domingo, 5 de octubre de 2025

Hay almas tan buenas, tan buenas...

 «Hay almas tan buenas, tan buenas, hay personas tan piadosas y caritativas, que el día en que no quedara en el mundo desgracias que socorrer e injusticias que reparar, la existencia les parecería baldía y desprovista de sentido». Esta contundente afirmación, que comparto plenamente, es de un artículo de Julio Camba escrito en 1934. Suena áspero decir que el dolor tiene muchos partidarios, pero a los hechos me remito. Lo curioso es que habiendo tantos dolores en el mundo, parece que solo somos capaces de encararlos de uno en uno. Dos a la vez sería demasiado, porque estaríamos restando visibilidad al que nos parece más importante y ahora lo importante es dar visibilidad al dolor, cediendo a la sombras los dolores que laceren menos nuestra buena conciencia. La moral es una cuestión de gestión de los protagonismos en el espectáculo del dolor y, sin protagonismos, nos sentimos moralmente huérfanos. No hay causa válida si no le podemos entregar a ella, y solo a ella, todo nuestro entusiasmo. El comunismo había resuelto el problema fundiendo todas las causas en una única Gran Causa, la de la revolución. El poscomunismo ha de vérselas con causas fragmentarias. ¡Díganselo, si no, a nuestros intelectuales. Richard Rorty lo vio muy bien cuando escribió: «Pero ahora no podemos seguir siendo leninistas y debemos enfrentar algunas cuestiones que el leninismo nos ayudaba a eludir: ¿estamos más interesados en aliviar la miseria o en crear un mundo en el que los intelectuales fueran los guardianes del bienestar público?» (en Los intelectuales y el fin del socialismo).

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