Ya me perdonarán ustedes, pero no he podido evitarlo. Esta foto me perseguía y al final ya se sabe, no hay mejor manera de evitar una tentación que caer en ella. No la traigo aquí por lo que pueda tener de humorismo friqui, sino por ser la foto más triste que he visto en mucho, mucho tiempo. Aunque por otra parte el friquismo es la forma cutre de la tristeza contemporánea. O eso me parece a mi. Hay una pobreza de la alegría que es la miseria más triste, porque en lugar de compasión provoca una media sonrisa despectiva que no da ni para medio mal chiste y se olvida pronto. Entre los pobres hay muchas, muchas clases.
Lástima de Eurovisión... (disculpe, ha sido una interferencia). Estoy de acuerdo con usted (en realidad pocas veces estoy en desacuerdo; la mayoría por ignorancia, el resto porque me convence).
ResponderEliminar"Hay una pobreza de la alegría que es la miseria más triste, porque en lugar de compasión provoca una media sonrisa despectiva que no da ni para medio mal chiste y se olvida pronto"...escasean alegrías ultimamente...o las venden a precio de saldo,y no es lo mismo
ResponderEliminarPor favor, Luri, siga sin poder evitarlo.
ResponderEliminarA propósito de religión y nubes acabo de encontar esto:
"La religión es el modo por el que el hombre acepta la vida como una inevitable derrota. Que la vida no sea una derrota inevitable es algo que no puede ser defendido de buena fé. Uno puede, desde luego, dispersarse en las tareas de cada día, pero incluso entonces se trata únicamente de un incesante y desesperado deseo de vivir y, finalmente, el lamento de que uno no ha vivido. Uno puede aceptar la vida, y aceptarla al mismo tiempo como una derrota, únicamente si uno acepta que existe un sentido más allá de lo que es inherente a la historia humana, si, en otras palabras, uno acepta el orden de lo sagrado. Un mundo hipotético del que se hubiera borrado lo sagrado admitiría únicamente dos posibilidades: fantasía vana que se reconoce como tal o satisfacción inmediata que se agota en sí misma. Ello nos dejaría únicamente la elección planteada por Baudelaire, entre amantes de las prostitutas y amantes de las nubes: aquéllos que saben únicamente de la satisfacción del momento y son por ello despreciables y aquéllos que se aman a sí mismos en imaginaciones ociosas, y son por ello despreciables. Todo es por tanto despreciable y no queda nada más que decir." (L. Kolakowski, La modernidad en perpetuo juicio)
Uno intenta inconscientemente crear una historia que preceda a esta horrible visión, y por más que doy vueltas a los personajes sólo se me ocurre un pasado con sufrimiento e ignorancia. De las cosas más tristes.
ResponderEliminarClaudio, me voy a confesar ante usted: No puede hacerse idea de hasta que punto comparto ese texto. Por eso amo las nubes. La otra manera de ser despreciable me parece excesivamente ruin.
ResponderEliminarPor eso mismo me cuesta entender a los profetas del cientismo (a los que, por otra parte no les gusta reconocerse como tales), que van predicando la virtud cristiana dela probidad pero empujándonos a poner nuestra mirada no en las nubes sino en la estricta geometría del ataúd. No entiendo ese empeño de algunos por combatir en nombre de la ciencia toda ilusión reconfortante ante el horror de la vida.
La vida no es otra cosa que una triste búsqueda de alegría. Y tal cosa (una alegría que vaya más allá del mero placer) sólo se consigue cuando conseguimos olvidar nuestro ser natural. De ahí la sospecha (mi sospecha y, sobre todo, la sospecha de Nietzsche) de que los intereses de la vida pudieran no ser coincidentes con los de la verdad.
A tenor del texto que nos trae a Claudio al Café, se me ocurre que la tragedia consiste, probablemente, consista en que sea el individuo el que se despoje de lo sagrado (¿que importa ese mundo hipotético?). Esa instancia de lo sagrado, o de lo religioso en el individuo, probablemente religión sin creencia, en estado puro, sea la única esperanza del individuo para perseguir el asombro y por ello la comprensión de las cosas.
