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sábado, 25 de febrero de 2012

¡Languille!

Durante unos segundos los párpados se movieron con contracciones arrítmicas y convulsiones. Cuando los movimientos espasmódicos cesaron, el doctor Beaurieux gritó con una voz fuerte y clara “¡Languille!” y la cabeza pareció obedecer la llamada, pues abrió los ojos y miró con intensidad y sin contracciones al médico durante un par de segundos. Después comenzó a cerrarlos muy lentamente y acabó vaciándose de todo rastro de vida. El doctor Gabriel Beaurieux redactó meticulosamente su informe, dejando constancia de que aquel 28 de junio de 1905 la cabeza guillotinada del condenado a muerte Henri Languille había respondido a su llamada. Confirmaba así el gran número de anécdotas de los tiempos de la revolución francesa que aseguraban que la guillotina no segaba de golpe la conciencia. Musil, tenía que ser él, el escritor del hombre que ha cambiado sus atributos por sus posibilidades, se preocupaba por saber si alguna de estas cabezas alguna vez se preguntó “¿Qué me está pasando?”

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