Buscar este blog

lunes, 28 de enero de 2008

Into the wild

He visto esta tarde “Into the wild” (Hacia rutas salvajes), película que se le ha ido un poco de las manos a su director, Sean Pen. Pero no quiero hablar de esto, sino de Into the wild, expresión que propongo traducir así (aunque agradecía otras alternativas): “Asilvestrándose”.

Hay en las señas de identidad de la tradición americana una permanente atracción del límite, de la frontera, como si en el alma de cada americano viviese agazapada una llamada que la ciudad no puede contestar. Eso salvaje suele ser o bien algo que se ha de conquistar (y domesticar por medio del turismo o de la industria) o bien algo que se ha de soñar (el sueño del pionero). Pero lo natural me parece que es otra cosa.

Otra cosa que, por cierto, no tiene nada que ver con la ecología, que es una forma de piedad hacia lo salvaje.

¿Qué queremos decir exactamente cuando hablamos de la naturaleza indómita o de la naturaleza salvaje? Se supone que pensamos en algo grandioso, duro, dramático y hermoso; en algo que, en el fondo, nos ofrece algún tipo de coherencia en su desmesura y algún tipo de belleza en su crueldad. De la naturaleza, como ya se insinúa en los cuentos infantiles, se suele volver a casa más sabio y por eso tendemos a no pensar en ella cuando contemplamos un niño con terribles deformaciones congénitas, en una muerte súbita o en nuestras incapacidades para prever las consecuencias perversas de nuestras buenas intenciones.

¿Pero tiene la naturaleza sentido?

¿Y si en la mera pretensión de descubrirle algún sentido se encontrase ya una semilla religiosa?

Me parece que en el momento en que esperamos algo de la naturaleza comenzamos a ser piadosos, porque estamos llamando sin saberlo a las puertas de la providencia.

Buscamos el sentido y allá donde nos cansamos de buscar hallamos la lógica y la fe.

En definitiva: la contumaz insistencia en ver en la naturaleza lo que a ella le importa un bledo tener o no tener expresa con precisión nuestra necesidad de escabullirnos del nihilismo y vivir en la fe de la ciudad.

Quien espera, ya cree.

14 comentarios:

  1. Los taoistas dirían que a la naturaleza le importa un bledo tener o no tener sentido porque es el sentido (tao) mismo en su fluir.

    Heráclito decía “"Si no esperas no hallarás lo inesperado, que es inaccesible y no se puede encontrar".

    ¿Se refirirá el Oscuro a que el sentido acontece cuando se espera sin presupuestos conceptuales previos y más allá de la racionalidad?

    El nihilismo y la fé de la ciudad serían vistos por los taoistas y Heráclito como formas de escabullirse del sentido.

    ResponderEliminar
  2. GLuri:

    Desde que leí The Heart of Darkness, de Conrad, me dí cuenta de que la naturaleza pura, que el mundo de los trópicos provee tan acabadamente, sólo nos lleva a ese "Horror", a la percepción de la infranqueable alteridad entre ella y nosotros.
    Inisito en lo de "pura", ya que la naturaleza que evocamos normalmente está profusamente humanizada y llena de historia, hadas, relatos, etc., es decir, plagada de nuestros posos de sentido.

    Taliesin:
    El Tao y el Zen proponen una experiencia de metanoia y visio dei respecto de la cual nunca jamás he visto un testigo vivo que la haya realizado.
    Todo indica que, trapuesto el umbral -"quedeme y entreme, no sabiendo, toda ciencia trascendiendo"-, todo encaja, pero lograr eso es, realmente, un más allá para el 99% de los mortales.Es, en rigor, objeto de fe, y una desesperante esperanza para los que, presintiéndola , vemos que nunca la alcanzaremos.

    ResponderEliminar
  3. Dhavar,

    Entiendo que si no conoces a nadie que encarne esa sabiduría se te quede todo en un asunto de mera fé. Pero qué me dices de Heráclito, tan caro a Nietzche y Heidegger. Yo no sé mucho de filosofía, por eso me pregunto ¿hay algo que impida a la filosofía profundizar en las sendas de estos autores y tender puentes hacia oriente? En el caso de la psicología profunda sí ha sido posible. La experiencia de adentrarse en el inconsciente es como hacerlo “into the wild”… y el sentido acaba apareciendo.

