Buscar este blog

miércoles, 25 de abril de 2007

Montserrat Roig, Bataille y el anillo de Giges

De vuelta del otorrino he pasado por la librería de viejo que suelo visitar de vez en cuando. No es raro que encuentre alguna cosa interesante que se les ha pasado de largo a los propietarios. Por supuesto no pienso revelaros dónde está. Hoy la sorpresa ha sido considerable. Entre un montón desordenado de viejos libros estaba la “Breve historia del erotismo” de Georges Bataille. El libro tiene su interés, pero no lo hubiese comprado de no hallar en la primera página el nombre de la que fue su propietaria: Montserrat Roig. Evidentemente he regateado cuanto he podido y por cinco euros me lo he metido en la mochila. Nada más sentarme en el tren lo he abierto y nada más abrirlo he comenzado a sentirme como un intruso en la intimidad ajena. No es que haya nada especial. La mano de la novelista catalana está presente en algunos párrafos subrayados con un bolígrafo negro, algunas señales en los márgenes y un par de observaciones. Pero en cada marca veo su imagen y eso me provoca una cierta desazón.

Os pondré un ejemplo. A caballo entre las páginas 46 y 47 está marcado este texto: “Pero si lo hacemos en secreto la prohibición transfigura, ilumina lo que prohíbe con un resplandor siniestro y divino: ilumina, en una palabra con un resplandor religioso.” Justo al lado está la observación personal de Montserrat Roig, en catalán, que no os transcribiré.

¿Conocéis el mito platónico del anillo de Giges?

Se encuentra en el libro II de la República. Lo cuenta Sócrates más o menos de la siguiente manera:

Giges era un pastor a servicio del rey de Lidia. Cierto día en el lugar que apacentaba los rebaños se abrió una inmensa grieta en el suelo a causa de un terremoto y al fondo de la misma pudo ver un caballo de bronce. Bajó y descubrió que en su interior había un cadáver con una sortija de oro en la mano. Se la quitó y salió. Al anochecer, como tenían por costumbre, se reunieron todos los pastores en torno a un gran fuego. Y entre ellos Giges comprobó que si giraba la sortija del anillo para la palma de la mano se volvía invisible. Dándose cuenta del inmenso poder que tenía a su disposición, consiguió llegar a palacio, seducir a la reina, matar al rey y apoderarse del reino.

La cuestión es: ¿Si tuviese yo esta sortija qué haría? ¿La tiraría inmediatamente al mar para librarme de ella y de mis tentaciones o la guardaría por si acaso…? Claro que si la guardo es porque considero que si tuviera la certeza absoluta de actuar impunemente, mi comportamiento sería diferente al que es cotidianamente. Es decir, que igual mis virtudes se deben, simple y llanamente, al hecho de que no tengo poder suficiente para ser un criminal. Y entonces, ¿dónde queda mi moralidad?

No quería ponerme tan trascendente, pero una cosa me ha llevado a la otra. Sólo quería confesaros que con este libro entre las manos me siento un poco como Giges. Por supuesto lo tengo aquí al lado, junto al ordenador, sobre mi mesa de trabajo.

33 comentarios:

  1. "igual mis virtudes se deben, simple y llanamente, al hecho de que no tengo poder suficiente para ser un criminal. Y entonces, ¿dónde queda mi moralidad?"

    Tus palabras me recuerdan a otras mías, que suelen descolocar al oyente. Lo meritorio en una persona no es la bondad, la santidad... sino tener instintos malvados y saber reprimirlos.

    Por ejemplo, a la mayoría de tus lectores -espero- no se les ocurriría tener relaciones sexuales con un niño/a. Ni se lo plantean. ¿Es meritorio? Creo que lo más meritorio es, si se tiene tales inclinaciones, saber reprimirlas.

    Lo que nos lleva al Bien y al Mal y nuestro libre albedrío para elegir el camino.

    Evidentemente, mi capacidad expresiva en estos temas es menor que la tuya, acostumbrado a tales lides.

