miércoles, 14 de mayo de 2008

Teoría de la inteligencia poltronera

"El poder desgasta sobre todo –decía Giulio Andreotti- a quien no lo tiene”. Eh aquí un axioma autoevidente de la política (digan lo que digan Gödel y Tumbadito) que pone de manifiesto la altísima consistencia lógica de las poltronas.

Podríamos definir una poltrona como aquella posición dialéctica en la que todos los argumentos del partido son absolutamente consistentes.

Hay poltronas de diverso tipo:

  • Poltrona con orejas (utilísima para saber de dónde sopla el viento): la más común
  • Poltrona María Antonieta: Sin orejas, pero con respaldo ligeramente curvado, posición que permite sacar pecho. Muy adecuada para parlamentarios.
  • Poltrona góndola: Sin orejas y con respaldo redondo. Especial para consejos de ministros.
  • Poltrona con lambrequín: con respaldo en forma de cruz, para los que están en la lista de espera de la meritocracia.
  • Poltrona Mongolfière o Pompadour: Con lateral curvado y respaldo redondeado. Imprescindible para mirar a los lados y preservar la propia posición en la jerarquía. Se le puede incorporar retrovisor.

Uno se sienta en una poltrona e inmediatamente comprende que fuera de la poltrona no hay salvación argumental. Es la lógica inmanente del poder. Ya saben ustedes que inmanente significa "lo que permanece". Y los políticos van y vienen, pero las poltronas siempre se quedan.

La oposición, por definición, no tiene poltronas, porque no caben en las trincheras y las que caben son tan incómodas que todo el mundo tropieza con ellas. Las trincheras son lugares desolados de balaceras cruzadas en los que es muy difícil el tránsito. El horizonte está siempre lleno de humo y de caídos (de la poltrona) por la causa. Aquello de don Pío: “¡Cuerpo a tierra, que vienen los nuestros!”, describe con precisión la posición opositora.

Hubo una vez un pensador llamado Nicos Poulantzas, que formaba parte de aquel esplendoroso marxismo teórico de invernadero francés encabezado por Louis Althusser. Poulantzas comenzó siendo leninista y acabó predicando aquella curiosa excentricidad que se llamó eurocomunismo. Entre sus aportaciones teóricas a la marginalidad a pie de página de la historia del pensamiento, se encuentra su teoría del partido como “intelectual colectivo”. Se la apropió el PSUC y le pasó lo que le pasó: se convirtió -en palabras de Vázquez Montalbán- en un idiota colectivo.

La deriva hacia la idiocia colectiva es una tentación de los partidos de la oposición, que suelen confundir la búsqueda de las esencias con el anhelo de poltrona. Y es que los políticos tienden a pensar con el culo. Con el culo apoltronado o desalpotronado, se entiende.

13 comentarios:

  1. Sin embargo, lo de las poltronas es un fenómeno en vías de extinción. Hoy en día, un cargo político no es otra cosa que un trámite que hay que pasar, como una especie de examen, para terminar en el anhelado consejo de administración (por ejemplo) de una gran multinacional. Eso el que aprueba, claro, que los que suspenden vuelven a su puesto como funcionarios del estado, o a dirigir la empresa familiar o, en el mejor de los casos, a la jubilación dorada en el parlamento europeo.

    ResponderEliminar
  2. Tumbaíto cree que el poder es como una higuera: a su sombra no crece nada.

    ResponderEliminar
  3. Tumbaito... sí crece: primero el saldo de la cuenta de la compañera sentimental (que no excluye que sea la mujer -o mujeres en el caso de jeques- legal/es) y en todo caso del extranjero, en bienes, la que está bajo el colchón... etc.; y, con el tiempo, la posibilidad de pasar algo de tiempo en la carcel, poco en todo caso... aunque algunos acabaron colgando de farolas para dar paso a otros, o defenestrados. Eso sí... se ve que París bien vale una misa, y con suerte... se deja mucho a los herederos.

    ResponderEliminar
  4. Hola Goyo!
    Desde Masbanyeres también te leo.
    Besos
    (también para Glauca)
    Pilar

    ResponderEliminar
  5. Do Gregorio haciendo amigos.

    Saludos

    ResponderEliminar
  6. Yo no pretendía criticar a nadie, sino señalar los hechos: la posesión del poder lima las rebabas ideológicas. Eso parece evidente.

    Respecto a lo que dice Tumabíto: a veces me sorprende su radicalismo: a la sombra del poder creció todo el renacimiento italiano.

    ResponderEliminar
  7. Pilar: Se lo diré en clave: YATSOML.
    ¿Verdad que me entiende?

    ResponderEliminar
  8. Mensaje recibido.

    Pilar

    ResponderEliminar
  9. Mensaje recibido.

    Pilar

    ResponderEliminar
  10. Sr. Carlos,
    Lo importante es la suma. Yo, por ejemplo, tengo 100.000.000 millones de euros. El problemilla es que tengo una deuda de 100.000.000 millones de euros.


    Sr. Luri,

    Los renacimientos -hubo muchos y dispersos- crecieron dónde el poder feudal quebró; creo que erró el tiro.

    Por cierto, ¿qué hecho político colapsa el renacimiento?

    ResponderEliminar
  11. Bueno, Gregorio, pero lo que da sombra no tiene por qué ser justificado con lo que nace a pesar de ella, incluso venerándola porque no conoce (ni puede) conocer el sol, o porque estar a la sombra sea lo que la empuja hacia él, o... (etc., todas las relaciones e interacciones que podamos inferir). Y no hago aquí un mero ejercicio de retórica sino que de esta alambicada manera (o alegórica) planto cara a esas tendencias que andan por ahí considerando que lo que existe y fue necesario debe ser "valorado positivamente"... No tú, creo, pero por ahí sí que sucede...

    Tumbaito, si lo tienes y lo debes y es tanto, no sé qué haces quedándote. En este país cada vez sentirás que pierdes menos... y con ese dinero, que no perderías nada. Ahora... si te lo impide la moral... o has hablado por hablar... no digo nada.

    ResponderEliminar
  12. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  13. 100.000.000.000.000 - 100.000.000.000.000 = 0

    No me da para mucho.

    ResponderEliminar

Darrere el vent