Al comisario del puebloNikolái Ivánovich Yezhov
Me gustaría explicarle en esta carta cómo, tras diecinueve años de irreprochable servicio al partido y al poder soviético, después de que el partido y el Gobierno me hayan concedido las órdenes de Lenin y de la Bandera Roja por mis esfuerzos durante dos años de completo sacrificio activo y de lucha en condiciones de una guerra cruel, puede ser que les abandone.
Así comienza la carta en la que Alexander Orlov, jefe de la oficina del NKVD en España, anuncia que se pasa a los Estados Unidos.
Termina de esta manera:
Si me dejáis tranquilo, jamás me embarcaré en nada que perjudique al partido o a la Unión Soviética. No he hecho ni haré nada perjudicial para el partido y nuestro país.
Juro solemnemente hasta el fin de mis días no decir una palabra que pueda perjudicar al partido que me educó, o al país donde crecí.
P.D. Te ruego que des la orden de no molestar a mi anciana madre. Ahora tiene setenta años, y es inocente. Soy el último de sus cuatro hijos y es una criatura enferma e infeliz.
Durante años, Orlov estuvo declarando ante la CIA. Habló mucho y escribió mucho. Pero nunca confesó nada relevante sobre los planes de la URSS o sobre sus espías en Europa y los Estados Unidos.
Orlov es el espía que engañó a todo el mundo.
Y la operación Nikolai, con Andreu Nin (por cierto, entusiasta lector de Nietzsche)marcando las tramas de la guerra dentro de la guerra...
ResponderEliminarEfectivamente.
EliminarTambién su hija (de Orlov) era una criatura enferma e infeliz. Debía, realmente, saber mucho y dañino para que le dejara "en paz" Yezhov!
ResponderEliminarLo sabía todo sobre las redes de espías soviéticos en Europa. Y no dijo ni una palabra relevante. No denunció a nadie... Aunque, eso sí, tuvo el valor de advertir a Trotsky de lo que se le venía encima... con el resultado conocido.
EliminarLola, uno lee cosas de este tipo y siente que las grandes palabras de la democracia han de ser sustentadas en la fe, porque los hechos...
Si. Y que no la perdamos, la fe, porque nos vamos a pique. Compleja existencia, pardiez!
ResponderEliminarDesesperó, echando balones fuera,a un joven Stanley Payne que lo entrevistó.
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