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viernes, 31 de agosto de 2012

Línea a línea

Tanto se habla de lo dionisíaco en Nietzsche que con frecuencia se olvida que fue él quien dijo que Dioniso no puede vivir sin Apolo. Si bien Nietzsche es capaz de llevar hasta el concepto lo que se da unido en la realidad, nunca olvida la parcialidad inherente al concepto. Por eso mismo el texto necesita algún tipo de ayuda adicional.

Uno de los conocidos como "fragmentos póstumos" trata de esta cuestión y me parece que tiene mucho que ver con lo que he escrito en los anteriores apuntes sobre la importancia del tono y la cadencia en la lectura. Es del verano de 1888: "Se es artista a condición de sentir como contenido, como la cosa misma, lo que todos los no artistas denominan forma. Con lo cual uno pertenece, ciertamente, a un mundo invertido".

Es decir: El artista ve en Apolo a Dioniso.

No hay duda de que Nietzsche se entiende a sí mismo como un artista. En otro fragmento, de octubre de este mismo año, hace esta singular confesión biográfica: "... mis libros: (...) son libros vividos a partir de una voluntad de vida y por ello representan como creación, un verdadero suplemento, un plus de esa vida misma".

Recordemos que la música es el arte cuya forma coincide exactamente con su contenido.

Futesa de un día lluvioso

Zenón se tragó a lo tonto
Una tortuga leprosa que tenía en el jardín 
Y fue  el hazmereír de todo el mundo
Cuando dijo “Ésta es mi alma”
La notaba huroneando entre sus actos
Como entre ropa usada
Impertinente metomentodo
No es fácil conciliar el sueño con una tortuga leprosa
Recorriéndote las entrañas
Alguna vez pensó en extirpársela
Y decirle “¿Tú que te has creído?”
Pero el recuerdo de Aquiles lo inmovilizaba

jueves, 30 de agosto de 2012

Nietzsche: el guión

Un amigo de Nietzsche, von Gersdorff, escribió en sus Memorias que durante sus años escolares en Pfortal “sus improvisaciones eran inolvidables. Casi creo que incluso Beethoven no hubiera podido improvisar de manera más conmovedora que Nietzsche, en particular, cuando una tormenta se avecinaba". No sé el valor que puede concedérsele a este testimonio o al de otros compañeros de estudios que lo tenían por una autoridad musical o al del periódico de Leipzig que en 1868 le ofreció una columna de crítica operística. Si sé que no disponemos, claro está, de sus improvisaciones.

Uno de sus biógrafos, Werner Ross, sostiene que tenía, "indudablemente", un talento musical natural y que consideró la música como parte de su misión. Otros han hablado de su “obsesión musical”. 
 
Lo que parece evidente es que siempre pensó que había profundidades del alma que sólo encontraban su expresión precisa en la música. La palabra era, a su parecer, más adecuada para expresar lo superficial. Sospechó, incluso, que en toda conversación está latente una semilla de desprecio. 
 
Aquí está para mí la cuestión importante. Creo que Nietzche estuvo ensayando a lo largo de toda su obra un discurso propio en el que la palabra estuviera acompañada por la música, no como un mero adorno cosmético, sino como algo esencial. Como ya señalaron los que lo conocieron, se esforzaba para encontrar las palabras y las frases adecuadas en cada caso, con la intención de conseguir una melodía de la expresión. Y la mayoría de los estudiosos coinciden en que lo logró. Algunos dicen que sólo otro alemán escribió frases tan precisas y bellas: Goethe. 
 
Se ha dicho también que su abundante uso del guión pretende crear un tipo de lectura pausada que él elabora en analogía con la música. El guión sería para su escritura lo que el silencio momentáneo para la música. A su hermana le confesó en una carta: “Para mí (en mi escritura) todo comienza únicamente después del guión”. 
 
El estilo no es, pues, un adorno de la escritura de Nietzsche. Pero ocurre que cuando se piensa en su estilo se acostumbra a tener presente únicamente la forma aforística y no la unión entre el aforismo y su ritmo expresivo, su cadencia,

Intelectuales

El comisario entra en la sala.
- Bien -dice-, como expertos militares que sois, ¿me vais a responder a una pregunta? ¿Cuál es la principal ventaja de Franco sobre nosotros? Quien dé la respuesta correcta será ascendido a coronel tan pronto como pueda andar sin muletas. O, si no quiere los galones de coronel, le daremos un cartón de Lucky Strike.
Silencio.
- Bien -dice el comisario-, la ventaja de Franco sobre nosotros es que no cuenta con intelectuales en sus filas.

James Neugass, 
La guerra es bella. 
Diario de un brigadista americano en la guerra civil española.

Mímesis

Hay cebras que aceptarían gustosas una reclusión entre rejas con tal de poder pasar por caballos blancos.

Stanislaw Jerzy Lec

martes, 28 de agosto de 2012

Ya sospechábamos que Dios había muerto...

.. pero no de esta cruel manera

La verdad es que me resistía a hablar de esta cuestión, pero hasta aquí ha llegado mi voluntad resistente.

Las camisetas se venden AQUÍ por 20 dólares.

Como músico, nunca fue wagneriano

El primer intento serio de evaluar la importancia de la música de Nietzche tanto por su valor intrínseco, como por su posición y relevancia en el conjunto de su obra, ha sido el de Curt Paul Janz, editor de su obra musical completa en una fecha tan tardía como la de 1976. Janz no es un filósofo, sino un músico profesional y un investigador destacado  de la vida y obra de Richard Wagner que acabó escribiendo una biografía monumental de Nietzsche (1978). 

Janz es capaz de situarse en una distancia crítica que le permite señalar las imperfecciones del Nietzsche compositor, sin por ello reducir sus obras a un mero pasatiempo diletante. Su tesis principal es que Nietzsche utiliza la música de la misma manera que el lenguaje, para la expresión de un contenido mental y espiritual. La música es para él un medio de comunicación. Las deficiencias de composición se deben a su autodidactismo, que es poco sistemático. A Janz no se le escapa que como filósofo también fue autodidacta, pero en este caso fue mucho más sistemático.