    Por otra parte, se me ocurre que la posición del nihilista - que no espera nada porque no cree que haya un sentido que esperar – se fundamenta en una creencia. Es decir que el que no espera también cree con una fé quizás impaciente.

    ¿Será el nihilismo consecuencia de la viencia impaciente del tiempo de modernos y posmodernos?

    ResponderEliminar
  4. taliesin:

    Digo que es asunto de fe porque tras bastantes años de práctica y estudio me quedó clara una cosa:
    Si se logra esa experiencia, la certeza de la misma es absoluta, no deja lugar a dudas.Todo lo que sabes mientras tanto es que no la tienes.Es como si un ciego de nacimiento se formara ideas sobre la luz y el color.
    Y, en eso, los místicos de todas las épocas y latitudes forman un coro apabullantemente unánime.Sabes que juegan a algo, pero no sabes a qué.
    El que no espera quizá haya alcanzado una conclusión, no una forma de creencia, -y esta distinción es como separar la piel del pescado con un hacha-lo mismo que el que espera.

    ResponderEliminar
  5. Dhavar,

    Es posible que el mérito del nihilista sea que parte sin presupuestos y llega a una conclusión. Pero en la medida en que esa conclusión fundamenta un modo de percibir y de actuar, se convierte en una creencia. Quizás entendamos cosas distintas por creencia. Para mí una creencia es una representación conceptual. De todas formas creo que no he entendido lo de la piel del pescado y el hacha.

    ResponderEliminar
  6. taliesin:

    Disculpa, son las prisas.Me refería a lo difícil de deslindar esto de la creencia,las conclusiones, la certeza, etc.

    ResponderEliminar
  7. I write this article in a kind of crooked, half-country lane which, taking a turn at the bottom, opens upon the sea. Now I might walk down that lane a million times, and I should still feel that it was right to have walked down it a million times; that it was right to dwell in such a place and to be used to it. The lane is irregular, but it is not abrupt. The sea is awful, but it is not startling. It seems easy to accept the fact that they are always there; it is natural that Nature should be natural. But I know another lane in England crooked also, though a little broader round one corner, of which one sees something more splendid than the sea. The name of this lane is Fleet Street, and the sight is the dreadful dome and cross which Wren set in the sky. Now, when I see this, I do not feel that it is a thing meant to be seen a million times; but once or twice or thrice at some strange crisis of the soul. The sea lies in wait to soothe, but this lies in wait to amaze and to awaken. The sea is a lullaby; the church is an alarum. The waves beyond this little lane are waiting to tell me that Nature is patient and long-lived, and that we are secure in her bosom. But the Cathedral is waiting to tell me that we are not secure, that the sea can be upheaved and the earth be shaken, that heaven and earth shall pass away, but that words shall not pass away. No sceptic or blasphemer, perhaps, ever uttered a more profoundly un-Christian sentiment (in its implication) than that line of a pious Christian writer — “God made the country, but man made the town.” I think Cowper wrote it, I am not sure. If Cowper did write it, Cowper was a worshipper of Pan, and not of Christ. The whole point of Christianity is that man at his highest has a divine authority which is denied to Nature. Nature is not supernatural; in a sense art is supernatural, because man is supernatural. But exactly because Nature is only natural, we ought normally to live in Nature. And exactly because great architecture is in some sense supernatural, we ought to go specially to see it at special times. Our present position is like that of a man who should dine and go to bed in church, and then go and sing hymns in his bedroom. The best mystical tradition is not to be found in the modern poet, whose notion of a holiday is to go into the country. The best mystical tradition is to be found in the old rustic whose notion of a holiday is to go up to London. He sees the green hedges and the grey sea as what they are, the quiet and rational background of man’s life. And he sees St. Paul’s Cathedral as what it is — a sight. But for people like you and me this natural relation of town and country is turned entirely upside down. I see the natural turf and sand about once a year. And I see the exceptional and astonishing Fleet Street almost every day of my life.

    G.K. Chesterton
    The Illustrated London News, 31 August 1907.

    ResponderEliminar
  8. El Tao y el Zen proponen una experiencia de metanoia y visio dei respecto de la cual nunca jamás he visto un testigo vivo que la haya realizado.

