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jueves, 8 de febrero de 2007

Crítica de la razón democrática I

Sostiene Leo Strauss que el dogmatismo es la actitud intelectual que tiende a identificar el objeto de nuestro pensamiento con el lugar en el que la fatiga nos obliga a pararnos. Hay que sospechar, por lo tanto, de la pereza mental, puesto que siempre nos tiene parados a la altura de nuestras narices.

He pensado en esto mientras leía en Escolar.net que Pedro Piqueras, director de informativos de Telecinco, ha decidido eliminar la sección de economía de los noticiarios, porque no interesa a nadie. Es decir, no interesa al espectador medio que sustenta económicamente a la cadena. Los que no ven más allá de sus narices cargan contra Piqueras. Pero en realidad Piqueras, como cualquier responsable de cualquier televisión privada, sabe muy bien que las parrillas de programación las acaba confeccionando el telespectador.

Si partimos de la definición más elemental de la democracia como sistema político que fomenta la igualdad de sus ciudadanos libres, no podemos por menos de sorprendernos de las memeces que son capaces de elegir los ciudadanos, en el uso de su patrimonial derecho a elegir. Aceptar este hecho tiene, sin embargo, implicaciones graves. Tanto es así que para muchos resulta mucho más reconfortante sostener lo contrario: que son los poderes, fundamentalmente los mediáticos, los que, voluntariamente, tienen atontadas a las masas indefensas y conformistas. Para estos últimos es más reconfortante sentir piedad por un ciudadano tan facilmente maleable que comprometerse en la crítica del conformismo voluntario del ciudadano medio. ¿Qué actitud es más lealmente democrática?

Creer honestamente en la democracia obliga a comportarse como un partidario leal de la misma y, por lo tanto, crítico. Y esto supone aceptar el poder, inmenso, del ciudadano sin por ello verse obligado a comulgar con cualquier forma de su uso.

En otro lugar he criticado a nuestro sistema escolar por fomentar lo que yo llamo “el zappismo intelectual” de nuestros alumnos. La pedagogía del interés, entendida como pedagogía de la diversión, es el primer paso en la creación del ciudadano caprichoso, que es aquel que se sabe armado con el zapping de sus antojos.

32 comentarios:

  1. Luri: es un blog excelente, seguramente porque coincide con mi pensamiento y ello me impide ejercer una función crítica.

    Sostengo hace algún tiempo que debería establecerse un sistema de identificación del perfil del ciudadano medio por la valoración ponnderada (en función de la hora y la afluencia de audiencia) de los ciudadanos que asisten al espectáculo televisivo.

    Estadísticamente, donde la valoración pondnerada se mueve a sus anchas, eso nos incluiría a,los críticos y a los que denostan a los poderes mediáticos como responsnables de la inclutura de la que abominan y sospecho que en muchos casos participan. Ese ciudadano medio, con su escala de medición no por segmentos sino por globalidad, es quien en realidad debe tomar las decisiones políticas al elegir a los políticos de la misma manera que influyen en la cultura, a través de las parrillas.

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  2. Pues, Gregorio, yo creo que la verdad está entre las dos alternativas que usted pinta; o, mejor dicho, que tiene algo de ambas: hay memez, hay "dejadez de funciones" por nuestra parte, sin duda; pero creo que desde las instituciones públicas (pues en mi opinión sí se deben meter en estas cosas) no se hace lo que se debería por poner remedio, por educar, por formar ciudadanos.
    La teorías de manos negras que mueven los hilos y van llevándonos a todos, inconscientes, por donde quieren para manipularnos, tienen mucho de ridículas, de peliculeras, sin duda. Pero yo, aun a riesgo de parecer ridículo y peliculero también, no puedo sino pensar que una población de espectadores de GH o lectores del Marca (por ejemplo) debe de ser facilísima de gobernar, sin nadie que sepa nada ni, por supuesto, sea capaz de protestar por nada serio.
    Por otra parte, el gusto se educa... y se maleduca. Me parece muy optimista pensar que un televidente español medio tiene algún tipo de capacidad crítica, me temo que se limita a tragarse lo que le echen; por eso, estoy convencido de que la programación no sólo responde a esos gustos, sino que los va creando, y que si la programación mejorase, poco a poco se demandaría buena programación.

