"No hay moda en el mundo que no se gane inmediatamente una docena de acólitos en Cataluña", me decía -poco más o menos- hace unos días Jordi Sales. Me parece que tiene razón. Y la cosa viene de lejos. Quizás sea debido a que Cataluña tiene un alma melancólica y que eso que Unamuno interpretaba como una morbosa querencia estética ("catalanes, os pierde la estética") no sea en el fondo más que ese complejo de escenario vacío que caracteriza a los melancólicos, siempre dispuestos a agarrarse a una imagen para aparentar una representación. El caso es que andaba yo dándole vueltas a esta idea (que muy probablemente no valdrá ni medio euro) cuando me encuentro en El grito de Trotsky de José Ramón Garmabella con esto: "sabido es que en la capital de Cataluña se encuentran todos los ismos". El añade "políticos", pero introduce con ello una restricción innecesaria.
Ya que ha salido Unamuno, voy a sacar yo a pasear a Ortega. Ya sabes lo que decía de los "ismos", que venía a ser una hipertrofia de la realidad.
ResponderEliminarEfectivamente. Por eso Cataluña lleva tanto tiempo mirando perpleja a su presente, frente al cual, sin embargo, no le queda otro remedio que estar en primera fila.
EliminarEso es lo que necesita este solar yermo de España, más melancólicos que se agarren a una imagen para aparentar representaciones. Cuando nos agarramos a verdades inmarcesibles y únicas sostenidas por una supuesta y muy sustancial esencia más abajo de la cual ya no hay nada, acabamos a tiros por las calles.
ResponderEliminarGregorio, el poema de anoche está también ahora en catalán, un saludo.
Pero no sólo de bilis negra viven los pueblos, don Manuel.
EliminarBella, perversa y genial Barcelona, el ismo a muerto, viva el nuevo ismo...
EliminarLo que no nos vendría sería un "istmo" que nos uniera al continente de la racionalidad...
ResponderEliminarNo hace mucho escribí en otro lugar que "la racionalidad era el Estado".
EliminarEso dijo también Spinoza, con otras palabras pero era lo mismo: cambiando racionalidad por estado. Si levantara la cabeza ahora lo matamos del susto.
EliminarPor si le interesa (y se le ha escapado).
ResponderEliminarhttp://www.iasc-culture.org/THR/THR_article_2011_Summer_Sennett.php
Me interesa, Claudio. Sennett siempre me interesa.
EliminarSin saber de qué hablo -que puede ser una de las más hermosas maneras de hablar- eso suena a hegelianismo de los de toma pan, moja y a ver quién es el rico que hace luego la digestión...
ResponderEliminarDon Juan: Efectivamente.
ResponderEliminarPor cierto, si tuviéramos que saber de qué hablamos para ponernos a hablar, ninguno, nunca, hubiese aprendido a hablar.
Por esa senda reflexiva,como ya comenté aquí en otra ocasión, se adentró Bergamín con un poder expresivo que somete a cualquier lector. De todos modos, para extraer verdades eternas (o precarias) de esa creencia en la vox pópuli, vox dei, hay que tener una perspicacia psicolingüística que no está al alcance de cualquiera.
ResponderEliminarNo dijo "catalanes", dijo "levantinos". Lo que no invalida el resto del post, pero se le va al traste el argumento de autoridad. Pero eso le pasa por abusar y no atreverse a decir las cosas por si mismo.
ResponderEliminar¡Y tanto que lo dijo! ¡Y en una carta a Maragall!
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