martes, 27 de febrero de 2007

Ocata - New York

Hace dos años hicimos las maletas y nos fuimos, toda la familia, a pasar una semana a Nueva York. Era abril y aún había nieve por los rincones umbríos de Central Park y al anochecer soplaba un viento helado que lejos de desanimarnos, nos empujaba a mi hijo y a mi a recorrer las calles, atravesando Manhattan de punta a punta a horas intempestivas. Nos dimos unas caminatas que nos dejaban baldados y felices. Cuando ya no podíamos dar un paso más entrábamos en los bares más raros que encontrábamos y a la salida, si no había otro remedio, cogíamos los transportes públicos. La gente es, siempre, el mejor espectáculo. Fue un gran viaje. En una de nuestras escapadas decidimos ir a huronear por Harlem. Hay tributos que es necesario pagar a la propia fantasía. Además mi hijo quería comprar no sé qué musica estrambótica. Entramos en diversas tiendas y en todas nos trataron de la forma más correcta. En una de ellas, que estaba regentada por unos negrazos imponentes, auténticos rascatechos, comenzamos a hablar de esto y de lo otro e, inevitablemente, salió el tema del barrio.

- Si queréis emociones fuertes, fuertes de verdad -nos dijo uno de aquellos hombrazos-, lo que tenéis que hacer es ir a España.
- ¡Somos de España! -le contestamos.
- Pues el lugar más peligroso que conozco yo está en España.

Nos añadió que había estado trabajando de guardaespaldas en Torrevieja, pero que se había cansado de vivir peligrosamente y había decidido venir a retirarse a la placidez de Harlem.

Al regreso descubrimos pronto que era mejor hablar poco de nuestro viaje y, en cualquier caso, no convenía mostrar excesivo entusiasmo. La mayor parte de nuestros amigos no se podía creer que en el aeropuerto nos hubiesen tratado con amabilidad y diligencia, que hubiésemos viajado en metro por toda la ciudad sin ningún percance, que hubiéramos descubierto librerías magníficas y restaurantes baratos, etc, etc. A algunos parecía que estábamos provocándolos si les asegurábamos que nos había entusiasmado ese milagro de monstruosidad a la medida del hombre que es Manhattan.

La verdad verdadera es que el único disgusto que tuvimos fue con una panda de gamberros que no paró de dar la lata en el tren en nuestro trayecto de El Prat a Ocata. Se subieron en la estación de Sants y se apoderarn del vagón como si fuera un despojo conquistado al enemigo. Por un momento incluso añoramos Harlem.

25 comentarios:

  1. Sepa Ud que es un provocador, Don Gregorio.
    Es bien sabido que NY es una ciudad hostil y que en los aeropuertos estadounidenses, la policía y los de inmigración están ahí para incomodar al turista.
    Como en España no se vive en ninguna parte.

    ResponderEliminar
  2. Pues no se, no se: en mi primer viaje a NY, por los setenta, hice una ruta en coche con un vendedor de caramelos para v er tiendas y en harlem solo entrábamos en aquellas frente a las cuales se podía aparcar; si había que caminar por la calle siquiera unos metros, mi zcompañante seguía la marcha. Era un tipo curioso, cubano exilado y nacionalizado que en Cuba se llamaba Tony Vereda y en USA se cambió el nombre por el de Anthony Road.
    Coinncido en la enorme sensación de familiaridad y dacilidad para tratar con la gente de la ciudad, y últimamente con la invasión hispana que hace que uno se sienta en un cosmos familiar.

    ResponderEliminar
  3. uysh
    a mi NY, me da mucho respeto
    prefiero las reverencias japonesas

    pero por si acaso, dígame que guía utilizó, quien sabe, a lo mejor, cuando vuelva a ser solvente, o me haya hecho rica con mis memorias en Japón, me de por cruzar el charco (hacia el otro lado)

    ResponderEliminar
  4. Arrebatos: Lo mío, señor Arrebatos es probo candor.

    ResponderEliminar
  5. Luis: entre ese viaje tuyo y el nuestro pasó por la alcaldía de NY el señor Giuliani.

