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miércoles, 18 de septiembre de 2013

Amor a la patria

Soy de los que creen que el patriotismo es una virtud política. Pero aún creo con más firmeza que no hay una manera canónica de querer a un país. En mi caso reconozco que a veces me gusta ponerle cuernos al mío.

5 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Recuerdo un largo viaje en coche por los Estados Unidos... La vida nos va hundiendo en un suelo particular y vamos echando raíces de forma natural (casa, trabajo hijos, nietos...) y cada vez es menos probable que me ofrezcan un trabajo en la UCLA, por ejemplo. ¿No ha sentido usted nunca que su vida real está en un sitio al que no acaba de pertenecer, pero no por culpa del sitio en el que está, sino por esta condición tan extraña de uno de ser una especie de árbol con alas?

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    2. No he estado en Estados Unidos, lamentablemente. Pero mi admirado Julián Marías sí, y desde su asumida condición española, decía que había conseguido algo peculiar, la amistad con un país.

      Esos y otros hechos me hacen pensar que, en el fondo, debe ser un país hospitalario, por mucho que desde aquí nos dediquemos a ver la paja en el ojo ajeno.

      Respecto a encontrar dónde está mi sitio, si yo le contara. Afortunadamente en este desnortamiento vital generalizado tengo dos estrellas polares con coletas que me ayudan a no perderme.

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    3. En el fondo y en la forma es un país hospitalario, donde es muy fácil establecer relaciones y que posee un sentimiento muy enraizado de la solidaridad. Obviamente tienen el porcentaje de imbéciles que parece inherente a toda comunidad humana, a los que inmediatamente convierten en espectáculo público. Pasa una cosa curiosa con los Estados Unidos por nuestros lares: Si dices que has viajado en el metro de nueva York por la noche con absoluta tranquilidad, hay quien cree que estás mintiendo. Una vez mi hijo y yo nos encontramos en una tienda de discos de Harlem con un negro inmenso que nos dijo que si queríamos vivir emociones fuertes, debíamos visitar Torrevieja, donde él había estado trabajando de guardaespaldas. Había vuelto a Harlem buscando tranquilidad.

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  2. Si va de reacciones paradójicas, el golpe de estado de Tejero and the bad seeds... me pilló en una universidad de Boston y, a pesar de lo que significaba, de haber triunfado, una posibilidad de exilio casi dorado, tomé la decisión de volver en el primer vuelo en el que pudiera coger billete, ¡quién sabe si a reeditar la vieja lucha contra el fascismo de las brigadas internacionales! Y no volvía a defender patria alguna, sino la vigencia de una constitución. Por suerte pude acabar el curso a su tiempo y volver, después, a mi discreto destino individual, ajeno a los delirios de las megalomanías patrióticas. Tengo interés sociológico por ver la película de Arévalo...

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