    ResponderEliminar
  2. Alguien dijo que "no conoczco el corazon de un criminal, conozco el de un hombre honesto y es horrible". Mala cosa conocer demasiado la intimidad de otra persona
    un saludo

    ResponderEliminar
  3. ¡Qué va, eso no es perder la moralidad Gregorio!; eso es solo algo de lo que la prensa de espectáculos hace habitualmente. No le haces daño a nadie curoseando así.

    Pero, ¿quien soy yo para hablar de moralidad?. Basta con echarle un vistazo a mi blog.

    PD: "Si no te va mal haciendo algo, entonces ese algo no es malo". Frase que va de la mano con "Si te va bien haciendo algo, entonces ese algo es bueno".
    Nietzsche tal vez tendría algo que decir al respecto...

    ResponderEliminar
  4. Luri
    yo
    quiero
    ese
    libro

    (voy a buscarlo a ver si lo encuentro en amazon)

    ResponderEliminar
  5. Estimado Gregorio:

    Lo primero, agradecer que convierta ahora en notas "visibles", sus primeras impresiones sobre las notas que "Roig" hiciera visible a su vez de los misterios que Bataille hiciera "visibles" en relación al Erotismo. Como sabrá, en el también autor de "El Aleluya" convivían las apasibles labores de las bibliotecas con las mas incendiarias consignas sobre la "economía del exceso", tan importantes para sus futuros seguidores postestructuralistas.

    Hay algo en hacer notas, algo en lidiar con las palabras y en la escritura que constituye una primera forma de moralidad, de hacer visible al deseo y someter sus demandas multiformes, de encarrilarlas en los rieles discurso. No tema entonces. Usted ya ha decidido hacerse visible para nosotros y se lo agradecemos, del mismo modo que se lo agradecemos a Roig, Bataille y compañia.

    En esa dirección, la conexión de Roig entre el mito platónico y la sacralización de la trasgresión secreta, podría hallarse justamente en esta posibilidad de remitirse a un estadío anterior no sólo de los encarrilamientos que ejerce el lenguaje sobre el deseo sino de la propia comprensión del yo en un cuerpo, en una unidad que unifica y limita también el caos inicial de la vida.

    Así pues, el problema del anillo, no es el de la violación de la "intimidad" como tal - eso apenas es una consecuencia funesta de ello, quizas exageradamente preocupante por nuestra concepción liberal de "intimidad".

    El verdadero acertijo y reto de la moralidad planteados el mito platónico es que supone la ausencia de limites en el propio deseo; un deseo sin cuerpo, sin referencias a un otro o al sin discurso. Ahora bien, si buscamos ser libres, sin cuerpo y sin discurso - pues el lenguaje puede ser otra ilusión- es decir, si lo que busca la filosofía es salir de la caverna y todas sus "determinaciones", ¿como sería posible ser moral?

    Reitero mi gratitud por haber encontrado tal reliquia. Disfrutela.

    Saludos desde Lima

    ResponderEliminar
  6. Más que la ética —uso el término como quasisinónimo de ‘moral’, vocablo que da ñáñaras sólo de escribirlo—, es la estética del crimen la que puede resultar fascinante. En este sentido, si seguimos a De Quincey, el crimen sólo se vuelve objeto estético cuando su perfección impide que pueda demostrarse el acto criminal. Desde esta perspectiva, tanto el anillo de Giges como la lámpara de Aladino convertirían a cualquier facineroso de tres al cuarto en un artista, al excluir a los ojos de todos su participación en el delito. El arte criminal evolucionaría hacia la categoría de entretenimiento cotidiano o de quehacer doméstico. Algo, a mi modo de ver, detestable. Además, sin riesgo de pena, ¿en dónde reside el placer del crimen? ¿En dónde la emoción y la belleza?
    Toda esta palabrería porque recordé, al leer la historia del anillo, un poema —medio largo, eso sí—, de Panero:

    Palabras de un asesino.
    ‘De igual manera el asesinato comienza por decir que no es un asesinato: se realiza en el silencio y en la belleza del disfraz: hecho de silencio y disfraz, como la poesía, el asesinato es una de Ante la alternativa entre "el asesinato considerado como una de las bellas artes" (de Quincey) y las bellas artes consideradas como un asesinato (Sartre en su prólogo a Jean Genet), yo escojo ambas. El asesinato es bello cuando es indemostrable y perfecto, cuando escapa a la ley y no a la razón; las bellas artes pueden ser consideradas como un asesinato cuando se sitúan en el decir más puro, y las palabras son el asesinato de las cosas; esto es, lo universal niega lo singular. La singularidad más pura, sin lo universal, es una alucinación: es el asesinato de la razón.
    Cuando la palabra no designa nada por lo menos es decible, no así la cosa fuera de la palabra, que ni siquiera es pensable, y emite un grito ¡Tekelili-!: todo universo muere en el crepúsculo de la razón. El término de la filosofía en el asesinato de la razón.
    Así el loco es esa conciencia inmunda que sucede cuando la conciencia deja de pertenecer a lo universal:
    su conciencia es el asesinato del alma.
    El asesinato, como la memoria, sucede cuando algo desaparece, cuando se pierde de vista y ya no existe, al menos de una forma patente, tiene existencia secreta. Es así que lo más puro es la nada; y la conversión de algo en nada es el tema del asesinato, y es por ello que puede decirse que el asesinato es lo más puro, lo que nos permite compararlo con una de las bellas artes.
    El asesinato tiene que ejecutarse sin ser visto: igual que las bellas artes ama la oscuridad y el silencio, en el que se derrama la poesía. También, el asesinato puede compararse a un pase de magia: como la poesía, es el sombrero en que muere un conejo para siempre, como la pipa desaparece y muere en la palabra pipa y lo singular indecible de la pipa en lo universal de la palabra pipa. Y así la pregunta clave del asesinato es ¿qué sería de la pipa sin la pipa? La nada, y hasta la nada no es si se nombra, pues si se nombra, pues si se nombra algo tiene que haber, aunque este algo sea la nada.
    las bellas artes, y siendo estas como aquel son matrices de la desaparición del sujeto y objeto, las bellas artes son un asesinato. Que los dioses se masturben, comoJulie Christie, ante la cercanía de este inmenso cadáver, y que el conjuro para comenzar la lectura sea: Abra cadavre'

    ResponderEliminar
  7. Maty: Desde mi punto de vista lo meritorio es la creación consciente del hábito, lo que Aristóteles llamaba "segunda naturaleza", es decir, un ser posible a partir de mí mismo.

    ResponderEliminar
  8. Gilgamesh: ¿Pero no te parece que a un hombre lo hemos de juzgar más por su biografía que por sus vísceras?

    ResponderEliminar
  9. Alejandro: Nietzsche, efectivamente, tiene mucho que decir sobre esto. Suya es la idea de hacer de la propia vida una obra de arte. Y yo creo que esa es la clave, nuestro sentido de la estética respecto a nuestra propia biografía.

    ResponderEliminar
  10. Celia: no creo que te resulte difícil encontrarlo. Y si es así, yo te dejaré el mío (con la condición de que no leas las observaciones d ela Roig). Si lo consigues, espero leer en uno o varios posts tus opiniones.

    ResponderEliminar
  11. Pierrot

    Usted es muy listo. Exactamente en el “visible” entrecomillado está la clave del asunto. Porque son las comillas el alma del erotismo. El erotismo es cosa de medias luces y visillos. El amante del erotismo, se diferencia de Jack (el Destripador, por supuesto) en que siempre deja velos por correr. Sabe que lo más profundo del alma está en la piel. Ya ve usted, me gusta la concepción liberal de la “intimidad”.

    Claro, claro, Platón y Aristóteles lo sabían bien: el deseo siempre es susceptible de un más y de un menos. Por eso el erotismo es el juego de ponerle límites estéticos al deseo.

    Ser moral es ser sensible a la vergüenza. Por eso los grandes creadores son amorales. Los grandes filósofos, también.

    ResponderEliminar
  12. Noli: Platón es muy puñetero, siempre dice mucho más de lo que aparentemente sugiere. Para entender en toda su profundidad la historia de Giges hay que relacionarla con lo que cuenta Herodoto del rey Candaules. Hay un cuadro de William Etty con el título de ""Candaules, rey de Lidia, muestra a su mujer escondiendo a Giges, uno de sus ministros, mientras se va a la cama". Le aconsejo que le eche una mirada.