    Por resumir la tontería: para que el ciudadano reaccione, para que ejerza de tal, con capacidad crítica y decisoria, tiene que estar mucho más formado de lo que actualmente lo está; es irrealista, en mi opinión, y casi injusto, pedirle peras al olmo. Lo que somos dista bastante de lo que usted describe, creo yo, y quien decide, quien detenta el poder, es siempre (al menos en parte) responsable.

    Un abrazo.

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  3. (Y no satisfecho con las inconsistencias recién escritas, sigo)

    Si a los súbditos del emperador siempre se les ha tratado como tontos, y nada se ha hecho por educarlos, es injusto recriminarles que no sean capaces de decir que el emperador está desnudo.
    El niño sí lo es, porque aún no lo han idiotizado.

    Otro abrazo, con toda mi admiración por este incansable blog que nunca flaquea.

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  4. Por la parte que me toca... No creo que mi nivel cultural e intelectual sea excepcionalmente elevado. Y sin embargo, no me dejan escribir tal como suelo hacerlo por aquí o por mi blog para un programa de televisión -concretamente un documental histórico, encima- porque se supone que "el espectador medio no es capaz de entender un texto de esas características".

    Entonces surge la duda, ¿escribo para entretener a un "espectador medio"? ¿Para ofrecerle una información de cierta calidad e interés, que pueda contribuir a su formación o al menos, a abrirle el gusanillo para que se preocupe por la historia? ¿O para un espectador que conozca bien la historia y que sea capaz de entretenerse con lo que ya sabe, pero presentado en un formato poco frecuente en España?

    En fin, que no sé lo que estoy haciendo. Saludos.

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  5. yo no tengo tele, y seguro que además no la entendería.

    Creo que sería un poco raro definirnos por aquello que vemos, tranquilamente en la intimidad de nuestras casas. Que sería de Luri, si simplemente pensáramos que es consumidor de la Solanas???(jejeje)

    La televisión desde siempre ha sido la caja tonta. A veces descubrimos cositas interesantes (últimamente sólo los anuncios platónico-cavernarios). Pero está claro que los programas con un contenido mínimamente cultural siempre se emitirán fuera de parrilla, o a horas intempestivas.
    Cosa que acaba fomentando lo de dormir poco, y las ojeras tan estéticamente intelectualoides.
    (me releo, que me he perdido en mi discurso)

    ¿Que hay entre el despotismo ilustrado y la tiranía de la sociedad?

    Hoy tengo migraña, no sigo.
    (A quien le interese, la tercera temporada de Lost vuelve a estar en antena y ya se pueden descargar los capitulos en el emule )

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  6. Portorosa: Me temo que yo tengo menos confianza en la naturaleza humana que usted. Y, sobre todo, tengo mucha menos confianza en la homogeneidad de la naturaleza humana que usted. Incluso tengo escasísima confianza en la eficacia política de la verdad. Soy mucho más aristotélico que rousseauniano.

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  7. Umla 2001: Se lo oí no hace mucho a Gustavo Bueno: "¡Ya está bien de bajar el nivel para llegar a la gente! ¡Que sea la gente la que haga el esfuerzo de subir su nivel!" Pero esto puede hacerse únicamente cuando no hay competiciones despiadadas por la audiencia.

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  8. Cel·lia: "¿Que hay entre el despotismo ilustrado y la tiranía de la sociedad?": Cronológicamente, la Ilustración.

    Cuando se plantea esta cuestión inmediatamente aparece, más o menos oculta, la del elitismo. Pues bien: yo defiendo el elitismo cultural. Creo que la obligación de los cultos es ser elitistas, manteniendo bien elevado el nivel de la excelencia, porque sólo de esa manera servirá de referencia. Es peor la mediocridad de la "inteligencia" que la del hombre medio.

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  9. Claudio.

    Su exposición de hoy me ha hecho pensar en un tema que me preocupa tanto como me confunde.
    Es el de opinión/razón/verdad en la sociedad democrática.
    ¿Cómo compaginar el valor de la verdad con el "derecho" de cada uno a su opinión?
    El elitismo no lo veo como solución: le faltaría convencer a las no élites de que renunciasen a sus "opiniones" en favor de las "razones" de los que saben. Y una de las opiniones bastante extendidas es el valor relativo de la verdad. Si es así, ¿qué élite queda?
    Y, sin embargo, soy moderno y valoro la democracia y la libertad. Y, a veces, hasta miro la tele. Vaya lío.

