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martes, 13 de agosto de 2024

Exageraciones

 I

Los españoles, en conjunto, no perdemos oportunidad para demostrar que nuestro carácter nacional es la exageración. Tengo una ponencia sobre esto en un congreso que se celebrará a finales de octubre en Toledo. 

II

La prensa de estos días, hablando del nuevo presidente de la Generalitat, es una buena prueba de nuestro carácter nacional.

III

Con el primer párrafo tengo suficiente para calibrar la ecuanimidad del firmante. Normalmente no paso de allí.

IV

He leído, sin embargo, lo suficiente como para comprobar que a nuestros sesudos analistas, tanto residan en Madrid como en Barcelona, se les escapa un dato que la historia se ha encargado de confirmar repetidamente: la enorme capacidad de los catalanes para darse un tiro en el pie. No sé cuándo ni cómo ni a propósito de qué, pero ya verán...

V

Otra constante española: o se reparte la riqueza o se reparte la gente.

VI

Pasemos otra cosa: resulta que Pancracia Ollo, la mujer de Zulamacárregui, nacida en Pamplona, parece que fue -según me he enterado esta misma tarde- la inventora de la tortilla de patatas. Si se demostrase que es así, habría que reescribir la historia del carlismo y, sobre todo, de su legado. Sería un hecho de una singular justicia poética.

VII

Digamos también que la tortilla de patatas, con o sin cebolla, es pura caligrafía geométrica de la sensatez culinaria. Para llevarla de la potencia al acto se necesitaba una mujer, Pancracia, cuyo nombre significa "Todopoderosa". 

Doña Pancracia Ollo. Si su marido llevaba boina, ella llevaba peineta.

VIII

Leí en Casariego que los carlistas que dirigía en nuestra última guerra civil se lanzaban a la muerte al grito de "Zumalacárregui generala", que es, sin duda, mucho más romántico que el de los milicianos que se lanzaban a las fauces de la historia al grito de "¡Viva Stalin!" Zumalacárregui llevaba cien años muerto.

IX

Y a mí me contaba mi madre que su abuela, cuando el frente de no se qué guerra carlista estaba en Lerín, llevaba la comida para su marido andando los 24 km que separaban a mi pueblo del frente y si no lo veía en primera línea, se volvía a casa sin dejarle al buen hombre probar bocado.


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