En La riqueza de las naciones Smith diferencia dos esquemas morales que según él prevalecen en todas las sociedades civilizadas. Uno sería el “strict or austere” y el otro el “liberal, or, if you will, the loose system”. El primero contaría con el respeto y la admiración de la gente corriente, mientras el segundo estaría adoptado por lo que Smith llama “people of fashion”. Ya sé que lo que Smith y nosotros entendemos por “fashion” no es exactamente lo mismo… pero sin embargo, creo que resulta interesante pensar esa diferencia desde nuestra concepción de lo “fashion”.
Smith sostiene que la gente corriente siempre ha sido partidaria de la rigidez moral y que las revueltas puritanas ganaron sus adeptos entre las clases bajas, mientras las clases altas eran mucho más licenciosas y permisivas. Hoy, salvo quizás en los Estados Unidos, con el formidable fenómeno de los “born christian again” (indisociable del crecente número de americanos que consideran que el declive moral es el principal problema del país), en los países económicamente más avanzados parece que estamos asistiendo a una universalización del “people of fashion” (en todos los sentidos del término), de tal manera que nos estamos quedando sin gente corriente (a no ser que lo corriente sea ir a la última tanto en trapos como en ideas).
En una fecha tan temprana como 1960 Daniel Bell llamó la atención sobre una contradicción que atraviesa las sociedades capitalistas avanzadas. Por una parte requieren para su funcionamiento de una cierta convicción de la necesidad de la autodisciplina y de la postergación de la gratificación inmediata del deseo; pero al mismo tiempo estimulan la autoindulgencia y el hedonismo impaciente. Tanto es así que la mercantilización del deseo se ha convertido en el principal motor de una economía que, sin embargo, necesita una mano de obra que no sea especialmente sensible a este mensaje.
La impaciencia por la gratificación hedonista y la mercantilización del deseo afecta especialmente al sexo. Alguna vez he llamado por aquí la atención sobre el sorprendente hecho de que la misma sociedad que degrada el tabaco al rango del vicio, tolera la promiscuidad sexual como una cuestión relativa al inalienable derecho individual a hacer con el propio cuerpo lo que más nos plazca.
Pero la moral-fashion no puede ocultar ya las contradicciones culturales de la liberación sexual. No ha sido una ganancia sin pérdidas y, por lo tanto, si ha sido un progreso, ha sido un progreso problemático. O sea: es problemático que haya sido un progreso.
Me interesan mucho, muchísimo las dos últimas entradas a su blog. Creo que son -sin duda- temas como el aborto, la educación sexual y la "liberación sexual", temas muy importantes, diría que fundamentales para entender el mundo en que vivimos.
ResponderEliminarQuerría solamente -a parte de felicitarle por el blog- pedirle una pequeñisisma bibliografia. Sobre este tema ya leí algo de A. del Noce, Guillebaud (La tiranía del placer)y tengo un libro -que todavía no he leído de Hetmul Schelsky sobre la Sociología de la sexualidad.
Un tema “colateral” pero que creo que podría dar bastante juego, en otro momento, es el de la relación entre filosofía y vida sexual (tengo en mente el libro de Botul “La vida sexual de Immanuel Kant")
Muchos saludos
Muy interesante, pero me estás haciendo pensar más de lo debido en este comienzo de año, bandido.
ResponderEliminarY en esto de la exaltación de la individualidad la blogosfera no deja de ser un claro caldo de cultivo para liberales, independientes, hedonistas y otra gente de buen vivir¡ ;-)
ResponderEliminarAntes que Daniel Bell ya dijo algo parecido Ortega en la Rebelión de las masas referido a los hombres de ciencia. Vislumbraba un oscuro futuro para la ciencia cuando de una parte los científicos precisaban una alta disciplina ascética y de otra los fines de ésta eran los del mero placer de la mayoría. A la larga los científicos terminarían desapareciendo (lo que Ortega no sabía era que se podrían inmigrar de la India y Pakistán, o sí lo sabía y yo no leí La redención de las provincias...)
ResponderEliminarL. de Aguirre
La gestión del deseo, su demora y su satisfacción, tiene una gran importancia en la configuración del carácter. Pero demorar un deseo se puede hacer cuando se sabe que éste puede ser satisfecho. Cuando no, el deseo se vuelve compulsivo.
