin pensar.

    ResponderEliminar
  2. Pero la pregunta sigue en pie, Javier: ¿Cómo estamos tan seguros de que la verdad proporciona paz?
    La filosofía antigua tenía un nombre preciso para los que predicaban la verdad al pueblo: sofistas.

    ResponderEliminar
  3. Este es casi repe de otro álbum, pero bueno.

    http://www.nytimes.com/2010/09/15/movies/15woody.html?_r=2&8dpc

    ResponderEliminar
  4. Claudio: Ya lo dijo un amigo nuestro: “life is the joyless quest for joy”.

    ResponderEliminar
  5. No creo que la verdad tenga que proporcionar paz. A fin de cuentas, la verdad está ahí independientemente de nosotros, no sirve a nadie y por tanto no está pensada para satisfacer a nadie. Es el modo de afrontar la verdad lo que nos puede dar paz.
    Por ejemplo, si alguien tiene un tumor inoperable que ha metastatizado, es la verdad nos guste o no. Sin embargo, la verdad puede propocionarnos paz en el sentido de saber a qué nos atenemos. Quizá a corto plazo no sea así (el enfermo no creo que se tome bien la noticia), pero a medio-largo plazo nos puede enseñar a vivir ateniéndonos a lo que hay (el enfermo podrá aprovechar para reorientar sus prioridades, aprovechar más lo que le queda de vida).
    Quizá el mayor problema de algunos "consoladores" es que pretenden darnos felicidad evitándonos todo sufrimiento, lo que es inútil dado que el sufrimiento es consustancial al ser humano y creo que obviarlo no hará que desaparezca. Es por esto que lógicas como las del budismo me parecen quimeras.

    ResponderEliminar
  6. ¿No nos saldría más a cuenta desterrar -temporalmente, si acaso- las palabras "verdad" y "felicidad" de nuestro lexicón? Las siento como un estorbo, como un objetivo pedagógico de baratillo. Y eso que Unamuno, poco sospechoso de desterrar el dolor, la agonía, de la vida, proclamaba que el fin de una persona no es hacerse culta ni exquisita, sino feliz. ¡Cuánto hubiera dado por oír de don Miguel la descripción de esa "felicidad"! La imagino, sin embargo, de mesa de camilla, de buena lectura -de toda clase: filosofía, poesía, teatro, sociología, novela, etc.- y de buena conversación.

    ResponderEliminar
  7. Javier, entiendo lo que quieres decir, y me parece muy respetable... pero yo tiendo a pensar que el de la paz o el de la tranquilidad del alma no es un estado de ánimo que pueda permitirse el filósofo... si es que la philo-sophía tiene algo que ver con el erotismo.

    ResponderEliminar
  8. Juan: Si nos quedamos sin aspiración a la verdad, nos quedamos sin filosofía. Que esto sea bueno o malo, ya es otra cosa.

    ResponderEliminar
  9. Está claro que la verdad (si es que eso existe) no aporta consuelo...
    http://thisisnthappiness.com/post/1127068782/newstoday

    ResponderEliminar
  10. El caso de la filosofíaterapéutica me hace pensar en los placebos farmacéuticos, que ofrecen satisfacción pscológica a través del autoconvencimiento; tiene razón, D. Gregorio, cuando apunta que la filosofía sin verdad -es decir, renunciando a su carácter aristotélico de ciencia que buscamos- se convierte en una simple dosis de consuelo, de reposo ante la inquietud de lo real, de falsa sutura sobre la brecha del mundo. Sin verdad a que aspirar, la filosofía se vuelve superflua y tonta y tiene que lanzarse a por un nuevo objeto que la sustituya y haga olvidar. Por ejemplo, el bienestar o la revolución.

    Saludos

    ResponderEliminar
  11. Yo no creo que haya una necesaria antítesis entre sabiduría (esto es, filosofía) y felicidad, tranquilidad, paz o como queráis llamarlo. Puede haberla o puede no haberla. ¿De qué depende, en mi opinión? Del modo en que afrontemos la verdad.
    Como he dicho antes, la verdad es aséptica, no entiende de guerra ni paz, de amor ni odio, de felicidad o infelicidad. Porque todo ello está en nuestras manos, depende de nosotros. Por ello, alguien puede vivir toda su vida atormentado por las verdades que va descubriendo en el camino, o bien puede pararse, reflexionar e intentar integrar esas verdades en su vida de un modo no traumático. Por ello no me parece que haya contradicción de origen entre verdad y paz personal.
    Como dice la canción: "Depende, ¿de qué depende?, de según cómo se mire todo depende... (os dejo el enlace por si queréis amenizar la velada con música)

    http://www.youtube.com/watch?v=tTvhW8lDHFk

    ResponderEliminar
  12. Sr. Luri, !es persona lucida usted! Tengo varias entradas en mi blog sobre lo que considero caminos de vida dichosos (no felices, ojo). Las frustraciones y las tristezas forman parte de la vida, y hay que apreciarlas como lo que son, en su contexto, en su dimension, en su irrevocabilidad. La felicidad es una palabra (y un concepto) que agota, y (como los budistas, a quienes envidio) hay que mirar menos hacia adentro y mas hacia afuera, hacia las cosas. Creo que la respuesta es la belleza, si miramos con detenimiento (hacia afuera, hacia el paisaje) terminaremos convenciendonos de que todas las cosas bellas dan amor, y que son susceptibles de ser amadas por lo que son (en dimensiones mayormente sensoriales)..en fin, le he invitado varias veces a mi blog y no ha venido usted. Tengo la idea de que, quitando la hojarasca, habra algunas cosas que le resulten interesantes. Pero si me equivoco (como suele suceder,no llevo el ego demasiado puesto) me lo dice usted y no le insisto mas. Paseare por sus lecturas silenciosamente entonces.
    Un saludo!
    Eutelia
    www.albinovino.com

    ResponderEliminar
  13. Sr. Luri: usted que sabe tanto de Nietzsche: ¿ha leído el libro "Nietzsche contra la democracia" de Nicolás González Varela? ¿Es recomendable?

    ResponderEliminar
  14. Sobre si es posible encontrar la verdad y si ésta proporcionará o no paz, hay aquella frase, que me parece terrible, no sé si de Oscar Wilde:
    "El que se obstina en buscar la verdad merece encontrarla".

    ResponderEliminar
  15. Creo que vivimos en una sociedad que tiende a confundir la verdad objetiva con la propia verdad.La sabiduría es un camino, no un objetivo a alcanzar, quizás la meta no exista porqué debemos entender que hay objetivos inalcanzables, o más bien fines inabarcables por el entendimiento,no todo en la vida es posible, pero no por eso debemos de eludir la importancia de la lucha y el sentimiento noble del amor a la verdad, que en definitiva es el amor a nosotros mismos y al aprendizaje continuo.

    ResponderEliminar

El culpable es el/lo otro

 I Las grandes catástrofes, como la guerra o los desastres naturales, muestran verdades políticas que la normalidad tiende a ocultar.  II Po...