Victor Manuel Arbeloa es un intelectual navarro cristiano -es un cura- con cuya amistad me honro. Me ha dado pruebas de ella siempre que ha sido necesario. Es también un hombre de paz, lo cual no significa que no tenga genio, que lo tiene, y sabe defenderse si es preciso. A pesar de que le ha tocado atravesar más de una ciénaga, ha salido con la cabeza alta de todas ellas, mientras a su alrededor algunos se llenaban los bolsillos de fango hasta acabar hundiéndose en el lodo. Ahora publica un libro que en los tiempos que corren tiene algo de insólito, porque reivindica una historia que parece que nunca existió. Su título: "La iglesia que buscó la concordia". Si alguien está al tanto de lo ocurrido con la iglesia en aquellos turbulentos años, es Victor Manuel, colaborador de Batllori en el desentrañamiento de muchos archivos eclesiásticos. En este libro alza la voz para demostrar que la Iglesia española, presidida por el cardenal Francisco Vidal y Barraquer, no buscó el enfrentamento, sino la concordia entre septiembre de 1931 y mayo de 1936.
Si, ya sé que no todo lo que brillaba en las casullas de la iglesia de la guerra civil y, sobre todo, de la postguerra, era oro. Conozco bien la historia de algunos curas que hacían el listado de aquellos a los que se tenía que dar el paseíllo y después les negaron la más mínima caridad a las viudas. Pero junto a ellos está, en la misma Navarra, en Leyre, el anciano Miguel Gil Imirizaldu, cuyo libro, Un adolescente en la retaguardia es un documento emocionante de esas otras víctimas que hoy no tienen, por lo que parece, quien quiera recordarlas.
Si, ya sé que no todo lo que brillaba en las casullas de la iglesia de la guerra civil y, sobre todo, de la postguerra, era oro. Conozco bien la historia de algunos curas que hacían el listado de aquellos a los que se tenía que dar el paseíllo y después les negaron la más mínima caridad a las viudas. Pero junto a ellos está, en la misma Navarra, en Leyre, el anciano Miguel Gil Imirizaldu, cuyo libro, Un adolescente en la retaguardia es un documento emocionante de esas otras víctimas que hoy no tienen, por lo que parece, quien quiera recordarlas.
Pues gracias! Siempre se agradece llegar a casa y encontrar un regalito. Aunque este es capaz de desesperar al mejor musicólogo...
ResponderEliminarLa parte derecha de la partitura me ha hecho pensar en los manuscritos de los préludes non mesurés de Louis Couperin. Comparten cierta belleza estética, cierto misterio.
http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/8/82/Bauyn-unmeasured.jpg
No es de los ejemplos más bellos pero es el único que he encontrado.
Y, por cierto, muy divertido su blog de origen!
He estado pensando en lo que comentó el otro día sobre El Eusebio y Rousseau. Voy a tratar de decirle algo coherente, aunque empiezo mal, pues ni he terminado aún El Eusebio ni he leído el Émile.
ResponderEliminarLo primero en que pensé fue en el siguiente textito (que acabo de encontrar en una edición de la poesía de Cienfuegos (!) después de media hora de búsqueda infructuosa), testimonio de un librero suizo, François Grasset, sobre la recepción del Émile en España. Sale de una carta dirigida al mismo Rousseau y que lleva la temprana fecha de 1765:
"Ne souriez pas, mon très honoré compatriote, lorsque vous apprendrez que j'ai vu brûler à Madrid, dans l'église principale des Dominicains, un dimanche, à l'issue de la grand'messe, en présence d'un très grand nombre d'imbéciles, et d'ex catedra, votre "Emile" [...]: ce qui engagea précisément plusieurs grands seigneurs espagnols et les ambassadeurs étrangères à se le procurer à tout prix et à le faire venir par la poste".
Consta que un personaje como Jovellanos había leído y apreciado el Émile en los años 1770 (aunque Rousseau no era santo de su devoción).
Por lo tanto, me parecería lógico que Montengón, espíritu relativamnte abierto y en contacto con la modernidad europea (estaba exiliado en Italia des de 1767), compartiera en parte esta admiración por el Émile. Por otra parte, es lo que siempre se ha dicho y repetido, que El Eusebio es una especia de Émile español.
La moderación de Montengón en materia religiosa me parece otro indicio de su tolerancia o incluso admiración hacia los "philosophes" de París. A pesar de verse obligado a satisfacer a los que "echan de menos la religión en las primeras partes del Eusebio", la presencia del tema no mejora mucho en la segunda parte (al menos hasta donde estoy yo ahora, es decir, hasta la mitad del último libro), aunque no dudo que cuando aparece (con la muerte de Hardyl, por ejemplo) el sentimiento religioso del autor sea sincero. Pero es un sentimento religioso interior, simple, sin aparato de santos y fiestas (y por lo tanto, sospechoso de "jansenismo"; poco ortodoxo en la España de 1790)
Por otro lado, habiendo leído buena parte de "La Nouvelle Héloïse", tengo la impresión de que el estilo de Rousseau respira un aire más libre, más generoso que el de Montengón, aunque la idea principal, la de la virtud como redención y como único camino hacia la felicidad es compartida.
Resumiendo, aunque estoy lejos de ser un experto en el tema, me parece que Montengón no se posiciona contra Rousseau, más bien al contrario, pero que por su base cultural, por el hecho de haber nacido en Alicante en 1745 y vivido en Italia, de no haber nacido en Ginebra en 1712 ni vivido en París, Montengón tiende a atenuar ciertos aspectos del Émile que podrían haberle parecido superfluos o demasiado atrevidos y a acentuar otros que a Rousseau ni se le habrían ocurrido.
Voilà. Seguro que se podrían decir muchas más cosas, pero me quedo aquí. Será un placer saber que he aportado algo nuevo. Buenas noches.
El otro día, uno que usted y yo conocemos, me insinuó que debería diseñarle un logo...
ResponderEliminarEntre tanto sectario, leerle siempre es un placer, una cura, una bomba de oxigeno...
ResponderEliminarGracias por la recomedación
Una historia compleja, la de la iglesia y su relación con el poder, hay buenas publicaciones para quien quiera informarse y no tenga prejuicios, Vidal i Barraquer no fue un 'bolet' y lo que se tiene que reivindicar es la memoria de aquellos que, en cualquier bando, hicieron lo posible por la paz y por atenuar la crueldad dominante.
ResponderEliminarMas que notables,sus amistades. Recuerdo que, en tiempos, Arbeloa era lectura obligada. Después vinieron tiempos sectarios y se le relegó injustamente. Al final, permanece la obra y el buen hacer.
ResponderEliminarAbrazos desde Sondica