ResponderEliminarLa compulsión actual del deseo y su utilización como mercancía hunde sus raíces en el suelo puritano que refrenaba no solo la satisfacción sino incluso el mismo deseo. Dicho de otra manera, el puritano no está demorando el deseo, más bien es víctima de una moral que lo ha enfermado y no sabe lo que es la satisfacción sexual. Ni tampoco la vivencia emocional, ni el feeling corporal que nos orienta como un genio, ni las imágenes que emergen del sueño como dioses en auxilio ... Es un castrado en su afectividad y en su imaginación. Ha desarrollado unilateralmente un intelecto abstracto y "puro" que es su orgullo y perdición.
En ese contexto es entendible que se empezara a hablar de liberación sexual. Pero este movimiento es hijo del puritanismo y hereda muchas de su dolencias. La separación de amor y sexo del puritanismo deriva en pornografía. Son las dos caras de la incapacidad de demorar el deseo: la primera por su aniquilación y la segunda por su compulsión.
Es el descubrimiento y elaboración del inconsciente, la comprensión de las emociones, el acercamiento a la sensualidad de las civilizaciones orientales y el cultivo del erotismo lo que nos puede hacer llegar a integrar el impulso sexual y el deseo amoroso. Llegado a ese punto tendrá sentido la demora del deseo más allá de su significado abstracto. ¡¡Y vaya si sería un gran progreso!!!
Don Cogito: El libro de Botul es un cuento. Siento no poder ayudarle, porque no soy especialista en estas cuestiones. Más aún, tiendo a desconfiar de los especialistas en sexualidad.
ResponderEliminarRythmduel: ¡Cachis la mar! pensar más de la cuenta es siempre un exceso.
ResponderEliminarYooriento: Pero la blogosferta es un balcón narcisista que tiene una ventaja: si se caen nuestras macetas no les da en la cabeza a nadie. Este nuestro es un narcisismo bastante pacato. Tantos narcisos juntos relativiza mucho la relevancia ególatra de cada uno.
ResponderEliminarLope: Es que Daniel Bell fue un lector muy atento de "La rebelión de las masas".
ResponderEliminarTaliesin: La trampa de la liberación sexual es que es poco democrática. Hay quien no se come un rosco. Y no son pocos. Y esto, viviendo en una sociedad que proclama la inocencia del deseo, es más frustrante que lo que fue antaño la conciencia del pecado.
ResponderEliminarGestionar las frustraciones inevitables de nuestros deseos insatisfechos no es que sea bueno o malo: es, simplemente, imprescindible.
O vivimos con otros, y entonces tenemos que reprimirnos, o vivimos solos, y entonces no tenemos posibilidad de satisfacer buena parte de nuestros deseos.
El problema es que la "inocencia del deseo" es la capa superficial, bajo la cual pervive aún la conciencia del pecado. Si hay personas que no se comen un rosco es precisamente por lo segundo y su frustración bien pudiera hacerles aprender que la "inocencia del deseo" es un camelo y que sigue pendiente de confrontar la conciencia del pecado.
ResponderEliminarEs tan imprescindible gestionar las frustraciones del deseo insatisfecho como satisfacer el deseo sin frustraciones.
Desde luego la represión es una de las vías de gestionar el deseo pero no es la más recomendable. Lo reprimido siempre vuelve y cada vez con más insistencia. La sublimación es un vía más aceptable en tanto que elimina la compulsión de lo reprimido.
Pero aún disponemos de otra más recomendable: transformar el deseo en símbolo y esperar que la nueva consciencia transformada por el símbolo sea más propicia a que del cielo nos lluevan los roscos (esas cosas pasan, no se vayan a creer).
Quiero decir que es posible vivir en sociedad y quedar abrasado de deseo por una mujer que pasa (o viceversa) y vivir con ese fuego, apasionado por la vida. Eso sí, se requiere entrenamiento y fe en la inocencia del deseo. Sin ellos, las consecuencias son la represión o el aquí te pillo aquí te mato. Ámbos casos suelen cursar con conciencia del pecado.
