Buscar este blog

miércoles, 12 de julio de 2006

Cuentos de los hasidim

Los Hasidim, es decir “los piadosos” son un grupo judío de carácter místico que pretende reproducir el Antiguo Testamento con la mayor fidelidad posible. Son, de hecho, una cultura dentro de la cultura judía y sobresalen por su rigorismo, puritanismo y meticulosidad en la observancia de la ley. Políticamente son decididamente antisionistas ya que defienden la esencia exílica de los judíos. Su regeneración será obra del Mesías, no de los políticos. Así que se niegan a pagar impuestos al Estado de Israel, lo cual no quiere decir, sin embargo, que hagan ascos a las subvenciones. Su literatura es riquísima y, como muestran los siguientes ejemplos, no carece de humor:

I. El rabí Izar de Wolbotrz refuta el solipsismo

Cuenta la leyenda que un muerto que en vida había sido un ciudadano muy influyente, fue a ver a rabí Issahar de Wolbortz, suplicándole que lo socorriera, ya que tenía necesidad de dinero para su segundo matrimonio.

- ¿Acaso no sabes –le preguntó el rabí- que no vives ya en nuestro mundo sino que te encuentras en un mundo ilusorio?

Y como el visitante se negaba a creerle, separándole los faldones de la chaqueta, el rabí le mostró que debajo llevaba la vestidura de los muertos.

El hijo del rabí, al conocer esta historia, dijo a su padre:

- Entonces ¿quién sabe si yo mismo no me hallo en un mundo ilusorio?

- Cuando se sabe que existe un mundo de ilusión –respondió el rabí- es que no se está en él.

II. El rabí Jacob José Kohen descubre, prekantianamente,
la diferencia entre la conducta contraria al deber, de acuerdo con el deber y por deber.

Tres funcionarios fueron designados para custodiar los tesoros del rey. El trato diario con las riquezas les corrompió el alma y decidieron robar cuanto pudieran, repartírselo y huir. A poco tiempo uno de ellos lo pensó mejor y regresó. El segundo regresó persuadido por un amigo. El tercero presenció la ejecución de un desfalcador y regresó por miedo. El primero recuperó la confianza del rey, el segundo recibió un cargo de menor responsabilidad y el tercero fue nombrado verdugo de los desfalcadores.

- Hay tres clases de personas en este mundo, que obran como estos tres funcionarios en cuanto al cumplimiento de los mandatos de Dios –explicó el rabí Jacob José Kohen.

III. El socrático rabí Israel ben Eliezer

Un hombre piadoso se quejó al rabí Israel ben Eliezer, diciendo:

Me he esforzado largo tiempo al servicio del Señor, pero no he mejorado en nada. Sigo siendo una persona vulgar e ignorante.

El rabí respondió:

- Has logrado la comprensión de que eres vulgar e ignorante, lo que es en sí algo apreciable.

IV. La amistad, sin duda, es un buen negocio

Un ladrón muy anciano era ya incapaz de dedicarse a su oficio y se moría de hambre. Un hombre rico, al enterarse de su miseria, le envió comida. Tanto el rico como el ladrón murieron en el mismo día. El juicio del magnate se celebró primero ante el Tribunal Celestial. Fue hallado en falta y sentenciado al Purgatorio. Pero un ángel llegó corriendo a llamarlo cuando estaba a la puerta. Lo condujo de vuelta al tribunal y se enteró de que se había anulado su sentencia. El ladrón a quien ayudara en la tierra había robado la lista de sus faltas.

5 comentarios:

  1. Me ha gustado que dediques este espacio para escribir sobre estos cuentos de los Hasidin,y efectivamente como pones,su literatura es riquisima.El rabino de la CIB conoce miles de estos "cuentos",y siempre que tiene oportunidad los explica a grandes y pequeños.

    ResponderEliminar
  2. Como seguramente ya has sospechado, Edna, no está elegida la fecha de aparición de estos cuentos en El Café de Ocata por casualidad.

    ResponderEliminar
  3. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

    ResponderEliminar
  4. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

    ResponderEliminar
  5. Me han gustado mucho sus cuentos.

    ResponderEliminar

22 de diciembre

 I Se mire como se mire: el 22 de diciembre debiera ser la fiesta nacional de España. Nada nos une más que la lotería de navidad. II Esa ale...