Tras leer un post de Arrebatos he recordado lo que le le ocurrió a J., un adinerado abogado de Ocata que aquejado de varias dolencias físicas, se compró un coche de segunda mano en muy malas condiciones y se fue a Santiago. Ya que no podía hacer el camino como Dios manda, decidió tener un gesto con el apóstol jugándose la vida por las carreteras o, como él dice, "poniendo su vida en manos del Santo". ¡Y que fuera lo que él quisiera!
Una vez llegado a Compostela sin ningún incidente notable, se dirigió inmediatamente a la catedral, a ponerse a los pies del Santo, pero para hacerlo en las oportunas condiciones de levedad espiritual, primero se confesaría.
Así que se arrodilló en el confesionario y comenzó el recitado de sus pecados, que me parece a mí, conociéndolo como lo conozco, que no serían ni pocos ni de poca monta. Pero en el proceso de la confesión el cura le preguntó por su profesión. "Abogado, padre", contestó J. "Pues entonces me vas a venir muy bien -le dijo el cura- porque tengo yo varios pisos en alquiler y en un par de ellos andan remolones para pagarme." "¡Padre!". "¡Dime hijo!". "Yo no tengo problemas para ayudarle, pero no tengo por costumbre recibir a mis clientes de rodillas". "Tienes razón, hijo". El cura salió del confesionario y allí mismo le hizo su consulta. Una vez resueltos los asuntos mundanos, retornaron a los espirituales, recuperando las posturas de rigor.
Nunca le he podido sacar a J. cuánta penitencia fue necesaria para librarse de sus pecados. Sí que me dijo que como la consulta jurídica era compleja se creó una larga cola de penitentes, que sin duda, añadieron el de impaciencia a sus muchos pecados.
Una vez llegado a Compostela sin ningún incidente notable, se dirigió inmediatamente a la catedral, a ponerse a los pies del Santo, pero para hacerlo en las oportunas condiciones de levedad espiritual, primero se confesaría.
Así que se arrodilló en el confesionario y comenzó el recitado de sus pecados, que me parece a mí, conociéndolo como lo conozco, que no serían ni pocos ni de poca monta. Pero en el proceso de la confesión el cura le preguntó por su profesión. "Abogado, padre", contestó J. "Pues entonces me vas a venir muy bien -le dijo el cura- porque tengo yo varios pisos en alquiler y en un par de ellos andan remolones para pagarme." "¡Padre!". "¡Dime hijo!". "Yo no tengo problemas para ayudarle, pero no tengo por costumbre recibir a mis clientes de rodillas". "Tienes razón, hijo". El cura salió del confesionario y allí mismo le hizo su consulta. Una vez resueltos los asuntos mundanos, retornaron a los espirituales, recuperando las posturas de rigor.
Nunca le he podido sacar a J. cuánta penitencia fue necesaria para librarse de sus pecados. Sí que me dijo que como la consulta jurídica era compleja se creó una larga cola de penitentes, que sin duda, añadieron el de impaciencia a sus muchos pecados.
Notas de Martin Varsavsky en USA.
ResponderEliminarEl NY que algunos no imaginan:
http://spanish.martinvarsavsky.net/general/nueva-york-no-es-lo-que-la-gente-que-no-estuvo-aqui-cree.html
Aspen.
http://spanish.martinvarsavsky.net/usa/aspen-donde-los-ricos-son-progres-y-los-pobres-fachas.html
Y la razón del grass is greener que le pasó por alto a Tocqueville.
http://spanish.martinvarsavsky.net/general/%c2%bfpor-que-el-pasto-del-vecino-es-mas-verde.html
La primera vez que me fuí a Santiago, sali de casa, pare en el bar, y un Señor, de cuya pinta espero que tu imaginación lo componga, pregunto ¿viaje?
ResponderEliminarvoy a peregrinar.
Me contó.
Había tenido un hijo muy enfermo, y le prometió al santo que iría dscalzo si sanaba.
Sanó el hijo, y el hombre "no le quedó mas remedio"
salió de casa, subió al mercedes, se quitó los zapatos y le dijo al chofer "a Santiago"
Y no se calzó hasta que llego.
Le vi la pinta, y me lo creo.
Y se que te gusta esa historia.
¡Qué me dice, Don Gregorio! ¿Tienen a los mercaderes escuchando confesión en Santiago?
ResponderEliminares que un abogado y un cura pueden tener mucho en común, uno maneja las leyes espirituales y el otro las terrenales. Qué avispado este cura...
ResponderEliminarTiene usted razón, don Ignacio. ¡Me encantan estas historias!
ResponderEliminarClaudio: No, desde luego que Nueva York no es lo que la gente que no estuvo allí cree que es. Pero yo ya me he rendido. Por ejempplo, es imposible hacerle creer a un antiamericano que se puede viajar tranquilamente en el metro de Nueva York a cualquier hora.
ResponderEliminarArrebatos: Los caminos del Señor son inescrutables...
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