Por otra parte - pensando en D.Juan, por ejemplo - qué energía, qué placer supremo debía existir en los tiempos en que al follar arriesgabas tu condenación eterna.No hay mayor acicate del deseo que, precisamente,la prohibición.Creo que en los tiempos del sexo inocente,higiénico, natural, etc., ciertas alturas del placer y la afirmación "pereat mundus" del yo,ya nunca podrán experimentarse.
ResponderEliminarTaliesin: ¿Aún no ha descubierto usted -dicho esto con el mayor de los respetos- que no podemos vivir sin conciencia del pecado y que tener conciencia es tener mala conciencia? ¿Acaso no son las ideologías políticas fenomenales mecanismos de generación de mala conciencia?
ResponderEliminarDhavar: Desde mi punto de vista era mucho menos pernicioso arriesgar la condena eterna que arriesgar la vida por no usar protección en las relaciones sexuales.
ResponderEliminarEstaba pensando precisamente en los miles de muertos de sida cuando escribía que el progreso en materia de libertad sexual es más que problemático.
La sociedad siempre es bastanta cuentista y no hace lo que predica, en general, mande quien mande. Suscribo la opinión que esos debates son muy interesantes, lástima que los medios de comunicación actuales parece que le tengan miedo a hablar de cosas serias en serio. Sobre la sexualidad, como ha evolucionado todo desde la prohibición a la -casi- obligación -teórica- habría tema para mil blogs, así que paro.
ResponderEliminarClaro que me he dado cuenta. Y también que es algo que atañe más que nada a la civilización judeo cristiana, constituyéndola desde el Génesis, con Adán y Eva y su caída del paraíso.
ResponderEliminarUno de los conceptos mas difíciles de entender para los orientales educados en el budismo es precisamente el pecado original. Para ellos la conciencia es pura y cristalina en su origen y se aplican a volver a ese origen. Por eso, esa identificación de consciencia y mala consciencia es un error, por lo menos de etnocentrismo.
En todo caso lo realmente importante es que hacemos con la mala consciencia que nos dan de mamar en nuestra civilización.
En tu caso, Gregorio, parece que lo aceptas como un dato de la realidad: la mala consciencia es como esa palmera, compañera en las lecturas. Por mi parte, si hubieras leído detenidamente mi anterior post, te hubieras dado cuenta que no evito en absoluto el problema de la mala consciencia.: "...
su frustración bien pudiera hacerles aprender que la "inocencia del deseo" es un camelo y que sigue pendiente de confrontar la conciencia del pecado".
Es decir, aún existen batallas para los guerreros que quieren transformar su conciencia, liberándose de los determinantes de la cultura.
Dhavar, Al traer a colación el caso D. Juan, resaltas el enorme placer de violar la prohibición a pesar de la condenación eterna. Sin embargo, el "largo me lo fiais" parece indicarnos que la condenación eterna no entra en la ecuación del placer.
ResponderEliminarMe temo que el placer provenía de desarmar las objeciones de las mujeres mediante el engaño, para luego abandonarlas. Por cierto, tan alelado te quedas imaginándote el placer que no has reparado en la condena de por vida de estas mujeres. No es que te quiera quitar el rollo, pero recordándote el tema de la responsabilidad de la entrada anterior, ¿no crees que una persona responsable (con las mujeres, no con su salvación) sería incapaz de alcanzar ese supremo placer?
Y es que el cristianismo no nos da un momento de respiro ...
Taliesin:
ResponderEliminarMi comentario era más bien humorístico y , quizá, algo cínico.Pero he elegido mal el ejemplo.Evidentemente, D. Juan era un capullo.Cambiemos a D. Juan por un follador cualquiera de esa época.Y cuidado con lo tópicos.Las señoras principales follaban y mucho desde la edad media -incluida esta época-sin quedar "condenadas de por vida".
Respecto al Budismo,he encontrado textos de maestros Zen que se refieren expresamente al pecado y ponen en evitarlo el centro de su mensaje.Por otra parte, los países budistas e induístas, en la práctica, son mucho más timoratos y reprimidos que nosotros.