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  10. Claudio: La ciudad es siempre, incluso en las tiranías (mejor: sobre todo en las tiranías) el ámbito de la opinión. Lo que nos aboca a la copertenencia no es la necesidad de teoremas, sino las necesidades, tan prosaicas, del cuerpo. Y el cuerpo es precisamente lo que siempre es exclusivamente mío, a diferencia de la verdad, que no tiene dueño. De ahí que sea tan digno de admiración el que algunas personas anden preocupadas por la verdad. A estas personas hay que exigirles coherencia. En cambio el cuerpo (con su tumulto de deseos) y la coherencia (tan sujeta a las normas de la lógica) se llevan fatal.
    Claro que la ciudad para ser creíble ante sí misma necesita cubrir con la capa del pudor aquello que la hace posible: en primer lugar, las pudendas.

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  11. Cel·lia: Evidentemente, eso esperas de ti misma, ¿no?, volver más sabia de lo que fuiste. Y esa es,además, tu gran responsabilidad política.

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  12. Estoy con Gustavo Bueno, hay que exigir esfuerzo. Ahora bien, no constantemente. De hecho, lo más peligroso creo que reside en no presentar una jerarquía de productos, en no enseñar a distinguir y a graduar.
    Se puede pasar un rato divertido con una pura distracción. Yo estoy a favor de que me distraigan con instrascendencias varias. Quizá por deformación profesional,creo que hay que fomentar el criterio, para evaluar, valorar; criterio de jerarquización, pues, que implica, claro, un respeto, un respetar la excelencia. Y eso sí se puede enseñar.

    Lola

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  13. De acuerdo, pero sólo en parte, Lola. Evidentemente la vida es compleja y no solo de la palabra de Dios vive el hombre. Ser excelente las 24 horas del día debe de ser una tortura digna de dioses griegos.
    Pero sobre el respeto a la excelencia, me temo que la criada tracia, con razón, siempre se reirá de quienes por estar pendientes de las estrellas acaban tropezando con cualquier irregularidad del camino.

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  14. Pues yo estoy de acuerdo igualmente con Gustavo Bueno, pero en otro sentido: la televisión es perfectamente democrática. Es, de hecho, lo más parecido a la democracia directa. El televidente puede, en tiempo real, elegir entre una plétora de opciones, y, llegado el caso, elegir ninguna: el botón rojo. Cada pueblo tiene la televisión que se merece.
    Yo estoy, por tanto, en contra de cierto elitismo "prima facie"; de decir sin más que la tele es la "caja tonta", pan y circo. Pero, de verdad, ¿nos damos cuenta de la importancia que le estamos dando a la tele (el "circo") al ponerlo a la altura del pan? ¿si somos, por lo menos desde Hesíodo, "animal que come pan"? Si es cierto el silogismo, hemos de aceptar también que somos "animal que ve la tele".
    Un saludo a todos.

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  15. Sí, se reirá, con razón, y además sospecho que con una risa muy sana, que me despierta cierta envidia. Pero la cuestión es que lo ve, lo tiene delante, y también,a momentos -creo- lo admirará; le picará, por lo menos, la curiosidad y, quizá, acabe por pegar un vistazo a alguna estrella fugaz.
    El problema de hoy en día (se ve incluso en los institutos) es que los excelentes tienden a confundirse con el paisaje. La excelencia como vicio secreto, solitario y oscuro.

    Lola

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  16. Otro, Lola: Yo acepto ese silogismo, sin ningún problema. Acepto que un dato esencial de la política es la necesidad de pan y circo. Y sospecho, además, que la democracia lleva en sí una cierta deriva expasionista (y totalitaria) de esta necesidad.
    Lo que no me creo es que pueda combatirse con el programa ilustrado de educación popular que acaba convirtiéndose en una tecnología política de creación del "hombre nuevo". Creo más en el programa de la educación republicana francesa (seguramente hoy completamente liquidado) de abrir las carreras al mérito, lo cual supone una selección de los mejores para -llamemos a las cosas por su nombre- la formación de una elite republicana.
    Y ahora, tras pasarme buena parte de la mañana releyendo a Aristófanes, me voy al Caprabo a hacer la compra.

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  17. Sin ánimo de insistir más allá de lo necesario: ¡¿mis comentarios le hace pensar que soy optimista y tengo fe en la naturaleza humana?!

    Un abrazo.

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  18. Dios, mi responsabilidad política...me están entrando sudores fríos...me falta el aire...
    responsabilidades...