Subraya Janz que de los 12 a 14 años escuchó oratorios en la catedral de Naumburgo y considera que gracias a aquellas audiciones la religión llegó a ser para él una experiencia estética, lo cual lo animó a componer una misa, motetes, un Miserere e incluso un Oratorio de Navidad. En 1858, con 14 años, escribió: "Dios nos dio la música para que, en primer lugar, podamos ser guiados hacia lo alto por ella. Todas las cualidades están unidas por la música: nos puede elevar, puede ser caprichosa, nos puede alegrar y deleitar, e incluso, con sus melodías suaves y melancólicas, puede romper la resistencia de los más duros caracteres. Su principal objetivo, sin embargo, es conducir nuestros pensamientos hacia arriba, y a medida que nos eleva, nos conmueve profundamente (...). Los seres humanos que la desprecian deben ser considerados estúpidos, criaturas medio animales. Siempre será este regalo glorioso de Dios, el compañero de viaje de mi vida, y puedo considerarme afortunado de haber llegado a amarla."  

Pero el entusiasmo juvenil de Nietzche no va acompañado de resultados igualmente entusiastas. Janz se pregunta si su fracaso se debió a la falta de técnica. En cualquier caso, no se rindió. En el verano de 1861 convirtió su Oratorio de Navidad en una fantasía para piano titulada Schmerz ist der Grundton der Natur (El dolor es el fundamento de la naturaleza), tras lo cual se volvió hacia la música descriptiva con una sinfonía, Ermanarich basada en el poema sinfónico de Liszts Hungaria, con la que se enfrentó a los límites de su capacidad descriptiva. Janz alaba la ambición del reto y reconoce una cierta armonía del conjunto. Tras esta obra, se enfrentó a formas musicales menos complejas, como el lieder, donde musicalmente dio lo mejor de sí mismo.

Después de algún tiempo, regresó a las formas musicales mayores con una fantasía sobre la amistad, donde Janz encuentra el mismo pathos que en las cartas que dirige a sus amigos. Concluye que fracasó en sus composiciones sobre la amistad (Monodie, Manfred, Nachklang, Himno) tanto como en sus relaciones amistosas, y plantea la cuestión de si Nietzsche intentó, como en la música sacra, superar su incapacidad para la amistad por medio de su sublimación estética. 

Janz encuentra un fondo común el el variad conjunto de composiciones de Nietzsche: Tienen más que ver con una carta que con una obra filosófica, porque son medios de expresión de su intimidad personal. Identifica también un común toque melancólico y, lo que es mucho más relevante, la ausencia de cualquier influencia wagneriana, con la excepción de Nachklang einer Sylvesternacht. Como músico, Nietzsche nunca fue wagneriano.

Traducir

Una traducción -leo que decía Victor Hugo- es una anexión".


domingo, 26 de agosto de 2012

Helmut Plessner

Algunas frases de Plessner extraídas de Límites de la comunidad:
  • La humanidad pide a sus líderes el coraje de pecar. Ajustar cuentas con la realidad significa ajustar cuentas con el diablo.
  • "La indignación no es un concepto político", escribió Bismarck al margen de un documento.
  • Tras recibir la noticia de la muerte de Talleyrand, Metternich exclamó: "¿Y con ello qué querrá decir?"
  • Quien llega a las decisiones y a los cargos supremos y todavía cree poder permitirse el lujo de la armonía de la conciencia típica de un rentista tal vez merezca simpatía, pero no puede ser tomado en serio ni siquiera un instante.
  • Bismarck: "En cada asamblea, cuando algo debe llegar a su conclusión, puede surgir la necesidad de juzgar a cara o cruz para decidir cómo debe acabar. Entonces, es preciso que alguien por fin diga: '¡Tiene que ser así!'".
  • "Dos elementos impiden la posibilidad de un equilibrio político definitivo: el carácter irrealizado de las personas en la esfera pública y el carácter irracional -la imprevisibilidad- de la realidad."

De mi música, sólo sé una cosa...



Friedrich Wilhelm Nietzsche nació el 15 de octubre de 1844 en el seno de una familia amante de la música. Su padre era un pastor luterano que organizaba y supervisaba actuaciones musicales para su congregación y al que le gustaba improvisar al piano. Tras su muerte en 1849, su madre reforzó su formación musical. Fue ella quién le enseñó a tocar el piano. 

Musicalmente fue un niño precoz. A los 10 años compuso sus primeras obras y le gustaba sorprender a las visitas con sus improvisaciones al piano. 

Al director Hans von Bülow le escribe en 1872: "A veces me siento dominado por un deseo de componer salvaje y urgente que es una mezcla de desafío e ironía”. En esos momentos necesitaba dar forma musical a sus estados de ánimo. “De mi música –concluye- sólo sé una cosa: que me permite dominar los sentimientos". Pero si esto es verdad, entonces parece claro que Nietzsche tenía unos recursos limitados para ello. No creo que se pueda discutir el conservadurismo de sus técnicas musicales. Sus fuentes parecen ser básicamente la música litúrgica, Beethoven y Schumann. Algunos estudiosos han encontrado también la huella de Liszt en la armonía y estructura de sus primeras obras. En cualquier caso, en su adolescencia, a diferencia de sus compañeros, no se caracterizó como wagneriano. Prefería un oratorio de Schumann a Tristán e Isolda. No se consideró a sí mismo wagneriano hasta 1868 y en ese momento prefería Los maestros cantores a las complejidades de Tristán. Tenemos, pues, ante nosotros el problema de la descompensación entre lo que podríamos llamar la voluntad filosófico-musical de Nietzsche y su pericia y creatividad como músico. 

