Me gusta Valencia. En esta ciudad me siento como en casa. Siempre me han tratado bien. Y vengo con la certeza de que me tratarán estupendamente. Me ponen el clima que me gusta, la luz perfecta, los atardeceres más cordiales y magníficos restaurantes me reciben en sus mesas. ¿Qué más se puede pedir? Pues tratándose de Valencia se puede pedir lo inverosímil. Hoy he estado hablando de Aristóteles a doscientos empleados de una fábrica de trenes. Y, después, mientras me enseñaban las enormes instalaciones en las que trabajan la friolera de 4.000 empleados, pensaba que la vida es bella por todo lo insólito que hay en ella.
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