    Por otro lado, la televisión tiene algo muy bueno y muy práctico: se puede apagar.

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  19. Celia: Es característico de nuestro tiempo el que la expresión "responsabilidad política" suene a hiperbólica, a cosa exagerada que no se le puede cargar sobre las espaldas a ni ningún honesto ciudadano. Sin embargo si la política es, básicamente, una experiencia de copertenencia, alguna responsabilidad tenemos con nuestro ámbito de copertenencia. Yo creo que incluso tenemos, para empezar, una deuda. Y la mejor manera de saldarla es haciendo lo mejor que podamos aquello que nos corresponde. ¿Sigo sonando a conversación de viejas?

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  20. Portorosa: Seguro que he interpretado mal esta afirmación suya: "estoy convencido de que (...) si la programación mejorase, poco a poco se demandaría buena programación".

    Puede usted insistir todo lo que le de la gana, faltaría más. Es usted siempre muy bien venido.

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  21. Claudio.

    ¡Cáspita! Nuevo look. Bitácora... ummm
    Supongo que lo de los drinks aún sigue.
    Enhorabuena y adelante.

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  22. Gracias Claudio. El diseño se lo debo, íntegramente, a la generosidad de Maty.

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  23. Ah, entendido.
    Pero, si usted no cree que eso es así, que esa demanda de programación no surgiría, ¿cómo puede reclamar madurez/responsabilidad política? ¿No es mucho más lo que usted pide?, ¿no está aun más inaccesible?

    Gracias.

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  24. Portorosa: Es que yo no pretendo universalizar esa demanda. Ni mucho menos. ¡Si ya ni los franceses creen en Alain!

    Creo más en la labor callada de los monjes medievales que en la estridente de los promotores de la cultura.

    Pienso en Victor Hugo. Nadie más que él ha creído en el valor social de la educación. "Una escuela que se abre -decía- es una cárcel que se cierra."

    En el fondo tras el proyecto de la Ilustración encuentro la convicción evangélica de que "la verdad os hará libres". ¿Pero cómo podemos estar seguros de los valores liberadores de la verdad?

    Le añadiré que no tengo ningún respecto por eso que llamamos pomposamente "educación" y que enseñamos en la ESO y en el Bachillerato. Lo que creamos es -y eso si tenemos éxito- consumidores de productos en el supermercado de la cultura.

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  25. En mi seminario, con mis colegas (cuando los tenía) habíamos acuñado la expresión "vamos a barnizar" al ir a dar clase. Un barniz cultural que al más pesimista de todos le parecía antihumanizador porque impermeabiliza, y ya nadie quiere saber que no sabe.
    Lola

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  26. Qué pesimista me parece lo que dice Lola que decía su colega.
    En fin, Gregorio, yo, como he dicho varias veces en mi casa, soy el tonto de la cultura (tonto de la educación también vale), por los "poderes" que le atribuyo. Creo que nunca vamos a mejorar mucho, que jamás vamos a ser la sociedad que querríamos; pero que lo que nos acerquemos a ella (o lo que retrasemos el alejamiento) dependerá de nuestra educación (supongo que se entiende que cuando hablo de educación pienso en algo mucho más amplio, variado y duradero que la educación académica).
    Y a la pregunta de quién educa, no soy tan cínico; creo que hay educadores, que somos capaces de educar, que hay luces en medio de las sombras (buf, las cursiladas que me hacen decir).
    Creo también que, en cualquier caso, renunciar a lo bueno por no poder alcanzar lo perfecto no es una buena decisión.

    Como siempre, es un placer estar aquí.

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  27. (Por cierto, el nuevo diseño de plantilla me parece estupendo.)

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  28. Portorosa: Con toda sinceridad: Mi admiración.

    Yo, a mis 52 años, cuando empiezo un nuevo curso lo hago con la esperanza de encontrar un alumno. A veces tengo suerte. Al resto -a los meramente matriculados- intento, por todos los medios, no defraudarlos. Con alguno siempre fracaso.

    Los que nos vamos convirtiendo en carcamales (y no crea usted que no le doy vueltas y vueltas al asunto) es que cada vez ponemos más interés en no empeorar las cosas que en mejorarlas. Mi utopía en este momento (y la tengo por una utopía razonable) es no hacer daño a nadie.

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  29. Me alegro que le guste a usted el faenón de Maty (faenón en sentido taurino, obviamente).

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