Nos guste o no, la música de Nietzsche tiene una influencia infinitamente más limitada en la historia de la música que sus textos filosóficos en la historia de la filosofía. Acabó siendo perfectamente consciente de sus limitaciones musicales, como veremos, gracias a argumentos muy consistentes de von Bülow. Lo que me intriga es saber si ello reforzó la voluntad musical de su filosofía. Lo cierto es que sus composiciones son obras de juventud, anteriores a sus grandes obras filosóficas. Habrá que ver qué significa esta anterioridad, si indica meramente un orden cronológico o si lleva implícita alguna relación genética. Podemos adelantar que poseen una tonalidad romántica que el Nietzsche adulto no apreciará mucho. Incluso considerará el romanticismo como un signo de decadencia. 

Si ustedes me lo permiten, continuaré estos apuntes sobre Nietzsche, un poco a vuela pluma, con poco orden y menos concierto. Llegado el momento ya se verá si hay manera de sacar algo de agua clara de todo esto.

sábado, 25 de agosto de 2012

Crítica al radicalismo social

Siruela acaba de publicar un hermoso y renqueante libro de Helmuth Plessner titulado Límites de la comunidad y subtitulado Crítica al radicalismo social. El radicalismo del que trata Plessner es el del intento fanático de hacer de la sociedad una gran familia en la que nos tratemos unos a otros sin máscaras, diáfanos y precisos. Un infierno, claro. La alternativa que propugna es la defensa de una cotidiana e higiénica sociabilidad que sepa mantener las distancias entre los hombres educados para ponerse la máscara (ese artificio cultural que antes se llamaba "buenas maneras") antes de salir de casa. El libro cojea un poco porque Plessner no se atreve a ser completamente coherente y dar a la máscara su nombre exacto, el de hipocresía. La Rochefoucauld, que era un moralista sensato, no se avergonzaba al proclamar que la hipocresía es el tributo que el vicio rinde a la virtud. Los beatos -que no deberían leer a La Rochefoucauld- se escandalizan porque creen en la virtud sin saber cuánto hay enmascarado en su creencia. Pero gracias a que antes de salir de casa nos ponemos la máscara podemos alejarnos colectivamente de la naturaleza (que es un mundo fieramente desenmascarado) y defender públicamente la virtud mientras nos acercamos a ella del único modo humanamente posible, por medio de la hipocresía. Efectivamente, la hipocresía es la virtud social más imprescindible. La hipocresía práctica y la defensa retórica de la virtud hacen llevadera la convivencia al permitirnos olvidar las relaciones que suele establecer el pez grande con el chico.

Como Plessner es grande, cada dos páginas nos ofrece una joya, cada una de las cuales dignifica por sí misma cualquier libro.

Un ejemplo que nos viene como anillo al dedo: "Mientras un pueblo lleve a cabo sus políticas con mala conciencia, mientras a la buena negociación se asocie, eo ipso, un alma dividida, por llamarla así, no puede sorprender que las personas decentes no quieran tener nada que ver con la política y que paulatinamente ésta se revele digna del carácter deprimente de los hombres de Estado y diplomáticos. Primero se llora por la política, porque es buena, y después por su culpa, porque es mala."

Añado esta cita de Bismarck: "Lo imponente y conmovedor que se halla en esta tierra y que en general puede representarse a través de medios humanos, siempre tiene una afinidad con el ángel caído, bello pero sin paz, grande en sus proyectos y en sus esfuerzos, pero sin éxito, orgulloso y triste".

viernes, 24 de agosto de 2012

Hymnus an das Leben




Dada la diferencia que el mismo Nietzsche establece entre tono y gesto, me pregunto si su escritura no ha de ser entendida, en primer lugar, como una cuestión de tono. En cualquier caso, no parece posible entender bien a Nietzsche sin la música, es decir sin su música (la que compuso, la que amaba y la que detestaba) y sin la musicalidad de su palabra.Todos los especialistas están de acuerdo en que su prosa es una de las mças hermosas de la literatura alemana moderna. Pero para captar su belleza se ha de respirar adecuadamente. Al mismo tiempo Nietzsche concibe la filosofía con una expresión que quizás sólo adquiera pleno sentido si se entiende de forma musical: "interpretación". “No hay verdad –dice-, sólo interpretaciones”. 

En 1887 le escribe en una carta a Felix Mottl, refiriéndose a su Hymnus an das Leben: “Me gustaría que esta pieza de música pudiera actuar como una especie de complemento allá donde las palabras del filósofo, debido a la propia naturaleza de las palabras, necesariamente deben permanecer imprecisas: el afecto de mi filosofía se expresa en este himno”. Este mismo año le escribe también a Herman Levi: “Quizás nunca haya habido un filósofo tan musical como yo.” Felix Mottl y Hermann Levi eran compositores y directores de ópera. De hecho se encontraban entre los más reputados directores de su tiempo.  Levi, amigo íntimo de Wagner, fue elegido por éste para el estreno de Parsifal en Bayreuth en 1882.

jueves, 23 de agosto de 2012

Une femme nue n’a jamais fait de mal à personne

Me entero, gracias a Jérôme Leroy, que en Bouriata en los suburbios de Zakamensk allá en los límites de Siberia con Mongolia, unos de esos lugares desolados en los que no hay manera de construir el socialismo, una joven de veintiséis años sin un centavo en el bolsillo y la sangre reseca, fue a pedirle a su vecino de 65 años una botella de vodka. Pero a la vida le gusta ser cicatera con nuestra expectativas y jugárnosla por la espalda. O sea: el vecino le dijo que ni hablar. Nuestra joven, una alcohólica frustrada y furiosa, no tuvo mejor idea que estrangularlo. Pero como el pulso le saltaba sobre el cuello del viejo, acabó estrangulándolo con su sujetador (el de ella, claro). Los informes no nos hablan de la talla de la prenda, pero aseguran que esta historia ha acabado provisionalmente con el hombre muerto, la mujer en la cárcel y el arma asesina a buen recaudo. Tiene más razón que un santo Jérôme Leroy cuando comenta que hechos de este tipo no nos tranquilizan mucho a los amantes de la ropa interior femenina. Si un sujetador puede convertirse en arma mortal, no está de más hacer un repaso a la variedad de prendas íntimas femeninas potencialmente letales. Lo cual da pleno sentido a aquel aforismo de Louis Scutenaire: “Une femme nue n’a jamais fait de mal à personne”.

