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lunes, 12 de mayo de 2008

Del amor como encarnizamiento


MARTHA: ¡Ja, ja, ja, ja! Prepárame otra bebida…, machote.

GEORGE: (toma su vaso) ¡Hay que ver cómo empinas!

MARTHA: (imitando a un bebé) La nena tiene sed.

GEORGE: ¡Por Dios!

MARTHA: (paseándose) Mira cariño, a beber te gano por goleada… ¡Así que no te preocupes por mí!

GEORGE: Martha, hace ya años que te concedí el primer premio… No hay abominación en la que no me hayas ganado.

MARHA: ¡Te lo juro… si existieses, me divorciaría de ti!

GEORGE: Vale, pero mantente en pie, por lo menos eso… Están a punto de llegar tus invitados y…

MARTHA: Ahora ya ni te veo… No consigo verte desde hace años


De “¿Quién teme a Virginia Wollf?”,

¿Recuerdan?

7 comentarios:

  1. La primera obra conocida de Albee era, el título no lo tengo muy claro, "Encuentro en el parque" Me pareció extraordinaria. Como despedida final de mi admirado Marsillach, le vi en teatro con la Espert en ¿Quien teme a...?, y es difícil de olvidar la adaptación al cine con un Burton magistral. También la aylor, pero Burtón mostraba, como siempre ha hecho, una desesperación nada cínica, al contrario que Marsillach. Toda lectura de esas dos obras es aconsejable.

    No se adquiere esa lucidez sino es en un texto. Los protagonistas de la vida tienen mucho más difícil el verse. Un alma, creo que recordar, no puede verse a si misma, ni siquiera -lo añado yo- el alma colectiva de los tiempos. Hace falta un tercero.

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  2. Por ciereto que, la desesperación de Burton en "Quien teme..." solamente es comparable con su interpretación en una película magnífica, que fué "El espia que surgió del frío", basada en una novela de Le Carré. Ahí, de nuevo el alcohol, mezclado con la frustración y la desesperanza, tienen en el actor un espejo único.

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  3. A veces he pensado, Luis, que toda aquella filosofía de la carnalidad, de la que nos hablaba Merlau-Ponty (que por cierto fue un extraño caso de filósofo, pues sabía bailar) era creíble porque las pantallas de nuestros cines estaban impregnadas de los rostros de estos actorazos. Quizás por eso ahora tenemos filosofía del diseño.

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  4. Y aprendimos maneras: a fumar con estilo, a tomar un whisky, a mantener una conversación interesante, a caminar como Clift... El cine era un aula de comportamiento

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  5. ¡Vaya que sí, Luis! ¡Y qué aula! Por cierto, ¿recuerdas cómo solía coger el vaso de whisky Robert Mitchum en todas las películas? Con aquella anchura de espaldas y aquel andar que tenía, el hombrón. ¡Mira tú lo que me has hecho recordar! Ah, y suscribo lo dicho sobre Burton.

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  6. Ja, ja ja...o sea, que es por eso que los que te sacan a bailar son un verdadero coñazo, porque los filósofos están en otra parte, posiblemente aprendiendo a coger un vaso de whisky?

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  7. A Merleau-Ponty me lo imagino siempre en el Tabou, el pequeño café de la calle Dauphine en el que Boris Vian tocaba la trompeta mientras Sartre, el fauno, ligaba con su mujer, y Juliette Greco servía bebidas en la barra. Me lo imagino, además, bailando muy apretado y de manera muy elegante con la que poco después será Sonia Orwell, que era guapísima. La confesión de que Merleau Ponty era el único filósofo que bailaba con gracia es de Vian.

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