    ResponderEliminar
  13. También podría guardar ese anillo para las ocasiones en que piense "tierra, trágame". O por si algún día, caminando por la calle, ve que va a cruzarse con ese pelmazo de vecino.
    Aunque sin duda sería tentador... ¿Qué nos aleja de quebrantar la norma sino el miedo al castigo?

    ResponderEliminar
  14. Arrebatos: Esa es la cuestión. Luego... ¿la bondad se debe a una incapacidad para hacer lo que realmente nos apetece o a la domesticación del propio carácter?

    ResponderEliminar
  15. Supongo que nadie menciona lo evidente porque este post no trata de lo evidente, sino justo de lo contrario. Pero lo echo en falta, así que allá va. Es algo así como: "Ajá... Así que Tolkien plagió..." El Señor de los Anillos cuenta más o menos la misma historia y utilizando el mismo recurso: el poder de hacer lo que a uno le de la gana conduce sin remedio al mal.

    Por lo demás, la estética del crimen se ha trivializado y cotidianizado demasiado, a través de una presencia constante en los medios de comunicación. Y no me refiero sólo a los informativos, sino a la ficción.

    Quizá de tanto verlo se vuelva aburrido. Quizá esta sobreexposición ante lo prohibido sea una inteligente estrategia disuasoria.

    Saludos.

    ResponderEliminar
  16. Sin pretender igualar la rica erudición de los comentaristas, sólo me atrevería a contar algo que me ha sucedido ayer; y que parece una variación sobre el mismo tema de lo que cuenta hoy Gregorio Luri: el hallazgo de un libro misterioso y misteriosamente anotado también.
    Ayer, por la tarde, en un tren de cercanías, reparé en un librito, sucio y desencuadernado, que viajaba él solo entre desechos de periódicos, hojas tiznadas y basura medioambiental. Se trataba de la curiosa edición de 'Haschisch', de Walter Benjamin, un profeta de la nueva farmacia, editorial Taurus, 1980, traducción de Jesús Aguirre... En fin, como para preguntarse qué hacía ahí una cosa así, abandonada y sin dueño. Era como un cachorro malparado. Con todo el cariño, lo metí en mi bolsa mientras el libro ronroneaba de placer. También está anotado, y profusamente. Pero no sé por quién: ¿Era un pasota...? ¿O era un científico con sentimiento de culpabilidad por haberse fumado un porro en el fin de semana en que encontró el único ligue de su vida, del que quisiera desprenderse hoy...?
    Saber consuela. Pero ignorar y suponer excita.
    Saludos.

    Grifo

    ResponderEliminar
  17. Claudio.

    Repecto a Nietzsche y la vida como obra de arte.
    Cuando he leído biografías del hombre, me han hecho dudar de sus ideas sobre lo que es vida y lo que es arte.

    ResponderEliminar
  18. Grifo: Bien hallazgo, sin duda. Javier Aguirre cuando aún no era el marido de la duquesa de Alba era progre e inició la proeza de traducir a la Escuela de Frankfurt. Yo creo que lo desmesurado de la empresa fue lo que le arrojó a los brazos de la alcurnia madura.

    Respecto a Benjamin, me sorprende eso de "profeta de la nueva farmacia", pero quizás no esté mal visto del todo.

    ResponderEliminar
  19. Claudio: Recuerde usted las palabras de Jesús a sus discípulos sobre los fariseos: "Haced lo que ellos os digan, pero no hagáis lo que ellos hacen".

    ResponderEliminar
  20. Puede que sea debido a mi pesimismo, pero se me hace harto difícil confiar en el ser humano.
    Dudo que haya nacido el hombre que no aproveche en beneficio propio el binomio poder-impunidad. De todos modos, es posible que el límite lo marque la propia conciencia, si eso existe en posesión de ese binomio. Algunos quizás se limitaran a sacar provecho. Otros para, directamente, hacer daño.

    ResponderEliminar
  21. Siempre he tenido mis dudas de si la moral era adquirida , ciertamente pienso que forma parte de nuestro sistema de simbolos y como todo se aprende , bien y mal se me presentas asi cambiantes mutantes a tenor de cada civilizacion , aunque no desecho algun impulso biologico en su trasfondo .

