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lunes, 26 de agosto de 2024

Bendiciones y maldiciones

 I

Ando mucho más atareado de lo previsto con la promoción de mi último libro. Obviamente es una buena noticia, pero está afectando a mis paseos diarios, ahora que estaba empeñado en hacer cada día al menos once mil pasos.

II

Otra buena noticia inesperada: la sorprendente segunda edición de El deber moral de ser inteligente. Las buenas noticas que te cogen por sorpresa tienen un saborcillo como a helado de menta y regaliz muy agradable.


III

Jordi Nadal me envía, con la segunda edición de El deber mopral de ser inteligente un librito formidable, Los poemas en prosa de Turguénev. De ellos extraigo el siguiente, escrito en febrero de 1878: 

«Una vez en Rusia fui testigo de un durísimo altercado entre dos labriegos, padre e hijo.

El hijo finalmente le infligió al padre un terrible agravio.

-¡Vasílich, maldice a este descarado! -gritó la mujer del anciano.

- Lo haré, Petrovna -replicó el viejo con voz sofocada, luego se persignó y dijo-: Ojalá en tu vejez te llegue el día en que tu propio hijo te escupa en la cara delante de su madre.

El hijo, que se disponía a contestarle, se quedó lívido y, con las rodillas temblorosas, salió de la casa.»

1 comentario:

  1. La historieta de Turguenev, impresiona....quiero decir que sin saber nada de Turgnev (como yo)da el pego. Pero si la contextualizas con su propia vida, todo cambia: "Un niño taciturno debió de ser Turguénev, un niño perplejo por la contradicción entre el papel de la madre en el hogar y el arquetipo materno propio de la sociedad en que vivían. Su autoritarismo y comportamiento casi varonil de dueña absoluta chocaría con la pasiva indiferencia del padre". Juan Eduardo Zúñiga
    E(R/S)

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