–¿No estaremos empeñándonos en infantilizar la infancia? –se pregunta Gregorio Luri.
Y trae a colación dos cartas: de Thomas Jefferson a su hija Patsy, de 11 años, con los quehaceres del día (música, baile, dibujo, escribir cartas, leer libros en francés...); y de William James a su hija Peggy, de 8, refiriéndole en un lenguaje que escapa al premio Loewe un episodio doméstico sobre la fatiga de un colibrí.
Yo añadiría la carta de despedida de Cary Grant a su hija Jennifer, de 20: “Sé comedida, respeta el esfuerzo ajeno. Esfuérzate por lograr lo mejor y el buen gusto. Mantén el juicio puro y la conducta limpia. Un breve sueño y despertaré a la eternidad. Si no despierto como nosotros lo entendemos, entonces seguiré viviendo en ti, amadísima hija”.
Via SALMONETES
Ayer tuve la fortuna de descubrir una película en la que un maestro de primaria argelino refugiado en Quebec, llamado Mr. Lazhar, se empeña en tratar con sus jovencísimos alumnos el tema de la muerte (su anterior profesora se ahorcó en el aula) y en hacer ejercicios de dictado con la prosa de Balzac.
ResponderEliminarLa escuela republicana francesa les planteaba a los alumnos ejercicios de este tipo: "Escribe una redacción de 4.000 palabras sobre el tema X siguiendo el modelo de Balzac". Otros tiempos, otros ámbitos.
EliminarAl maestro Lazhar, en cambio, le reprochan que use a Balzac, sugiriéndole que busque algo más facilito.
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