En Ocata no estamos preparados para tener tres días de frío invernal seguidos, por eso ayer gozamos de una mañana plácida, como un paréntesis otoñal en el invierno que nos viene adelantado. ¡Qué placer desayunar y, todo seguido, almorzar al sol de la plaza de Ocata: café con leche, torreznos, patatas bravas y cerveza. Mucho menos placer me proporciona constatar que no acabo de estar conforme con la conferencia que tengo que dar en Cartagena pasado mañana. Quiero decir demasiadas cosa, lo sé, pero todas me parecen relevantes y no sé por dónde meter las tijeras. En estos casos me resulta inevitable recordar el consejo de Josep Maria Espinàs: «No hay libro que no mejore recortándolo». Lo mismo podemos decir de una conferencia. Pero eso supone ocultarle al oyente parte de la complejidad del asunto que le estás exponiendo. Es como si quedar retóricamente bien fuera incompatible con decir la verdad. Pero como en una hora solo caben parcialidades, para quedar bien hay que ser sofista. A esta conclusión llegué con la ayuda de los torreznos.
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