miércoles, 19 de noviembre de 2025

La vejez, esa ironía.

El lunes me quedé clavado, sin poder dar un paso por el dolor tan agudo en la rodilla izquierda, la puñetera. Por fortuna estaba frente a una farmacia y entré a comprarme un bastón: el que le gustó a la farmacéutica. Ahora ando como Edipo camino de Tebas. Sé la respuesta a la pregunta: "¿Qué animal camina a cuatro patas por la mañana, dos al medio día y tres al atardecer?", pero no hay esfinge que se digne hacerme la pregunta pertinente. Sé la respuesta al interrogante que a nadie interesa. Lo más que me preguntan es "¿Qué te pasa?", yo les digo que problemas del crecimiento negativo e inmediatamente el que me ha hecho esta pregunta, pasa a desgranarme sus males que, por supuesto, son siempre superiores a los míos. De vez en cuando me cruzo con alguien de mi edad y condición que también camina apoyado en un bastón y nos intercambiamos unas miradas cómplices y silenciosas que constatan la ironía de la trivialidad humana. Envejecer es la cosa más rutinaria y conviene tomarla con la misma ironía con que hemos aprendido a leer los periódicos. Mientras tanto...


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