Nietzsche primero y, después Wilde, Deleuze, Foucault y tantos otros han defendido que tras la muerte de Dios el reto es hacer de nuestra propia vida, autónomamente, una obra de arte, lo cual le suena muy bien a la mentalidad moderna, porque nos constituye a cada uno como artistas. Pero reconozcamos que ser un buen artista no es fácil. Como me decía hace unos días Christian García Bello, hay algunos artistas que cortan la yerba tras de sí, de manera que es imposible seguir sus pasos. Es el caso de un Picasso, de un Manzoni, de un Warhol... «Su mundo muere con ellos». No los podemos imitar porque dejaríamos de ser artistas para pasar a ser meros plagiarios. Otros, como Velázquez, Giotto o los artista povera «dejan caminos abiertos y permiten que otros cojamos su testigo». Pero a ver quien de entre nosotros coge el testigo de Velázquez. O sea, que o rebajamos las exigencias del arte o no hay manera de ser genuinos artistas de nuestra vida.
Roberto Colom, una de las voces de más resonancia internacional de la ciencia española, lleva tiempo defendiendo que somos nuestros genes. No me convence. En primer lugar, porque no es descartable la existencia de un gen que me fuerce a creer en el indeterminismo. El salto de la epistemología a la ontología no es fácil en el mundo de las cosas humanas, dado que lo primero en sí (la desnuda realidad) no suele ser lo primero para nosotros. Estoy convencido que los científicos deterministas cuando salen de copas se olvidan de que son deterministas. Lo que Zubiri llamaba «la propensión natural de la inteligencia cotidiana», que es un dato científico, no acaba de encajar con la verdad de la ciencia, que es siempre una reducción de la complejidad del mundo de la vida. Nadie le dice a la persona que ama que la ama porque sus feromonas han afectado sus terminales olfativas, aunque pueda ser esta una estricta verdad científica. Sin la confianza en la libertad se nos desmorona toda la cultura humana, comenzando por el derecho.
El mundo de las cosas humanas se sostiene gracias a la convicción de que existe la verticalidad (lo alto y lo bajo) y no solo la horizontalidad (todos somos artistas). Podemos modificar el contenido de lo alto y de lo bajo, pero no su necesidad.
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