Felices los que saben reírse de sí mismos,
porque nunca terminarán de divertirse.Felices los que saben distinguir una montaña de una piedrita,
porque evitarán muchos inconvenientes.Felices los que saben descansar y dormir sin buscar excusas porque
llegarán a ser sabios.Felices los que saben escuchar y callar,
porque aprenderán cosas nuevas.Felices los que son suficientemente inteligentes,
como para no tomarse en serio,
porque serán apreciados por quienes los rodean.Felices los que están atentos a las necesidades de los demás,
sin sentirse indispensables,
porque serán distribuidores de alegría.Felices los que saben mirar con seriedad las pequeñas cosas
y tranquilidad las cosas grandes,
porque irán lejos en la vida.Felices los que saben apreciar una sonrisa
y olvidar un desprecio,
porque su camino será pleno de sol.Felices los que piensan antes de actuar
y rezan antes de pensar,
porque no se turbarán por lo imprevisible.Felices los que saben callar y ójala sonreír
cuando se les quita la palabra,
se los contradice o cuando les pisan los pies,
porque el Evangelio comienza a penetrar en su corazón.Felices los que son capaces de interpretar
siempre con benevolencia las actitudes de los demás
aún cuando las apariencias sean contrarias.
Pasarán por ingenuos: es el precio de la caridad.
pero lo he hecho cn una sana intención política y, por lo tanto,
él sabrá comprenderlo perfectamente).
Ahora entiendo por qué mi camino está lleno de sombras.Gracias T.Moro.
ResponderEliminarHaz en todo caso, querida Maga, lo que Sir Thomas dice, pero no hagas siempre lo que él hizo.
ResponderEliminarMe has hecho sonreir (con permiso de D. Tomás) Lo tendré todo muy, muy en cuenta. Sobre todo lo de no tomarse uno mismo demasiado en serio. Y lo de no buscar excusas para no dormir. ¿Ya has vuelto de vacaciones? Saludos cordiales.
ResponderEliminarSea cual sea tu aportación, amigo Gregorio, que yo ignoro porque no tengo el poema original, me resulta evidente que la felicidad es dificil de alcanzar por uno mismo.
ResponderEliminarDesde mi punto de vista, caro Luis, no solamente es díficil de alcanzar sino que uno tiene que apreciarse a sí mismo lo suficiente como para aspiar a algo mas noble que a la felicidad. La felicidad -Goethe tenía toda la razón- es cosa de plebeyos. Sin embargo esta oración de Moro me parece un magnífico ejercicio de honesto cristianismo.
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