sábado, 8 de noviembre de 2025

La edad del paciente

Cuando Philip Rieff escribió The Triumph of the Therapeutic: Uses of Faith After Freud (1966), intuía que el animal político aristotélico estaba dejando paso al animal terapéutico, de manera que nuestra sociedad se había convertido en una sociedad terapéutica. La disolución de la cultura cristiana (que, como judío, no le quitaba el sueño) y el creciente predominio de la sociedad abierta (en el sentido de Bergson, no de Popper) nos ha llevado a renunciar, por una parte, a «la vida buena» a cambio de la aspiración a «vivir mejor», y, por otra, a la sustitución de la virtud por los valores, entendiendo por valor lo que se espera al final de la terapia. Rod Dreher (La opción benedictina) resume así la cuestión: «El hombre religioso nació para su salvación. El hombre psicológico nació para su satisfacción». Todo esto era para mí una teoría interesante, pero teoría, al fin y al cabo, hasta que me he enterado de que, en una especie de congreso terapéutico celebrado esta misma semana, se ha proclamado con orgullo y alegría que estamos en «La edad del paciente». Obsérvese bien: hay gente que celebra como un ascenso cultural colectivo el haber dejado de ser agentes. Lo que no saben es que, para Freud, todo lo que era legítimo esperar del final de la terapia era la transformación de un miserable neurótico en un infeliz trivial.

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