Para algunas mujeres -no sé cuántas ni en qué porcentaje- el comunismo significaba también -y quizás en primer lugar- la liberación sexual. Estoy hablando de la España republicana. Estas mujeres, en su mayoría criadas en familias pequeñoburguesas, habían sido educadas en colegios de monjas, en la moral del recato y la continencia, y de repente descubrieron que el sexo no solamente no era un pecado sino que era una gozada y en su goce sin tapujos veían un asomo del auténtico significado de la revolución. Para ellas el mono azul de miliciana era una afirmación radical de que una vida en la que el deseo fuera la realidad, no solamente era posible sino que podía ser inminente si ponían todo su esmero en la empresa.
Entre estas mujeres las había con mayor y menor fe. Algunas eran consideradas por su compañeras como "muy libres en lo amoroso", cosa que no deja de ser hiperbólica. Pienso en Caridad Mercader o en África de las Heras. Me limitaré en este post a recoger un comentario de Jaume Miravitlles sobre la segunda (sobre la primera tengo mis dudas).
"Era el prototipo de mujer sexual: con su mirada y su voz invitaba a la acción y prometía quién sabe qué cielos prohibidos a los compañeros que formaban su patrulla [se refiere a una de las famosas patrullas de control de Barcelona]. Después me aseguraron que en el tercer piso del Náutico, convertido en Cuartel General de las patrullas, se habían producido escenas de una extrema violencia, tanto respecto a asesinatos como a orgías sexuales. Parece que la patrulla de África, después de haber ejecutado, asesinado con el fusil o con el revólver, a siete u ocho fascistas, probablemente inocentes, regresaba al Náutico, estimulados por la sensualidad (...) subía al tercer piso y, en la quietud de la madrugada (...) los seis integrantes de la patrulla hacían el amor con África. Según parece, algunos de ellos repetían. Quiere decir que en dos horas, África era objeto de ocho o diez asaltos sexuales". (Jaume Miravitlles, Gent que he conegut).
Este testimonio me parece que reflejan el ánimo de un hombre asustado, con sobrados motivos, sin duda, pero ahora no me refiero tanto a la política como a su estricta condición de hombre. Dejando aparte las correrías de la patrulla de África por la ciudad (que no era una patrulla cualquiera, puesto que África de las Heras, en representación de la UGT, y Ramón Nevado, de la CNT, dirigían la sección de "Denuncias e Investigaciones"), me voy a permitir poner en duda lo de que fuera "objeto" de nada. Más bien soy partidario de creer que, si las escenas del Náutico sucedieron, era ella la que llevaba la batuta y que tras animar a sus compañeros a estar a la altura de la situación, los exprimía a conciencia y una vez acabada la faena, les ordenaba dormir bien y alimentarse en condiciones, para seguir resistiendo al fascismo el día siguiente.