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domingo, 18 de agosto de 2024

Eguitos

 I

Se lo he contado a Irene Rigau: Comí en San José con el hijo de un celebérrimo presidente de Costa Rica porque fue capaz de eliminar el ejército con un decreto. No voy a enjuiciar la medida. Lo que me parece resaltable, por lo que tiene de ejemplo de la condición humana, es que este presidente tan poco militarista enviara a su hijo -ese comensal de ideas claras y rotundas que tenía delante- a la academia militar de West Point.

II
Ayer mis nietos jugaban con un débil e inestable avión de porexpán cuyo vuelo dirigían a distancia. Al bajar de la plaza de Ocata a la calle Miquel Villà, el avión dio un giro extraño y se coló, decidido, en el interior de una casa que tenía la puerta medio abierta. El propietario les entregó el avión visiblemente enfadado. Mis nietos no sabían donde meterse. Y yo me preguntaba cuánto tiene que ver el azar en la resolución de los juegos inocentes de la infancia y cuánto su resolución favorable o desfavorable influye en la conformación de la autoestima y de la seguridad en sí mismo de un adolescente. Yo soy de aquellos a los que siempre pillaban. A mis nietos el propietario malcarado les devolvió el avión sin una hélice y ellos no se atrevieron a pedírsela.

III
Reencuentro casual con un ex-alumno que ha salido filósofo. Utiliza con gran desparpajo el vocabulario socioemocional y positivo del crecimiento personal. Eso, seguro, no lo aprendió de mí.

IV

¿Hasta qué punto la sobrevaloración de la autoestima es la causante de esta galopante epidemia de narcisismo que nos invade? Me parece claro que en vez de fortalecer los egos los debilita. Los convierte en eguitos frágiles y susceptibles en permanente demanda de un gesto de aprobación. Todo el mundo se cree especial en algo y portador de toneladas de belleza interior; todo el mundo está creciendo personalmente. Pero yo veo a los jóvenes descascarillarse al primer roce con una realidad áspera. Tarde o temprano descubrirán que ante la realidad siempre se está en primera línea y entonces le pedirán a la política lo que esta no está en condiciones de ofrecerles.

2 comentarios:

  1. No creo q los jóvenes de hoy piensen siquiera en pedirle algo a la política. Creo que su diagnóstico no es acertado. Los jóvenes tampoco buscan la aprobación que refuerce su ego, tan solo gritan que son de este mundo, sea para que el mundo les apruebe o incluso les desapruebe. Pero el mundo va a la suya, porque el mundo de los adultos es la vejez de nestea civilización: el mundo se acaba, dicen todos los medios. Ni políticos ni ego, tienen algo que ver con la juventud actual que vive en otro mundo. Otro mundo que no se sabe si sobrevivirá.

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