Uno de los pasajes más intensos de las Memorables de Jenofonte es el de la conversación de Sócrates con Aristipo (II.1). En él, Sócrates parece convencido de que no hay una vía intermedia entre el dominio y
Leo Strauss
Xenophon's Socrates, p 34
Uno de los pasajes más intensos de las Memorables de Jenofonte es el de la conversación de Sócrates con Aristipo (II.1). En él, Sócrates parece convencido de que no hay una vía intermedia entre el dominio y
Leo Strauss
Xenophon's Socrates, p 34
I Respuesta de Rémi Brague al periodista que le pregunta cómo logra un estilo tan claro: «El bolígrafo rojo de mi mujer» II Viaje casi relá...
Ya. ¿Pero qué es fuerte y qué es débil? Veamos un caso de relaciones individuales.
ResponderEliminarUna mujer bella, vital, con aspiraciones a ejercer una función social importante que juzga ser el reto de su vida y la fuente de sus ilusiones. Está casada con un marido conformista con su situación y todos los movimientos de su mujer son vividos con ataques de celos con los que subyuga a su esposa.
La esposa, quizás porque cree en la inviolabilidad del matrimonio canónico, acepta renunciar a sus aspiraciones sociales y a ocultar sus manifestaciones vitales frente a su marido. Sabe que es un neurótico frágil y débil y lo mejor es evitar conflictos para tener una convivencia llevadera, aunque sea insulsa e insatisfactoria.
¿Quién es el fuerte y quien domina? ¿Quién es martillo y quién es yunque?
Fuerte es el que mira por detrás. El que conoce la tradición transgrediéndola y sale vivo. Sócrates fue tonto. O débil. Lo mismo da.
ResponderEliminarYo diría que la fortaleza y debilidad a la que se refiere la obra citada no es la interna del individuo, sino la que gobierna nuestra sociedad, la que rige nuestras relaciones con los demás individuos a la escala que sea. En ese sentido Talisin yo creo que en tu ejemplo ambos individuos son "un pedazo de yunque de la pradera" que diría el clásico de la Calzada. Solo que en tu relato faltan los martillos, que son aquellos que crean o sustentan los temores y el espanto de tus yunques.
ResponderEliminarDe todas maneras me parece una simplificación.
Si hablas del reto de su vida y fuente de sus ilusiones de verdad, esa señora no se queda mirando al techo, tal vez renuncie a ese fin concreto y el marido se conforma con creer que la ha subyugado... pero la vida es larga. Y las mujeres muy malas.
ResponderEliminarTaliesin: El fuerte es el soberano... es decir, como perfectamente lo definió Schmitt: el que puede decretar el estado de excepción, tanto en un país como en una pareja.
ResponderEliminarAnónimo: No fue ni suficientemente listo ni, lo que es lo mismo, suficientemente fuerte. Por eso Alfarabi sostenía que el auténtico filósofo es el que es capaz de unir en sí mismo a Sócrates y a Trasímaco.
ResponderEliminarJaume: Es un simplificación... pero falta por ver si la naturaleza no es, exactamente, esa simplificación.
ResponderEliminarJaume,
ResponderEliminarEs posible que ámbos sean yunques de la pradera en relación a los martillos que faltan en el relato, pero ¿por qué no se puede analizar la relación de poder entre ellos?
Gregorio,
El estado de excepción, en el caso supuesto, lo decreta el marido; luego él es el fuerte. A mí no me convence esa perspectiva. Y es que si estado de excepción va unido a soberano, nos tranquiliza porque suena muy bien. Pero si estado de excepción va asociado a neurótico, parece menos convincente, ¿no?
No puedo dejar de recordar una de mis películas favoritas, el Señor de las moscas. Creo el pasaje en el libro era similar.
ResponderEliminar[Por si no conocéis la historia, y os habéis perdido la correspondiente parodia de los Simpsons... Un numeroso grupo de niños naufraga en una isla desierta y su vida se convierte en pesadilla no por las adversidades, sino por la configuración de la mini civilización]
Cuando las cosas se empiezan a poner crudas, y Pigui, que hasta ese momento sólo había perdido las gafas y un par de amigos -pobrecillo la que le caería después-, se preguntaba hablando con Ralph...
"Hicimos todo lo que habrían hecho los adultos, ¿por qué no funcionó? Pudimos hacerlo mejor Ralph, si no fuera por él.
[...]
Podríamos rendirnos amigo, y unirnos a su tribu, al menos estaríamos con los demás."
Uno martillo no tiene porqué golpear necesariamente al yunque, de hecho en las democracias constitucionales, en las tribus modernas, es así, pero si has elegido ser yunque siempre te arriesgarás a que un martillo en malas manos te golpeé.
Saludos, y perdón por esta intervención tan infantil, je.
Verdugo y víctima,fuerte débil... los dos se necesitan, lo veo como polaridad.
ResponderEliminarEl/la/ aparentemente fuerte se convierte en victima o viceversa.
El ejemplo claro de víctima y verdugo-verdugo- víctima, puede verse reflejada magistralmente en la película "Dogville" dirigida por Lars von Trier. Recomiendo verla más de tres veces.
La esencia de la condición humana es así...