Nietzsche: El tono y el gesto.


Nietzsche se plantea directamente la relación entre música y verdad en un fragmento de 1871 titulado Sobre la música y la palabra en el que encontramos el esquema básico sobre el que irá reelaborando su comprensión filosófica de la música. Básicamente su tesis es que la música está más cerca de la phýsis (de la naturaleza entendida como surgir, brotar, aparecer o, si se quiere, como insurgencia) que la imagen y, puesto que la filosofía tiene por objeto conocer la naturaleza de las cosas, la música es, en cierta manera, más filosófica que el discurso (el lógos). Dioniso también filosofa, dirá en Más allá del bien y del mal.

La esencia o meollo de la realidad sólo nos es accesible por medio de representaciones como la de la palabra. No hay una manera directa de intimar con la realidad. Nuestro trato con ella siempre está mediado por la representación. Incluso el juego de nuestros instintos, sentimientos, afectos y actos de la voluntad se nos revela como representación. Incluso la expresión "voluntad" es sólo una representación, si bien se refiere a la forma fenoménica más universal de algo completamente indescifrable para nosotros. Por lo tanto, no podemos salir del reino de la representación. 

Sin embargo hay dos maneras distintas de habitarlo: la del tono y la del gesto. 

En el tono se expresa el conjunto de sensaciones agradables y desagradables “que acompaña indefectiblemente" a todas las demás representaciones. El placer y el displacer son “manifestaciones de algo primordial que no podemos penetrar”, pero sí simbolizar en el tono de nuestras palabras. Todas las demás representaciones “son indicadas por la simbólica del gesto”. El tono emotivo que acompaña al discurso como su fondo es, para Nietzsche, universal. Sería el mismo en todos los hombres, fuese cual fuese su lengua propia. De este fondo común tonal se desarrolló la simbólica del gesto, “arbitraria y no completamente adecuada a su fundamento” que ha dado lugar a la multiplicidad de las lenguas. Podríamos decir que en cada acto lingüístico, el texto simbólico específico de cada lengua se yuxtapone a la melodía antropológica original. 

Si el gesto ha hallado su forma de expresión en el lenguaje, el tono alcanza en el desarrollo de la música una expresión simbólica cada vez más adecuada. Pero de forma paralela a este proceso histórico de musicalización del tono, se ha desarrollado el proyecto lírico de expresar la música en imágenes. Es este último un proyecto temerario, porque si la música es más fundamental que la palabra, no deja de ser arriesgado pretender musicalizar una poesía. Querer someter la música al dominio del concepto es invertir las relaciones naturales de las cosas. Es como si un hijo pretendiera engendrar a un padre. Al músico le es dado ofrecer imágenes, pero la imagen no nos puede dar de sí música. “El goce de la apariencia no puede engendrar de si el goce de la no apariencia”. Se podría objetar que lo que pretende musicalizar el músico no es la letra de la poesía, sino el sentimiento que despierta el poema, pero Nietzsche dice que el sentimiento está “penetrado y saturado de representaciones conscientes o inconscientes” y, por lo mismo, no puede engendrar la música. Es evidente que la música puede representar sentimientos de amor, de temor o de esperanza, pero no lo hace por medios directos, llenando como hace el lenguaje cada uno de estos sentimientos con representaciones. La música alcanza ese terreno intermedio de los afectos que se encuentra entre la expresión natural y espontánea de los mismos y su representación. Por eso mismo, los que sólo comprenden la música por sus efectos no consiguen ir más allá de su vestíbulo, sin penetrar hasta el santuario. 

El origen de la música es dionisíaco y está más allá de toda individuación. 

Podemos decir, pues, que la música surge de la voluntad, como forma fenoménica originaria, y al mismo tiempo la expresa. “En este sentido puede ser considerada como una imitación de la naturaleza, pero de la forma más universal de la naturaleza”. No tiene por objeto expresar sentimientos. Su meta es más ambiciosa: quiere expresar la voluntad. “En las más altas manifestaciones musicales sentimos muchas veces la grosería de cualquier imagen". Este sería el caso, por ejemplo, de "los últimos cuartetos de Beethoven, que se avergonzarían de cualquier interpretación plástica tomada del reino de la realidad empírica”. 

Lo dionisíaco no quiere comunicar nada, ni se dirige, por lo mismo, a un oyente al que pretendiera comunicar alguna cosa. El músico “canta como canta el pájaro, por una necesidad interior, y enmudecerá si ante él se planta el oyente curioso”. Este es el impulso que lleva al pueblo a cantar sus canciones para sí mismo, guiado por una fuerza interior, “sin preocuparse de si sus palabras son inteligibles para otro cualquiera que no cante con él”. 

“Recordemos -añade Nietzsche- nuestra experiencia personal cuando se trata del arte musical en sus manifestaciones más altas: ¿qué entendemos del texto de una misa de Palestrina, de una cantata de Bach, de un oratorio de Händel, cuando nosotros no tomamos parte en el canto, sino que simplemente lo oímos? Sólo para los que cantan hay una lírica, una música vocal: el oyente la considera como música absoluta”. 

El oyente, por lo tanto, debe cuidarse de tener pretensiones. Nietzsche ahora está pensando en la ópera. “Para nosotros la ópera como género aparece tan justificada como la canción popular”. Su valor será tanto más alto “cuanto más libremente se desarrollen los instintos dionisiacos de la música y cuanto más desdeñosamente trate las llamadas exigencias dramáticas”, diga lo que diga “el público filisteo de mil cabezas”.

martes, 21 de agosto de 2012

¡Nunca sobre las almas aburridas!


