sábado, 4 de octubre de 2025

La tragedia es la paternidad

Articulo publicado hoy en el diario ARA.
Esta historia, como tantas otras, tiene su origen en B.

Tras la liberación de Francia, Emmanuel Mounier, el padre del personalismo cristiano convocó a cuatro colaboradores de la revista Esprit y sus familias, para vivir una aventura intelectual en una gran finca con árboles centenarios situada en Châtenay-Malabry, cerca de París, bautizada como Les Murs Blancs.

El núcleo inicial estaba formado por las familias Mounier, Marrou, Fraisse, Domenach y Baboulène. En 1957, al morir Mounier, se sumó la familia de Paul Ricoeur. El propósito era crear un clima de trabajo en equipo, recepciones amistosas y encuentros Esprit. Todos querían cambiar la sociedad, romper con el anonimato urbano, llevar una vida comunitaria, criticar al capitalismo e imaginar una nueva izquierda. Mounier aspiraba a una vida en común pero que preservara la completa libertad de cada uno de los miembros de la comunidad. Nadie quería una utopía del amor libre o la disolución de los límites de la unidad familiar.

Este espíritu de libertad se hizo plena realidad en la vida de los niños. Una veintena de críos  disfrutaba de espacios abiertos, jardines, huerta, cabañas en los árboles... y de la garantía de que ningún adulto frenaría su espíritu aventurero. Si alguien se perdía por el parque, los padres consideraban que era una buena noticia. Aquellos hijos fueron libres. Pero ninguno de ellos quiso educar a sus propios hijos con tanta libertad. Tenían clases de catequesis, que se desarrollaban en un ambiente algo caótico, porque los mayores se divertían haciendo preguntas impertinentes. La religión era omnipresente, pero los padres nunca justificaron su fe ante sus hijos, por no condicionar su libertad. La fe formaba parte de la libertad de cada uno. Fraisse aceptaba el ateísmo de sus hijos a la vez como una gran decepción y un gran orgullo, porque lo habían elegido libremente.

Los hijos publicaron autónomamente una revista, Les Murs Blancs Cancans e incluso un Esprit en miniatura. Por supuesto, los padres les animaban a escribir con plena libertad, sin freno alguno y se sentían orgullosos de su creatividad. Eran grandes pensadores pero no sabían hacer de padres. El hijo de Domenach resume así sus recuerdos: «Nadie se ocupaba ni de sus hijos ni de los hijos de los demás. Estaban demasiado ocupados salvando al mundo».

Cuando llegó el 68, mientras Domenach creaba la expresión "sociedad de consumo", cada familia tenía uno o dos coches, lavadora, televisión y residencia de verano. Los departamentos de Les Murs Blancs habían triplicado su precio.

Los hijos encontraron en el 68 la posibilidad de no ser sólo espectadores de las batallas de sus padres. Había llegado el momento de su compromiso. Un día apareció en Les Murs Blancs una pancarta del Frente Homosexual de Acción Revolucionaria. Lo habían colgado Nicolás, hijo de Domenah, y Olivier, hijo de Ricoeur. Éste último era el campeón de la transgresión. Cultivaba plantas de marihuana y era adicto al alcohol y al éter. Sus padres le dejaron vivir su vida, pero mantenían con él una relación más adecuada para un alumno que para un hijo. Un día trajo a casa a una pareja de amigos homosexuales. Con uno de ellos, Christophe Donner, Paul Ricoeur supo construir la relación de proximidad intelectual y afectiva que nunca tuvo con su hijo.

Olivier fue expulsado de Les Murs Blancs y se fue a vivir a París. Su padre no quiso intervenir a su favor. La pareja de amigos homosexuales siguió viviendo en el apartamento familiar. Olivier cayó en una profunda depresión. Finalmente se tiró por la ventana de su piso de la Rue du Temple. No había cumplido 40 años. Su única propiedad era una sociedad de producción audiovisual llamada «Los muros carnívoros».

Ricoeur confesará a Domenach: «La tragedia es la paternidad». Y, al mismo tiempo, presumía de no haber dicho nunca «no» a sus hijos.

Christophe Donner narra en L'esprit de vengeance los años que vivió con Paul Ricœur y su mujer. Lo hizo con tanta crudeza que empujó a los Ricoeur a llevarlo a juicio por «invasión de la privacidad». La sentencia obligó a la editorial a retirar el libro, pero publicó una segunda edición en la que los nombres de los Ricoeur fueron sustituidos por espacios en blanco, el color de los muros. No puedo evitar encontrar una relación entre este hecho y el título de un gran libro de Ricoeur: Sí mismo como otro.

No hubo una segunda generación de Les Murs Blancs. Pero una figura francesa notable se considera su heredero. Se trata de Emmanuel Macron, que durante un tiempo fue el ayudante de Paul Ricoeur.

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