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sábado, 15 de julio de 2006

Digresión tras una cena en casa de Danielle

Está bien tener filósofos escépticos, irónicos, cabreados e incluso está bien tener filósofos nihilistas; todo esto lo puede soportar un país con más o menos arrogancia (es el caso de Francia), pesadumbre (¡ay, Alemania!) o indiferencia (Italia) pero lo que es fatal para cualquier comunidad política es no tener políticos creyentes. Sin políticos creyentes o, al menos, sin políticos que representen de manera verosímil sus creencias, un país se descose. No podemos renunciar a la fe del político sin renunciar a la fe en nosotros mismos. Un político nihilista es un oxímoron” (casi como un “filósofo creyente”). El político puede tener cualquier vicio, menos el de la increencia; el filósofo puede tener cualquier vicio, menos el de la fe. Claro está que estoy hablando de filósofos, no de intelectuales. De hecho el intelectual vive de parasitar las dudas del filósofo y metabolizarlas en fórmulas. El filósofo tiene como trabajo el pensar la problematicidad de los límites de todo lo que hay, hasta del mismísimo “Todo”, tan grande Él, y tan imponente. El filósofo no respeta nada. Lo mismo flirtea con la naturaleza que mete en el tubo de ensayo un axioma, y hasta la lógica completa la pasa por el pasapuré, si se le antoja. El político, por el contrario, tiene como oficio hacer creíbles los límites de la ley (es decir: fomentar el olvido de la naturaleza), porque las leyes, para merecer su noble nombre, además de ser obedecidas han de ser respetadas. Y una ley respetada es la que expresa en su formulación un deseo colectivo de obediencia. Está claro que para llevar adelante su cometido el político no puede estar venteando cada día las dudas de su alma –si es que las tiene, que lo más terapéutico es pensar que no- ni andar sometiendo sus convicciones a la revisión permanente. Las convicciones han de ser más duraderas que las modas. Y ahora no quiero acordarme de que aproximadamente la mitad de nuestros políticos llevan cuarenta años haciendo revisionismo (porque entonces tendría que admitir que la otra mitad, también). Así que, para concluir, me reafirmo: Necesitamos filósofos escépticos e incluso nihilistas (¿por qué ser menos que los franceses?), pero políticos creyentes (deberíamos aspirar a ser algo más que los franceses). Y esto es todo lo que tenía que decir.

6 comentarios:

  1. Pues lo has dicho con una lucidez absoluta.
    Dice Gustavo Bueno que filósofo es solamente áquel pensador que tiene un sistema completo propio, en términos filosóficos, que lo demás son pensadores a secas. Esto lo decía en relación a Savater. Supongo que tu al escribir sobre filósofos te estás refiriendo a la segunda categoria. ¿Es así?

    "Y una ley respetada es la que expresa en su formulación un deseo colectivo de obediencia" Ni siquiera es una cuestión de matiz, porque la lectura sobre la marcha me ha hecho detener la marcha para aplaudir (metafóricamente, claro) pero inmediatamente me asalta una duda. Ya he expresado mi convicción de que el escrito no existe (también metafóricamente) hasta que es leído, lo cual me hace dudar del contenido. Será lógico pensar que "expresa en su formulación al leerla..." No pienses que es una cuestión de estilo, no me detendría en ello, sino de fondo.
    Comparto plenamente el contenido y algún día se terciará debatir sobre las dos funciones básicas, a mi entender, del político: la moral y la del gestor. Por ello me hace sonreir tu acertada afirmación del permanente estado de revisionismo, achacable probablemente a la falta de "escuela" de la primera generación, allá por la transición, que potenció la aparición de un modelo basado en la oportunidad.
    Por lo demás y como disgresión tras una cena en casa de Danielle, habrá que felicitar a quien haya cocinado.

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  2. Bueno, Danielle Farnoux es la aristocracia entre los pucheros, lo cual tiene su miga, sobre todo teniendo en cuenta que ayer era 14 de julio. Así que "marchons, marchons...".
    1) Con respecto al filósofo: yo me refiero con este nombre a los tres o cuatro que aparecen (cuando aparecen) por siglo. Es lógico que Bueno -no en vano es el creador del concepto de "cierre categorial"- crea que el filósofo posee un sistema propio, pero un sistema no es tal hasta que él msmo genera las preguntas que es capaz de responder y, al mismo tiempo, genera con las preguntas las respuestas que lo explican. Un sistema abierto no es un sistema, puesto que no prevée la pregunta que puede demostrar su falsedad. Dicho de otra manera: el filósofo tiene que ser "católico", en el sentido etimológico del término (katha+holos), pero el todo (holos) se reserva siempre la última palabra, con lo cual el mejor filósofo no es el que mejor cierra un sistema sino el que mejor sabe interrogar al Todo.
    2) La cuestión de la ley es "la" cuestión. Yo creo que se vive siempre en un estado normativo previo (en el interior de un horizonte de sentido) que no solamente antecede a cualquier lectura de la ley sino que establece las condiciones de posibilidad de cualquier lectura. Pero desarrollar esta cuestión me llevaría a explicar mi interpretación de Carl Schmitt y eso, con el calor que hace es demasiado. Así que dejémoslo para otro día.

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  3. 2 - Comprendo y asimilo "el estado normativo previo". No altera mi manera de entender anterior y me permite enterderme contigo.

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  4. Siempre nos vemos en el interior de algun horizonte de sentido que da sentido a "nuestro" sentir

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  5. unos fieras como decimos en aragon
    (el cuco)
    Paco de Lucia, los llamria, "unos bicharracos" refiriendose a gente excelente, talentosa, noble...

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