“Sin música, la vida sería un error”, escribe Nietzsche en El ocaso de los ídolos. Hemos de suponer, por lo tanto, que gracias a la música la vida posee alguna cualidad que podría calificarse de no errónea, o de verdadera. ¿Cuál es esa cualidad? “En la música -parece respondernos en Más allá del bien y del mal- las pasiones gozan de sí mismas”.



Para aclarar un poco más estas ideas recurro a los aforismos sobre la música (149-169) de Humano, demasiado humano. Se encuentran en la segunda sección del segundo volumen, titulado El caminante  y su sombra.

El aforismo 159 está dedicado a Chopin y lleva el muy expresivo título de "La libertad encadenada". Se está refiriendo con estas palabras, sin duda, a una idea que desarrolla con cierta amplitud en Más allá del bien  del mal: la libertad y el arte no se encuentran en la ausencia de restricciones, sino en su domesticación. La danza es la domesticación de la gravedad y el soneto, la domesticación de la arbitrariedad del lenguaje. La gran libertad, entonces, es la del príncipe. No hace falta decir por qué.

Por su capacidad de hacer música de las cadenas naturales, Chopin le merece a Nietzsche el título de "el inimitable". "Ninguno de los que lo precedieron y siguieron -añade- tiene derecho a este título". 

"Chopin poseyó esa elegancia principesca que demostró Rafael en el uso de los colores tradicionales más simples". Recibió las tradiciones melódicas y rítmicas y jugando y bailando con estas cadenas creó arte.

El aforismo 160 se lo dedica a La Barcarolle -la atenéis en el vídeo-. "Casi todas las situaciones y formas de vida -escribe- tienen su momento de felicidad, del que los buenos artistas saben sacar partido. Incluso la existencia al borde del mar tiene el suyo, por muy aburrido, sucio y poco saludable que sea; a ese momento de felicidad Chopin le ha hecho cantar en la barcarola, de manera que, al escucharlo, incluso los dioses podrían verse animados a pasar largas tardes de verano estirados en un barco".
Añado un apunte del aforismo 165. Nietzsche se pregunta sobre quién tiene derecho un artista distinguido a tratar de producir un efecto y responde de manera lapidaria: "¡Nunca sobre la multitud! ¡Nunca sobre los inmaduros! ¡Nunca sobre las almas insensibles! ¡Nunca sobre los enfermos! ¡Y sobre todo, nunca sobre las almas aburridas, nunca!"

En las próximas semanas hablaremos bastante de Nietzsche y de la música. Ya sabrán ustedes por qué. 

El eterno retorno de lo mismo

Dos inquietantes artículos:

- Patrick J. Buchanan: "New World Disorder. The world's new powers discover the old ethnonationalisms."

- Guy Sorman: "Where Nationalism Still Matters. Asia’s simmering political tensions defy conventional wisdom".

lunes, 20 de agosto de 2012

Foto de familia feliz


Me imagino que el día en que a esta familia le comunicaron que el gran líder Kim Jong-Un se pasaría por casa a hacerse una foto informal y que todos debían sonreír para demostrarle al mundo lo espontáneamente felices que son los norcoreanos y lo colega que es líder supremo, se les congeló a todos el rictus y por eso la foto dice tantas, tantas cosas.

Est-il encore debout le chêne Ou le sapin de mon cercueil?



Georges Brassens, 1956.
LE TESTAMENT

Je serai triste comme un saule
Quand le Dieu qui partout me suit
Me dira, la main sur l'épaule:
"Va-t'en voir là-haut si j'y suis."
Alors, du ciel et de la terre
Il me faudra faire mon deuil...
Est-il encore debout le chêne
Ou le sapin de mon cercueil?

S'il faut aller au cimetière,
Je prendrai le chemin le plus long,
Je ferai la tombe buissonnière,
Je quitterai la vie à reculons...
Tant pis si les croque-morts me grondent,
Tant pis s'ils me croient fou à lier,
Je veux partir pour l'autre monde
Par le chemin des écoliers.

Avant d'aller conter fleurette
Aux belles âmes des damnées,
Je rêve d'encore une amourette,
Je rêve d'encore m'enjuponner...
Encore une fois dire: "Je t'aime"...
Encore une fois perdre le nord
En effeuillant le chrysanthème
Qui est la marguerite des morts.

Dieu veuille que ma veuve s'alarme
En enterrant son compagnon,
Et que pour lui faire verser des larmes
Il n'y ait pas besoin d'oignon...
Qu'elle prenne en secondes noces
Un époux de mon acabit:
Il pourra profiter de mes bottes,
Et de mes pantouflee et de mes habits.

Qu'il boive mon vin, qu'il aime ma femme,
Qu'il fume ma pipe et mon tabac,
Mais que jamais - mort de mon âme! -
Jamais il ne fouette mes chats...
Quoique je n'aie pas un atome,
Une ombre de méchanceté,
S'il fouette mes chats, y'a un fantôme
Qui viendra le persécuter.

Ici-gît une feuille morte,
Ici finit mon testament...
On a marque dessus ma porte:
"Fermé pour cause d'enterrement."
J'ai quitté la vie sans rancune,
J'aurai plus jamais mal aux dents:
Me voilà dans la fosse commune,
La fosse commune du temps.