    En cuanto al poder de ser invisible , seria una experiencia insolita que no me resisto a probrar

    ResponderEliminar
  22. ¿Pero no te parece que a un hombre lo hemos de juzgar más por su biografía que por sus vísceras?

    Claro en cuanto al juicio de los demás, pero ¿y la conciencia de uno?

    Imagina que no solo no guarda el anillo sino que lo destruye después de una lucha moral con su intención primera: guardarlo y usarlo.

    La "voluntad de poder" es vencida por el "deber moral", pero en cualquier caso, la tentaciónm ha existido y lo sabe. Siempre estará contaminado.

    Es como aquel que cuenta que una vez pudo ser, y tener, y que renunció por bondad... Contarlo ya es síntoma de la contaminanción, del pecado que lleva en si... ¿Quien puede estar exento de ello?

    Umla hablña de Tolkien: que hermosa parábola.

    Y en cuanto al erotismo, ¿no es eso desvelar, mirar a través de los velos, dejar que se aparten en si mismos para mostrar lo deseable, lo inaccesible... ¿No surge de ese desvelar y ver, una vez más la voluntad de poder, y la violencia...?

    ResponderEliminar
  23. Yo estoy en que Pierrot ha dado en la tecla adecuada al decir que "el verdadero acertijo y reto de la moralidad planteados el mito platónico es que supone la ausencia de limites en el propio deseo; un deseo sin cuerpo, sin referencias a un otro o al sin discurso". Pero yo no veo un acertijo, sino una tesis fuerte, que podemos extraer "a contrario": un ser sin cuerpo es un ser que no tiene porque respetar las normas éticas, precisamente porque las normas éticas se describen a la escala de los cuerpos. Sin cuerpo no hay ley que escribir sobre el deseo. Tronos, Dominaciones, Potencias, etc., son seres amorales. No digamos ya dios.

    ResponderEliminar
  24. Estimados todos:

    Sobre el tema de la omnipotencia de la invisibilidad o del deseo que se libera incluso del propio cuerpo, diría que esta ha dejado de ser un sueño planteado por autores romanticos, nihilistas o por teoricos postestructuralistas. Un primer comentarista mencionó justamente esta irrupción en los medios de una cultura del "destape", del "reality" y el exceso del curioseo. Pienso que los medios y el capital global de alguna manera promueven esta idea de un espectador sin cuerpo al que le impone una falsa forma de liberación y ubicuidad, casi de omnisciencia, mientras se disuelven las relaciones y las estructuras de control. Es como para darle vueltas a la cabeza...

    Con respecto al lugar que tiene el mito de Giges en Platón, pues si, el tio es siempre más que lo que aparenta. Y de hecho, es menos "platónico" de lo que suele difundirse.

    Justamente el camino de la caverna (no la permanencia en ella) del filosofo (que además no es tanto un individuo sino un dialogo de dos) hace referencia a un proceso que involucra un otro, a las determinaciones del discurso y las del propio cuerpo.

    Siempre tuve la impresión de que el mito del anillo tenía la finalidad de discutir esa forma de libertad sin determinaciones, que pretende ahorrar el trabajoso paseo del filosofo hacia fuera de la caverna.

    Por cierto, sobre estos nexos entre moral, mente, la consciencia del propio cuerpo, el lenguaje, la mirada de los otros y la invisibilidad, pueden hallarse cosas mas que importanes en Lacan.

    Saludos desde Lima.

    !Este café esta buenisimo! Te felicito Gregorio.

    ResponderEliminar
  25. Arrebatos: Hace unos años un amigo que tenía, como yo, una hija adolescente, me confesó entristecido que nuestras hijas nunca tendrían la suerte de encontrar hombres tan buenos como sus padres.

    Desde entonces le digo a mi hija o a mi mujer, depende del momento: Tengo envidia de ti porque me tienes a mi.

    ResponderEliminar
  26. Peggy: ¿Podemos ser morales? Si podemos, debemos.

    ResponderEliminar
  27. Luis: Pero el deseo no nos hace inmorales, sea cual sea. A no ser que seamos católicos, y entonces nos hace pecadores. Es la relación con nuestros deseos la que nos hace morales o inmorales y ello depende de la distancia crítica que podamos establecer con ellos.

