El lunes me quedé clavado, sin poder dar un paso por el dolor tan agudo en la rodilla izquierda, la puñetera. Por fortuna estaba frente a una farmacia y entré a comprarme un bastón: el que le gustó a la farmacéutica. Ahora ando como Edipo camino de Tebas. Sé la respuesta a la pregunta: "¿Qué animal camina a cuatro patas por la mañana, dos al medio día y tres al atardecer?", pero no hay esfinge que se digne hacerme la pregunta pertinente. Sé la respuesta al interrogante que a nadie interesa. Lo más que me preguntan es "¿Qué te pasa?", yo les digo que problemas del crecimiento negativo e inmediatamente el que me ha hecho esta pregunta, pasa a desgranarme sus males que, por supuesto, son siempre superiores a los míos. De vez en cuando me cruzo con alguien de mi edad y condición que también camina apoyado en un bastón y nos intercambiamos unas miradas cómplices y silenciosas que constatan la ironía de la trivialidad humana. Envejecer es la cosa más rutinaria y conviene tomarla con la misma ironía con que hemos aprendido a leer los periódicos. Mientras tanto...
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