Yo bien que me resisto a la melancolía, pero la cronología no ayuda nada.

sábado, 18 de agosto de 2012

Plácido María Gil Imirizaldu

Los que frecuentáis este Café de Ocata ya estáis al tanto de que ando enfrascado en la lectura apasionada de memorias de la guerra civil española. Mi proyecto, que no sé si acabará tomando alguna forma concreta, porque cada día me pierdo un poco más en los detalles y recodos, es el de escribir alguna cosa sobre nuestra guerra presentándola como un conflicto entre dos formas de teología política enfrentadas a muerte. Lo que realmente hermanaba a los dos bandos era una fe desmedida que los empujaba a sacarse los ojos entre sí. En cada relato biográfico encuentro mil ejemplos de cómo la fe se mantenía mayoritariamente intacta en las trincheras (la retaguardia es otra cosa) a pesar de los pies helados en invierno, la sed abrasadora en verano, la cabeza del amigo explotando sobre tu hombro y los piojos, perennes. En cada caso, los buenos son los propios; los malos, los ajenos y la de "madre" la última palabra del moribundo. En cada bando, los mismos funerales, con liturgias paralelas, supremos sacerdotes y promesas de un más allá luminoso mientras el cadáver del héroe es depositado en la fosa del olvido.

En una guerra civil lo único ateo son las balas.

Hasta el día de hoy, las memorias que más me han impresionado, hasta la emoción, son las de un fraile benedictino, Plácido María Gil Imirizaldu, natural de Lumbier (Navarra). Tenía quince años cuando el día 22 de julio del 36, los milicianos anarquistas llegaron al monasterio de El Pueyo (Barbastro), donde estudiaba para fraile, y a punta de pistola llevaron a todos los residentes a una cárcel provisional de Barbastro. Gracias a su edad se libró de ser fusilado con los frailes. Los que quieran saber qué es tener fe, de verdad, en una causa, que lean las páginas en las que Plácido cuenta cómo los frailes cantaban mientras eran conducidos a la muerte, para desesperación de los anarquistas, que, al no comprender ni su alegría ni -aún menos- su ofrecimiento de perdón, por pocas los matan a culatazos antes de llegar al lugar de su martirio. Cuando la teología política compite con la simple teología, no puede sino descubrir, desconcertada, sus límites. Para la teología cristiana todos los sepulcros están vacíos.

Plácido -en realidad en esas fechas aún se llamaba Miguel- fue sometido a un grosero interrogatorio. El miliciano que le tomaba declaración, tras decirle que nunca más vería a los frailes, y que tenía "que olvidar todas las mentiras" que le habían enseñado, le dirigió su primera pregunta: "¿sabes lo que son las putas?" Era su manera de introducirlo en el racionalismo.

A principios de enero de 1939, Plácido, que vivía refugiado en una masía en el Pla d'Urgell, se encuentra con un grupo de carlistas del Tercio de Valvanera que iban camino de Barcelona. Come con ellos y en la despedida, el capitán del regimiento se interesa por las gentes de Cataluña. "Creo -le contesta- que os van a recibir en palmillas. Estoy en un pueblecito cerca, de unos seiscientos habitantes, muy rico en agricultura, y no creo que se hayan marchado más de dos personas. Os esperan todos. Respetad su lengua, pues los mayores no saben hablar castellano. La gente es muy buena. Destruyeron la iglesia, y no se puede tener ningún signo religioso. Ya veréis qué pronto lo restauran todo. Alguna chica me ha dicho que tiene mucho miedo a los moros".

En octubre de 2007 desde el Monasterio de Leyre, en Navarra, me comunicaron que el padre Plácido se encontraba muy mal de salud y que ya no salía de su celda. Fue lo último que supe de él.

viernes, 17 de agosto de 2012

Patriotismo venoso

"Sentimos nuestras venas inflamadas de entusiasmo por el orgullo de ser españoles". Si digo que esta frase fue publicada en España el 4 de abril de 1938 posiblemente ustedes pensarán que su autor andaba por Salamanca o Burgos. En realidad semejante confesión de fervor patriótico se podía leer en toda la prensa comunista española en un largo artículo firmado por Jesús Hernández, que estuvo a punto de suceder a José Díaz como secretario general del PCE. Para que no hubiera dudas, después fue publicado como separata. El artículo se titulaba El orgullo de sentirnos españoles.

martes, 14 de agosto de 2012

Erotismo y prudencia



A principios de septiembre estará en las librerías.

Manuela dame el botijo

"... aprendimos algunas palabras y frases hechas, muy prácticas para la vida cotidiana. Recuerdo que lo primero que aprendí a decir fue 'salud camarada' y 'Manuela dame el botijo', frases que utilicé de manera habitual con alguna que otra variación. También aprendí términos y frases muy utilizados por los españoles en momentos de tensión, tales como 'cojones' o 'vete a la mierda', y ¡vaya si se utilizaban en las trincheras! eran el pan nuestro de cada día."

Francisco Escudero, 
"La trinchera. Diario de un brigadista británico en la guerra civil española".

lunes, 13 de agosto de 2012

Nosotros y ellos

"Dos Passos preguntó: ¿Qué sentido tiene librar una guerra por defender las libertades civiles si destruyes las libertades civiles en el proceso? Un Hemingway enfurecido bramó: ¡A la mierda las libertades civiles! ¿Estás con nosotros o contra nosotros?"

Recogido por Paul Preston en 
"Idealistas bajo las balas. Corresponsales extranjeros en la guerra de España".

Me tomo las palabras de Hemingway muy en serio, porque las guerras comienzan por mil razones diferentes, pero al poco de comenzar se pone de manifiesto que la cosa se reduce a "nosotros y ellos" o, para ser m´ñas precisos a "nosotros o ellos".

sábado, 11 de agosto de 2012

Ferroagosto

No estoy muy laborioso en el café en este ferragosto que se nos ha desplomado encima... ustedes perdonarán (espero) tanto corta y pega...

Uno más: 

"J’avais donc totalement oublié ce grand couillon de Carl Lewis, dont je crois qu’il est plus ou moins devenu politicien démocrate."
 
Marc Cohen


Y un "bonus track":
 Vía Soulful Mum

jueves, 9 de agosto de 2012

Clementine and Winston

10 Downing Street,
Whitehall

June 27, 1940

My Darling,

I hope you will forgive me if I tell you something that I feel you ought to know.