Taliesin: ¿Y por qué te niegas a aceptar que el soberano pueda ser un neurasténico? Al soberano no lo instituye como tal su bondad natural, sino un acto de fuerza. Y la fuerza no tiene por qué ser sabia, ni sensata. Y mucho menos tranquilizadora.
ResponderEliminarPrevost... a mi me gustó más el libro ... Un martillo no tiene por qué golpear el yunque... porque le basta conque sea verosímil su capacidad golpeadora. Y para ello hay que sacarlo a la calle de vez en cuando.
ResponderEliminarNeelam: gran, gran película... formalmente una auténtica tragedia griega, con el coro incluido. ¿Ambos se necesitan? No estoy seguro... aunque ambos se dan, inevitablemente juntos.
ResponderEliminarMil gracias por la habanera
Gregorio,
ResponderEliminarNo tengo ningún problema en llamarle soberanía a la fuerza ejercida por un neurasténico, si así nos ponemos de acuerdo en el lenguaje. Pero quiero recordar que la fuerza del neurótico puede ser un beneficio secundario que nace de su incapacidad de confrontar sus propias debilidades. En el caso propuesto lo que dominaría (lo soberano)sería una debilidad: los celos.
Eso sí, prefiero llamar soberano a aquel que empieza siéndolo en su propria casa y es capaz de superar sus propias debilidades, transformándolas en fuerza creadora. Lo curioso es que aquellos soberanos que rebosan fuerza porque son capaces de dominarse a sí mismos, no son proclives a crear estados de excepción. Como el león: es el rey de la selva, pero no se preocupa de hacer prevalecer su domnio. Cuando tiene hambre o se le presenta un rival territorial, hace uso de la fuerza… y después a relajarse en el trono del soberano.
El primer soberano es la fuerza: el monarca. Cuando la presión de los súbditos es fuerte le lleva a la Ley: se convierte en el Rey y gobierna con ella. Cae en la tiranía por abuso de si mismo y el uso de la fuerza que ha dispuesto para guardar la Ley; y de su vanidad y su egolatría, por el olvido de la Ley, y entonces son los más fuertes la oligarquia, la aristocracia, (los mejores, que no es sino la aparición del plural en la cosa pública) que queriendo reimponer la Ley acaba cayendo en el poder tiránico (cuestión de clase y de autodefensa) hasta que los más, el pueblo organizado en torno a sus líderes, los expulsa y establece el gobierno de todos, donde los más fuertes vuelven a ascender para acabar con la anarquía: aparece de nuevo el Monarca, la fuerza, emergiendo. Y el ciclo vuelve a empezar.
ResponderEliminarEn ese ciclo, le cabe a cada cual situarse en el territorio que le marquen sus fuerzas, sus convencimientos y su disposición.
La soberanía es aquello en lo que ya se está. En último extremo, nada más soberano que la muerte. Otra cosa es que la soberanía quiera adornarse de legitimidad. Para eso, para proporcionar legitimidad a la soberanía, elaboramos discursos filosóficos sobre el Todo (intentando ocultar la desnudez de la naturaleza)y discursos políticos sobre la ciudad (intentando ocultar la desnudez del poder). La filosofía y especialmente la filosofía política, es un discurso pudoroso.
ResponderEliminarLuis: La historia de la soberanía es más vieja que la de la monarquía. Antes de Rómulo y Remo estaban Caín y Abel. Y Antes de Caín y Abel, estaba la frontera que separaba el Paraíso y el mundo. El soberano es el que crea fronteras.
ResponderEliminar“…nada más soberano que la muerte”, “El soberano es el que crea fronteras” (en el contexto del paraiso supongo que se refiere a dios).
ResponderEliminarAquí ya se empieza a hablar de la soberanía como una fuerza impersonal, como primitivamente se hablaba del maná, chi, prana, wanka tanka, etc.
En esas sociedades el soberano humano tiene que estar imbuido y en armonía con esa energía. Cuando no lo está, se justifica su destitución. El propio monarca es el menos libre y el más sometido a tabúes y debe realizar constantemente ritos para mantener la armonía de la naturaleza y del pueblo.
Para meditar.
También se ve muy claro en otra película, 2001 Una Odisea del Espacio, en la escena en que El Mono por fin VE, y entonces levanta el palo, golpea y se hace rey.El garrote es la Ley.
ResponderEliminarLas fronteras son un corsé para el monarca.
ResponderEliminarLa reflexión de Strauss me parece muy hobbesiana y bastante maniquea. ¿No habría que matizar un poco este asunto de los yunques y los martillos? La mayor parte de los martillos hacen de yunques en relación a otros martillos... y hay yunques más esclavizantes que muchos martillos... y mil posibilidades más.
ResponderEliminarEl ejemplo de la mujer bella y vital sometida al esposo neurasténico y celoso... es muy plástico. Pero ¿qué tan vital es la bella, si goza de la subyugación a su marido, bajo el velo de sus creencias religiosas?
Como siempre mitad víctimas, mitad cómplices... ¡Ay, La Boétie!
Dice Rivarol:
ResponderEliminar"El ejército del que uno se vale para sojuzgar está él mismo sojuzgado, y el martillo recibe tantos golpes como el yunque."
C.