    :) Como budista "practicante", doy fe del problema. Hay pequeños grandes logros, y recomendaría la práctica "laica" del zazen a cualquiera, tal y como hubiese querido el mismísimo Thatagatha: preocupándose por sacar la flecha, no por su procedencia. Lo otro, el orgasmo cósmico, no conozco a nadie que lo haya experimentado... excepto con alguna ayudita química. Y así no vale.

    ResponderEliminar
  9. freeman:

    Y, encima, el orgasmo cósmico es sólo un efecto cocomitante.Lo decisivo es la apertura de ese "sentido" y la transformación total que se produce- " a la caza le di alcance",- como dice San Juan de la Cruz.

    ResponderEliminar
  10. La película está inspirada en un libro, publicado aquí ya hace algunos años (Cap a terres salvatges, editorial Símbol, Sant Cugat), de Jon Krakauer, periodista norteamericano, que hizo fama y fortuna sobre una tragedia en el Everest en 1996.

    En principio el libro solo expone una historia personal. Un joven al que aparentemente no le falta nada huye de su realidad y se interna en los bosques del Gran Norte, dejándolo todo atrás.

    Gregorio se fija en la llamada de la naturaleza indomita o salvaje: la "wildernes". Su característica principal es la ausencia de rastro humano.

    Por qué para algunos existe esta llamada de la naturaleza salvaje, virgen, sin presencia ni rastro humano? Buena pregunta y difícil respuesta. Creo que en algunos humanos existe una pulsión atávica hacia el origen natural, que se contrapone a la ciudad, a la sociedad, a la cultura urbana.

    Pero más interesante me parece preguntarse si es posible hoy mirar y entender la naturaleza pura de manera "natural". Es decir, ¿cómo mirar la naturaleza sin el filtro de nuestra cultura, nuestra sociedad, nuestro pasado? Como dice Gregorio, ¿qué sentido tiene la naturaleza para el hombre occidental? Esta es la pregunta. Hay una relacion medial muy dificil, quizás insalvable.

    Es buena la idea de pensar que en la actitud de penetrar en la naturaleza pueda haber una intención religiosa. No lo se, habría que hablar que entiendes por ello, pero no lo tengo nada claro. Creo que hay una actitud de búsqueda, de pregunta, de duda. Pero la naturaleza no puede ofrecer la respuesta. La respuesta está en nosotros y la naturaleza puede ayudar a encontrar lo que hemos de buscar en el hombre.

    En cualquier caso un aspecto interesante del libro (y supongo que de la película) es el aspecto psicológico del protagonista. Complicado.

    ResponderEliminar
  11. enric:

    También hace pensar en otra gran película:La leyenda de jeremiah Johnsson, con Robert Redford.
    Y la cosa viene de lejos.Tan lejos como la Leyenda de Gilgamesh y Enkiddu.

    ResponderEliminar
  12. Perdonad que no conteste hoy. Acabo de llegar a casa y me voy a dormir. Sólo diré dos cosas:
    1) Detesto a Chesterton por lo bien que me entiende.
    2)Enric: Heidegger dice que el hombre moderno ha olvidado la pregunta por el ser. Hay que entender ser por Naturaleza (por esa Naturaleza con mayúsculas que hace que lo natural tenga forma). Añade también sin el hombre el Ser estaría ahí, peor no sería lo verdadero. Sea comos ea, lo acabo de decir esta tarde, no concibo la filosofía sin que haga, como ha hecho siempre, interrogación de la naturaleza (la "physis" de los griegos). Si no sabemos lo que es la naturaleza, tampoco sabemos lo que es la ley.

    ResponderEliminar
  13. Tengo curiosidad por conocer la opinión de Tumbaíto sobre Heidegger. Es un animal de difícil digestión. El alemán, quiero decir.

    ResponderEliminar
  14. En los cuentos infantiles no siempre se vuelve de la Ntza.El viaje iniciático suele ser variopinto.

    ResponderEliminar

Las águilas no cazan moscas

 I Respuesta de Rémi Brague al periodista que le pregunta cómo logra un estilo tan claro: «El bolígrafo rojo de mi mujer» II Viaje casi relá...