One of the men in your entourage (a devoted friend) has been to me & told me that there is a danger of your being generally disliked by your colleagues and subordinates because of your rough sarcastic & overbearing manner — It seems your Private Secretaries have agreed to behave like school boys & 'take what's coming to them' & then escape out of your presence shrugging their shoulders — Higher up, if an idea is suggested (say at a conference) you are supposed to be so contemptuous that presently no ideas, good or bad, will be forthcoming. I was astonished & upset because in all these years I have been accustomed to all those who have worked with & under you, loving you — I said this & I was told 'No doubt it's the strain' —

My Darling Winston — I must confess that I have noticed a deterioration in your manner; & you are not so kind as you used to be.

It is for you to give the Orders & if they are bungled — except for the King, the Archbishop of Canterbury & the Speaker, you can sack anyone & everyone — Therefore with this terrific power you must combine urbanity, kindness and if possible Olympic calm. You used to quote:— 'On ne règne sur les âmes que par le calme' — I cannot bear that those who serve the Country and yourself should not love as well as admire and respect you —

Besides you won't get the best results by irascibility & rudeness. They will breed either dislike or a slave mentality — (Rebellion in War time being out of the question!)

Please forgive your loving devoted & watchful
Clemie


I wrote this at Chequers last Sunday, tore it up, but here it is now.

Kabul, Suiza, Europa


"Once in Kabul, a puckish Swiss-German with the International Committee of the Red Cross (ICRC) told me why he loved Afghans. “They are just like people from my home in Zurich,” he explained. “The villagers up the hill hate the people down the hill and, believe me, it is reciprocated".

Stephen Masty:  American Exceptionalism & Europe's Secret Paralysis

lunes, 6 de agosto de 2012

Basquiat

Jean-Michel Basquiat, Poison oasia

Uno está dominado por sus manías. Me imagino que el saberlo es lo que nos permite llamarnos racionales. Lo cual no deja de ser un consuelo de pobres. ¿A qué se debe mi seducción por Basquiat y mi completo desinterés por Hopper, por poner sólo dos ejemplos? Sé que Basquiat siempre me trae algo nuevo mientras que a Hopper siempre le veo repitiendo las mismas estrategias de la melancolía (posiblemente el sentimiento más comercial de nuestro tiempo). En el caso de Hopper y en general, en el caso de los rechazos, entiendo a qué se debe mi rechazo. No me gusta la sensación de estar siempre viendo lo mismo. Pienso en rechazados e inmediatamente se me impone la imagen de la estéticamente insípida Frida Kahlo, a mi parecer la pintora más aburrida del siglo XX. ¿Pero la sensación de novedad, por qué se mantiene intacta?

A Lola, a Claudio, a Ferran


sábado, 4 de agosto de 2012

De Thomas Bernhard a Michel Foucault

I

Le conseil avisé que donne Thomas Bernhard, Jonathan Taylor ne l’a pas suivi. Quel est ce conseil ? « Gardez-vous de visiter les lieux des écrivains, des poètes et des philosophes, après cela vous ne les comprendrez absolument plus. » Qui est Jonathan Taylor ? Un écrivain américain qui admire Thomas Bernhard au point d’organiser un voyage dans son village natal d’Ohlsdorf, en Haute-Autriche.

Un voyage d’admiration… Quelle ineptie! se serait exclamé Thomas Bernhard. La véritable intelligence ne connaît pas l’admiration. « Les gens vont comme avec un sac à dos dans toutes les églises et dans tous les musées, et c’est pourquoi ils ont toujours ce maintien courbé, répugnant, qu’ils ont bien tous dans les églises et les musées » , a-t-il encore dit.

Il en fallait plus pour arrêter Jonathan Taylor. Il voulait voir la Suzuki Samouraï vert foncé − soit dit en passant, et bien que cela importe peu : ma voiture préférée − et il l’a vue. Il a bavardé avec le frère de Thomas Bernhard, qui est médecin. Ce dernier s’est montré d’autant plus prévenant qu’il sait que les œuvres de Bernhard n’ont trouvé qu’un faible écho parmi les lecteurs anglophones. Ils pensent qu’elles ressemblent à du Samuel Beckett et se disent : on a déjà eu cela, pourquoi en aurait-on besoin à nouveau ?

Jonathan Taylor observe que, dans toutes les pièces de la demeure de Thomas Bernhard, alors qu’il ne buvait pas, se trouvaient les meilleures bouteilles de xérès et de vermouth. On pouvait également y écouter les Variations de Goldberg jouées par Glenn Gould. Mais le docteur Fabjan, le frère de Thomas donc, lui révéla qu’il aimait aussi beaucoup Prince et les schlager viennois. Jonathan Taylor n’en revenait pas. Il s’est alors demandé si toute cette mise en scène, qui était l’œuvre du docteur Fabjan, n’était pas à l’image de l’œuvre de son frère, c’est-à-dire essentiellement satirique.

Jonathan Taylor a alors compris à quel point Thomas Bernhard était un auteur typiquement viennois, même s’il détestait les cafés viennois parce qu’il y était toujours confronté à des gens comme lui. Il fuyait les cafés littéraires, mais comme il était atteint du syndrome du pilier de café, il ne pouvait pas s’empêcher d’ y entrer tout le temps, bien que tout en lui se rebellât à cette idée.
 
Comme tout cela a dû sembler étrange à un écrivain américain ! Mais c’est précisément ce sentiment d’étrangeté qui fait tout le charme et la drôlerie de ce pèlerinage dans les hauts lieux bernhardiens. On se délectera en le lisant dans l’excellente revue Believer.

II
Ronald Laing a rendu un immense service à Michel Foucault en réduisant son Histoire de la folie à l’âge classique de 300 pages, en supprimant toutes les notes et en lui donnant pour titre anglais : Madness and Civilization. Il avait conscience que l’érudition n’est que de la poussière destinée à meubler des crânes vides. Michel Foucault en convenait. Il convenait aussi que le livre de son ami Thomas Szasz, sommité de la psychiatrie américaine, Fabriquer la folie, était nettement supérieur au sien. Il l’a d’ailleurs répété dans un entretien que nous avions réalisé pour Le Monde.