    ResponderEliminar
  28. Otro: Me has hecho pensar en un Dios epicúreo al modo aristotélico, como deseo del deseo de sí mismo.

    ResponderEliminar
  29. Pierrot: Le confesaré una cosa: Desde que vi un documental en el que aparecía Lacan hablando en una de sus clases, le tengo miedo. Cuando, además, descubrí que había adquirido esa maravilla que es "El origen del mundo" de Coubert y que había mandado hacer un cuadro que pudiera cubrirlo y así alejar su contenido de las miradas indiscretas de las visitas, me proporcioné a mí mismo todos los argumentos que necesitaba para ahorrarme la lectura de sus infinitos seminarios.

    ResponderEliminar
  30. Estimado Gregorio:

    Le confesaré también que en un principio la obra de Lacan me fue tan dificil (como todavia mae es), sobre todo por esta fama de excentricidades que precede a su autor así como cierto "aura esóterico" que acompaña no solo a sus textos sino a algunos (doy fe que felizmente no a la mayoria) de sus "seguidores".

    En ese sentido, confieso ademas que si bien tales "resistencias" han sido vencidas, aún me considero más un "lego" en el asunto antes que como un "ardiente devoto de"

    Sin embargo, el esfuerzo lacaniano por separar al psicoanalisis de cierto tono "positivista" y "naturalista", la incorporación del tema de lo simbólico (que ya estaba en Freud), entre otras cosas más, trazan interesantes lineas de conexión entre el psicoanalisis, la filosofía, la teoría del lenguaje, entre otros campos más.

    Desde luego, esto siempre ha generado reclamos sobre los "limites" de la teoría psicoanalitica y la utilidad de su práctica. El levantamiento de esta frontera ha sido y es una preocupación tanto de quienes rechazan al psicoanalisis como aparato teorico, como para quienes desde dentro de la disciplina, encuentran esteril estirar demasiado el discurso psicoanalitico y llevarlo fuera de la practica clínica, del diván.

    Bueno, le agradezco el dato. No conocía la anecdota de Coubert. De veras que da miedo.

    Nuevamente, un saludo a su café.

    ResponderEliminar
  31. Pierrot: Sobre "El origen del mundo" escribí lo siguiente en un blog anterior, que murió por problemas técnicos:

    "fue pintado en 1866 y, como era de esperar, suscitó las más encendidas polémicas. A Maxime du Camp le parecía una basura perfecta para ilustrar las obras del marqués de Sade. Los hermanos Gouncourt, por el contrario, lo encontraban ``bello como la carne de un Correggio''. No se me ocurre manera más precisa de describirlo. Su primer propietario fue Khalil-Bey, embajador en París de “La Sublime Puerta” (...)

    De las manos de Khalil-Bey pasó a las del barón húngaro Ferenc Hatvany, que la guardó, primero, en su colección de Budapest y después, cuando los tambores de guerra retumbaban por Europa, en la caja fuerte de un banco. Tras ser confiscada y ser objeto de chanzas para soldados alemanes y rusos la obra volvió a París, donde fue adquirida, en 1955, por Jacques Lacan, gracias a la intermediación de Pierre Granville. (...) Lacan no mantuvo mucho tiempo desvelada su propiedad. Por los motivos que fueran (...) encargó a su amigo André Masson un lienzo surrealista que la cubriera, pero que pudiera descubrirse fácilmente, según el antojo de su propietario.

    Tras la muerte de Lacan sus herederos pagaron al Estado francés con esta obra los correspondientes impuestos sucesorios. Desde 1995 se encuentra en el museo d’Orsay, en cuya tienda de souvenirs cualquier turista postmoderno puede conseguir por menos de un euro una reproducción de “El origen del mundo”.

    ResponderEliminar
  32. Por cierto: El artista dedico "El origen del mundo" a su madre.

    ResponderEliminar
  33. Vaya!

    El incidente da para escribir todo un libro.

    Saludos

    ResponderEliminar

Vehemencia

 I Tras tres días sin poder separarme de Benjamin Labatut y su Maniac , pero ya he cerrado la última página. Y como suele ocurrir cuando has...