    ResponderEliminar
  6. Celia: Como guía básica las películas de Woody Allen, acompañada de las canciones de Lou Reed, un poquito de New York Dolls y dosis ingentes de mitomanía. Por ejemplo: un sitio al que tenía que ir -y, por supuesto, fui- era los váteres de Central Station. Volveré en cuanto pueda y, a ser posible, para quedarme quince días.

    ResponderEliminar
  7. para quedarse en los váteres de la Central Station?

    ResponderEliminar
  8. Claudio.

    Tiene razón arrebatos.
    Menos viajar y más leer el periódico, señor Luri.

    ResponderEliminar
  9. Celia: Es usted muy graciosa. Lo que tenía que hacer allí ya lo hice. Así que la cuenta está saldada.

    ResponderEliminar
  10. Claudio: ¿Se quiere creer usted que, aunque compro todos los días el periódico hay muchos que ni tan siquiera lo abro? Encuentro en ellos demasiado ruido y aspaviento cubriendo las noticias.

    ResponderEliminar
  11. Le aplaudo Gregorio, que si le contara...(un día hasta puede que le cuente y le interese lo que le puedo explicar:))

    Saludos cordiales

    ResponderEliminar
  12. Claudio.

    Una posible banda sonora.

    http://www.youtube.com/watch?v=posaExdApGg

    ResponderEliminar
  13. Claudio.

    Oops!
    El enlace que quería enviar era éste, auqnue el otro no creo que le sepa mal a nadie.

    http://www.youtube.com/watch?v=-muRwDA8l8A&mode=related&search=

    ResponderEliminar
  14. Doña Mar Caly-Opsis: ¡Me interesa! ¿Cómo no me va a interesar lo que usted pueda contarme?

    ResponderEliminar
  15. Claudio: ¡Menuda propuesta, nada menos que "New York State of Mind"!

    Te confieso un capricho: Tengo a NY por la capital de Europa.

    ResponderEliminar
  16. Lo de Harlem me lo he apuntado mentalmente como anécdota para contar a los nietos.

    Si no hubiese otras circunstancias, hasta creería que estaba Vd. de broma, Don Gregorio.

    ResponderEliminar
  17. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  18. Una que es una nomada ..que no me trevo a decir viajera, encuentra NY de una peligrosidad media , bastante controlable ....al fin y el cabo los sustos sabes por donde vendran , cosa aparte son ciertos paises arabes y sudamerica , ahi aun te puedes encontrar envuelta en cierto "realismo magico" ...
    saludos

    ResponderEliminar
  19. Luri, no es por ser graciosa, es que soy medio dislexica, y como mezclo palabras y frases, a veces llego a curiosas interpretaciones.
    Le juro que había entendido que se iba a pasar usted 15 días en los lavabos de la Central Station. Pensaba yo que realizaría una performance a lo Joseph Beuys, pero leyendo a Platón o recitando a la Solanas.

    ResponderEliminar
  20. Chesk: Tal cual. Podría contarle mil anécdotas más. Por ejemplo que nos encontramos con vecinos de Ocata a los que no solemos ver por aquí. Nos alegramos mucho.

    ResponderEliminar
  21. Peggy: Para peligro, algunos barrios de París. Eso sí que es al selva.

    ResponderEliminar
  22. Celia: Acabas de proporcionar un norte a mi vida. No descansaré hasta que no recite el Manifiesto de la Solanas, a voz en grito, en los váteres de Central Station.

    ResponderEliminar
  23. A mí sólo me han robado en Barcelona y eso que México es según dicen, tan peligroso y yo he andado en tepito, Peralvillo y La Viga con mis hijos y jamás me pasó nada¡para que luego digan!...

    Abrazos, Gregorio.

    ResponderEliminar
  24. mcSuscribo el espíritu desmitificador del comentario, la anécdota si non e vera e ben trovata, pero cuenta elegantemente y de forma muy bien expresada un hecho que parece que incomoda...

    ResponderEliminar
  25. Sr. Anónimo: La anécdota es absolutamente verídica. Podemos dar fe de ello tanto mi hijo como yo. Recuerde usted que, como decía Borges, hay cosas que sólo pasan en la realidad.

    ResponderEliminar

Comer desde el reclinatorio

 I En el tren de vuelta a casa. Hace frío ahí afuera. Las nubes muy bajas, besando la tierra blanqueada por la nieve. Resisto la tentación d...