Si j’y reviens, c’est que la complicité et les affinités intellectuelles qui liaient Michel Foucault, souvent considéré à tort comme un gauchiste, et Thomas Szasz, le libertaire insolent, ont été esquivées par les intellectuels français. Je me souviendrai toujours de Michel Foucault me disant, au terme d’une soirée passée chez lui : « Je suis un libéral comme vous. Et d’ailleurs je ne comprends rien aux masses. »
 
Mais ce qui m’incite aujourd’hui à revenir sur les positions communes de Michel Foucault et de Thomas Szasz, c’est que ce dernier vient de publier un essai qui aurait ravi son ami français : Suicide Prohibition : the Shame of Medicine. Il faudra que je l’offre à Patrick Declerck, autre esprit libre nourri de psychanalyse, qui publie ces jours-ci son autobiographie chez Gallimard sous le titre : Démons me turlupinant6. Un de ses chapitres commence ainsi : « Ce n’est pas pour me vanter, mais je soupçonne que je ne voulais pas naître. »
 
Nous voici en famille.

Dans son classique Les Naufragés, Patrick Declerck, qui a passé plus de quinze ans à côtoyer les clochards de Paris, disait qu’ils ont cette hautaine noblesse de ne plus faire de phrases, de ne plus croire au progrès ou en l’avenir de l’homme. De ne plus croire au fond en rien d’autre qu’au néant et à la mort. C’est là toute la religion qu’ils ont et ils n’en veulent pas d’autre. « Nous ne sommes pas si nombreux, nous les hommes, à pouvoir vivre sans espoir », concluait-il. À ceux qui ont abandonné tout espoir, on ne peut que recommander la lecture de Thomas Szasz et de Patrick Declerck. Comme tous les nihilistes pur jus, ils sont d’une drôlerie qui vous réconcilierait presque avec les misères de l’existence. 

Vía Causeur

La cosa esta de la lectura

Frantisek Kupka, El amante de los libros
Vía Bibliokpt

jueves, 2 de agosto de 2012

El deber moral de ser inteligente

He defendido en diversos lugares el deber moral de ser inteligente (aunque no tengo mucha esperanza de haberlo hecho con éxito). Me encontré por primera con la formulación explícita de este deber en un ensayo de Lionel Trilling, quien, a su vez, la había heredado de su maestro, John Erskine, fundador de la Universidad de Columbia, que escribió en 1914 un libro titulado The moral obligation to be intelligent. De uno a otro iba yo para intentar dar sustento teórico a este deber cuando di con un gran texto de la gran Concepción Arenal, La instrucción del pueblo, que es de 1881, es decir, 31 años anterior al libro de Erskine.  

Permanecer voluntariamente en un estado de letargo intelectual, escribe Concepción Arenal- es “mutilar la existencia” y “consumar una especie de suicidio espiritual”. “El niño cuyos padres no pueden instruirle es, en cierta manera huérfano; tiene lo que podría llamarse orfandad intelectual". “El deber de instruirse -continúa- no brota espontáneamente de la conciencia". “El deber no parece obligatorio sino al que sabe ya”
¿Cómo ha de parecer buena una cosa de la que no se tiene más idea que el trabajo que cuesta adquirirla? El ignorante se encuentra muy cómodamente instalado en la ignorancia.

¿Puede haber derecho a la ignorancia?, se pregunta.

Hombre… -me contesto yo- si defendemos el derecho de cada uno a hacer con el propio cuerpo lo que se le antoje, por qué no deberíamos defender lo mismo de nuestra inteligencia?

Como Concepción Arenal es menos cínica que yo, no se le ocurre pensar que pueda proclamarse un derecho a la ignorancia. Tenemos, dice, el deber de cultivar la inteligencia, que lleva consigo el derecho a la instrucción, porque no hay deberes imposibles. El argumento central que encuentra para fundamentar el deber moral de ser inteligente me parece tan sencillo como contundente: El hombre necesita entendimiento porque ya tiene voluntad. En consecuencia, la ignorancia voluntaria es una inmoralidad.

Precisamente porque la voluntad está presente en el niño, éste tiene derecho a que se le ponga en condiciones de querer racionalmente.  

Concluye Concepción Arenal su razonamiento con una idea que, sin duda, suscribiría Hannah Arendt: La ignorancia hay que combatirla todos los días, porque renace con cada niño que llega al mundo. Esta es la condición humana: morimos sabiendo cosas y nacemos en la más completa ignorancia.

miércoles, 1 de agosto de 2012

Gore Vidal



En mi opinión se ha muerto uno de los más grandes. Para muestra, un botón:

For some years I have been haunted by a story of Howells and that most civilized of all our presidents, James A. Garfield. In the early 1870s Howells and his father paid a visit to Garfield. As they sat on Garfield’s veranda, young Howells began to talk about poetry and about the poets that he had met in Boston and New York. Suddenly, Garfield told him to stop. Then Garfield went to the edge of the veranda and shouted to his Ohio neighbors, ‘Come over here! He’s telling about Holmes, and Longfellow, and Lowell, and Whittier!’ So the neighbors gathered around in the dusk; then Garfield said to Howells, ‘Now go on.’
Today we take it for granted that no living president will ever have heard the name of any living poet. This is not, necessarily, an unbearable loss. But it is unbearable to have lost those Ohio neighbors who actually read books of poetry and wanted to know about the poets.

Algunas necrológicas: Las de Elaine Woo, Bill Kauffman y Justin Raimondo.

Vehemencia

 I Tras tres días sin poder separarme de Benjamin Labatut y su Maniac , pero ya he cerrado la última página. Y como suele ocurrir cuando has...