ResponderEliminarNo se si el friquismo conlleva patetismo ...pero me dio esa sensacion .
ResponderEliminarDon Gregorio, yo he visto esto en directo. Lo más surrealista que he presenciado en toda mi vida (pues perdí la cuenta de los destornilladores que les puse). Más lamentable. Pero ellas eran extrañamente felices. Se lo garantizo. Y repetían todos los viernes, sin faltar uno. Creo (yo sólo estuve aquel...) Ellos... un asco. Ahora ¿ellas? ¿Y ya que tenían que perder? -me imagino. Entonces creo que fue donde, si no lo había decidido antes, decidí que yo quería envejecer con dignidad. Si la salud no acompaña será una lástima. Pero si es por la memoria... hay espectáculos que se recuerdan siempre. Denigrantes. Cacatúa subida a un taburete y moviendo el esqueleto como una gogó. Y oiga el moño impertérrito. Se lo juro.
ResponderEliminarKSNDR
Tristísima, sí. Y será también por nuestro miedo a ser ellas, a acabar siéndolo, ¿no?
ResponderEliminarUn abrazo.
Portorosa: Ese es -yo creo que siempre- el quid del asunto, que podríamos haber sido el otro.
ResponderEliminarBuenos días, Luri.
ResponderEliminarBueno, yo, como ahora estoy encantado con el psicoanálisis, digo lo mismo que usted: siempre es eso.
Pero ese "podríamos haber sido" me parece... ¿optimista? El miedo surge precisamente porque no tenemos la seguridad de haber evitado el peligro, ¿no cree?
Un saludo.
En cierto sentido me parece (me parece ahora mismo, mientras estoy escribiendo esto) que tiene más de nosotros aquel a quien despreciamos que aquel al que admiramos.
ResponderEliminarEste texto de Carl Schmitt me parece que dice algo así: "¿A quien puedo, en suma, reconocer como mi enemigo? Visiblemente solamente a aquel que puede ponerme en apuros. Al reconocerlo como enemigo, reconozco que puede ponerme en apuros. ¿Y quién puede realmente ponerme en apuros? Solamente yo mismo. O bien mi hermano. Es eso: el otro es mi hermano; el otro se presenta como mi hermano, y el hermano se presenta como mi enemigo. Adán y Eva tenían dos hijos, Caín y Abel. Así comienza la historia de la humanidad” (1947)."
Sé que no digo nada nuevo, Gregorio, pero una compañera de trabajo acaba de marcharse a casa, después de que su hermana la llamase contándole que lo que parecía benigno no lo era, que hay que volver a operar, etc., etc.
ResponderEliminar¿Y qué se hace con eso? ¿Qué se hace con la certeza de que nosotros y quienes queremos vamos a morir?
Es asombroso que podamos soportarlo. Y más vale que no nos asomemos al precipicio, que sigamos sin mirar abajo...
Más que nuevo o viejo eso es lo elemental. Es lo que hay. Por eso conviene tenerlo presente sólo hasta el punto en que asoma sus orejas el cinismo. Quiero decir que lo que nos humaniza no es saber que somos seres naturales sino que a pesar de ello, podemos mantenernos fieles a la palabra dada. Cada vez estoy más convencido de que la capacidad para mantenernos fieles a la palabra dada (la memoria de la voluntad)juntamente con la capacidad para el perdón son los bienes más grandes que poseemos. Nos permiten vencer, en cierta forma, la fatalidad del tiempo.
ResponderEliminar¿Qué se hace con la certeza de que nosotros y quienes queremos vamos a morir?
ResponderEliminar¿Contarnos mentiras consoladoras sobre un amigo imaginario todopoderoso que, sin embargo, nunca está cuando hace falta?
Un saludo a los dos.
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