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jueves, 15 de febrero de 2007

Amores reales II

Como podéis ver, San Valentín ha tenido la virtud de hacer reverdecer las raíces de mi romanticismo. Además de mirar embelesado las historias de amor de las revistas del corazón (¡hay que ver cómo sufraga nuestra estulticia el paro millonario de una considerable panda de inútiles!), ando con la imaginación revuelta de amores reales. Hoy, con los de Felipe IV.

Cuando el padre Flórez se pone a hacer la lista de sus hijos bastardos, casi se queda sin tinta: don Francisco Fernando Isidro de Austria, de madre ignorada; doña Ana Margarita, religiosa agustina; don Juan José de Austria, hijo de la comedianta conocida como La Calderona; don Afonso, dominico y obispo de Málaga; don Carlos; don Fernando de Valdés, general de artillería; don Alfonso Antonio de San Martí, obispo de Oviedo y Cuenca, hijo de una dama de la reina; don Juan de Cosío, religioso... y así hasta la treintena.

Madame de Aulnoy, en sus impresiones sobre la corte, sostiene que formaba parte de la etiqueta el que las queridas del rey ingresaran en un convento al ser abandonadas. Y añade a modo de ejemplo que, estando el rey prendado de una dama de palacio, acudió una noche a llamar a su puerta, pero ella, al entender para qué se la requería, contestó : "Vaya, vaya con Dios; que no quiero ser monja". Y es que una mujer que había sido tocada por el monarca sólo podía ser tocada posteriormente por Dios.

Antoine de Brunel añade en su Voyage d'Espagne curieux, historique et politique lo siguiente:
"Se habla en Madrid de una dama que le fue inexpugnable, pero que sin embargo se entregaba a otros para divertirse. Se excusaba siempre de las persecuciones del rey, protestando que no era que no estimase su persona, sino que la respetaba, pero que no quería ser puta de historia."
Y yo me quedo en la duda de si es más vergonzoso ser puta de historia que mema (o memo) de semanario.

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