Y, precisamente, el descubirmiento de Buda es que hay una falla original en la naturaleza, y que sin curar esa falla - que él dice poder curar alcanzando el NIR-VA-, todo es vano.Esa falla es el equivalente del pecado original, tal como aparece en el relato del génesis, no como se ha interpretado por el catolicismo -mera desobediencia sin otro contenido.
GLuri:Bien,entonces la pregunta es: ¿por qué los africanos follan sin tasa y sin preservativo, a despecho de lo que ocurra, como el SIDA?Y he visto en TV declaraciones de ellos en las que afirman que, bueno, así son las cosas.Se la trae floja.
Siento mucho tener que contradecirte, Dhavar. No hay tal pecado original en el budismo. A no ser que te refieras a Dukha (sufrimiento), primera noble verdad. Pero el sufrimiento en el budismo no una condición original sino existencial.
ResponderEliminarPor cierto, la vía para superar el sufrimiento es la extinción del apego al deseo, no la extinción del deseo mismo, lo cual es imposible.
Es cierto que existen escuelas budistas que remarcan la vía ascética para conseguir el despego del deseo, pero no lo reprimen, tan solo dejan que fluya por la consciencia sin dejarse arrastrar por él. Pero también existe la vía tántrica que acepta y transforma las emociones y utilizan la sexualidad como vía espiritual. De hecho, existen anécdotas de un Dalai Lama (no recuerdo cuál) que todas las noches visitaba (sin esconderse) a una mujer en lo más parecido a un prostíbulo en su cultura.
Yo también he leído en textos zen la palabra pecado. Pero no te confundas: están intentando que los occidentales comprendamos a partir de nuestro lenguaje. Ellos hablan de Karma que no tiene implicaciones morales sino psicológicas.
Taliesín:
ResponderEliminarLo que quiero remarcar, matices al margen, es que no deberíamos sobrevalorar nuestra peculiaridad en relación al pecado.Todos los hombres de todos los tiempos tienen esa noción.
Estoy convencido de que si me beneficio a la hija pequeña del más acendrado budista, eso le parecerá un pecado en toda regla, y querrá, con razón, cortarme el pescuezo, con karma o sin él.
Y lo que señalo con mi relación entre prohibición y deseo es que el deseo siempre acaba saltando por encima de cualquier prohibición, ya que es la prohibición el mayor estímulo del deseo, aquí y en la China.Y que no se gestiona ni se simboliza ni nada.O se satisface o pasas a otra cosa para no reconcomerte.Y eso les pasa igual a cristianos, africanos y budistas.
Dhavar,
ResponderEliminarDices que el deseo no se gestiona ... sin embargo yo creo que la religión, la filosofía, la poesía, ... en fin la cultura, se pueden comprender, en gran parte, como modos de gestionar el deseo.
Taliesin: Casi pensamos lo mismo, pero no. yo creo que la religión, la poesía (si es que hay diferencia entre ambas), la filosofía... en fin la cultura, se pueden comprender, en gran parte, como modos de gestionar la frustración.
ResponderEliminarGregorio,
ResponderEliminarSe ve que ha calado "el malestar de la cultura", pero yo creo que hay más vida después de Freud.
¡Claro que hay vida después de Freud! ¡Lo que no hay es redención después de la muerte de Dios!
ResponderEliminarTaliesin:
ResponderEliminarNunca lo había pensado, la verdad.En general, sospecho que uno escribe, pinta, etc., cuando no es feliz - el hombre feliz no sólo no tiene camisa, tampoco tiene obra-,así que sí, tienes razón, uno se consuela del deseo frustrado haciendo símbolos (mejor que hacerlo cortando cuellos, sin duda.)
G Luri: Dios es un tipo astuto.No estoy seguro de que no haya sido Él mismo el que haya organizado sus funerales y ahora, agazapado tras la Nada, nadie le toca las narices.
y de la postergación de la gratificación inmediata del deseo; pero al mismo tiempo estimulan la autoindulgencia y el hedonismo impaciente
ResponderEliminarDaniel Bell era un poco ingenuo, por lo que veo: no nada tan hedonista como la postergación de la gratificación.
Yo digo que cuando alguien sabe que es sensual siendo sí mismo, no hay más que hacer que relajarse, y disponerse a disfrutar...
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