Me llamó hace unos días una periodista muy escandalizada. Quería conocer mi opinión sobre el famoso vídeo en el que una niña le pega una paliza a otra ante la impasibilidad de sus compañeros. En realidad, como comprobé enseguida, no quería conocer mi opinión sino constatar que mi opinión coincidía con la suya. "Lo que me resulta más incomprensible", me dijo con el tono propio de quien se está rasgando las vestiduras, "es que unos adolescentes se muestren tan inhumanos que graben todo y después lo cuelguen en Internet, como si fuera lo más normal". "Pues no comprendo tu escándalo", le dije. La buena mujer que esperaba, como la cosa más natural del mundo, que los dos nos hermanáramos en una vomitera de indignación moral, se quedó perpleja. "Estoy seguro de que en la web de tu diario ya habéis colgado el vídeo". Efectivamente, así era.
La indignación moral es la pseudovirtud que encuentra más noble el vómito que el apetito. Eso sí, es muy gratificante, porque, por lo visto, cuanto mayor es la ineficiente capacidad de escándalo de una persona, más buena se cree. Y para dejar constancia del escándalo somos capaces de hacer exactamente aquello que criticamos.
¡Muy bien contastado!
ResponderEliminarComo te habrás dado cuenta, he querido decir contestado.
ResponderEliminarDigámoslo así: la indignación moral es la defensa del alma contra la herida de la duda sobre sí misma; reordena el cosmos para apoyar la justicia de su causa. Justifica condenar a muerte a Sócrates. Reconocer la indignación como lo que es constituye el conocimiento del alma y es, así, una experiencia más filosófica que el estudio de las matemáticas.
ResponderEliminarUmmm… me parece que la indignación moral, al menos la filosófica (¡qué contrasentido!) se pone inmediatamente a favor de Sócrates y en contra de la democracia.
EliminarEs un hecho que siempre me ha parecido especialmente sangrante. Se exhibe aquello mismo sobre lo que se denuncia su exhibición. Es de una hipocresía aterradora.
ResponderEliminarHay males cuya sola presencia mancha, pero en el fondo se gozan con el morbo de su contemplación. Es infame. Hemos perdido un mínimo sentido del pudor. Hay un accidente o un atentado y ya hay gente grabándolo para colgarlo. Los presentadores de los informativos con cara solemne nos explican que es "su deber" mostrar imágenes que pueden herir nuestra sensibilidad. ¿Por qué? ¿Por qué tengo que ver un cuerpo despedazado para entender que a una persona le ha volado una granada? ¿Qué imagen será la siguiente cuando me haya insensibilizado, cuando el grado de impactos visuales que necesiten para atraer mi atención sea mayor?
Somos una pena, una verdadera pena.
El dolor como espectáculo televisado a la hora de la comida o de la cena… da para mucha gesticulación, pero no nos corta el apetito.
EliminarAsí es, don Gregorio, o así lo veo yo también. Buenos días
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