Aristóteles fue un filósofo griego que vivió hace dos mil quinientos años. Es tan viejo que a muchos les resulta imposible tomárselo en serio. ¿Qué nos puede enseñar a nosotros, gentes cultas y bien pensantes (tan bien pensantes que nos resistimos a descargar de nuestros hombros el fardo de la idea de progreso, esta antigualla, por creer que su peso confirma nuestra superior moralidad)?
Aristóteles, además, defendía posiciones que resultan hoy molestas a la ciencia, por su supuesta ingenuidad. La más importante es la del teleologismo, que es la tesis que sostiene que los seres naturales están orientados inmanentemente hacia un fin óptimo. Trazando un puente entre la naturaleza y la ética, añadió que si alcanzan este fin han alcanzado su virtud.
Es decir, un caballo de carreras está orientado a la competición (este es su fin: su “telos”); si lo satisface ganando carreras, entonces es verdaderamente un caballo de carreras virtuoso. Lo mismo podemos decir de una planta, de un animal, o del hombre. En todos estos seres la realización de la mejor posibilidad de ellos mismos es la conquista de su virtud. Aristóteles no era tan ciego como para no ver que junto a las posibilidades óptimas de desarrollo de nuestra naturaleza estan las mediocres, las malas y las pésimas, pero estaba convencido de que merecía la pena hacer una apuesta ética por contemplar la naturaleza desde sus posibilidades más altas: Por ver lo que somos desde lo mejor que podemos ser. Fue el primer filósofo verdaderamente perspectivista. Es curioso, por otra parte, que se llamase Aristóteles, es decir, “Aristos” + “teles”, que significa “el mejor” + “fin”. Dicho de otra manera: el mejor resumen de la filosofía de Aristóteles es su propio nombre.
Llevo dos días enredado en una discusión pedagógica en torno a algo que habría escandalizado a Aristóteles pero que a los pedagogos modernos les parece de lo más normal: lo que han dado en llamar “las competencias básicas”, que son aquellas destrezas que han de ser dominadas por todos (o la inmensa mayoría) de los niños de una edad escolar determinada. Intento, inútilmente, hacérles ver la diferencia de perspectiva sobre el hombre que nos abre Aristóteles y esta teoría minimalista (o minimizadora).
Aristóteles nos anima a ver al hombre desde lo mejor que puede dar de sí: Desde la virtud.
La pedagogía actual parece empeñada en verlo desde lo mínimo que puede dar de sí: A esta reducción de la perspectiva la llama “equidad”.
Al comienzo de su inmortal Ética a Nicómaco, Aristóteles nos anima a ser “como arqueros que apuntan a un blanco”, al blanco de la virtud. En esto -y en nada más- consiste la ética, en mantenerr la tesión del arco en dirección al mejor blanco.
Oyendo a los pedagogos defender con vehemencia su teoría de las “competencias mínimas”, la única imagen que se me acude es la de las ovejas camino del aprisco. O, si lo prefieren, la del último hombre nietzscheano.
Pero los pedagogos, por lo que voy comprobando, apenas leen a Nietzsche. Creo que también lo consideran superado.
Adjunto (domingo 30 a las 23:34) esta ironía sobrada de fundamento que me ha enviado Maty:
Aristóteles, además, defendía posiciones que resultan hoy molestas a la ciencia, por su supuesta ingenuidad. La más importante es la del teleologismo, que es la tesis que sostiene que los seres naturales están orientados inmanentemente hacia un fin óptimo. Trazando un puente entre la naturaleza y la ética, añadió que si alcanzan este fin han alcanzado su virtud.
Es decir, un caballo de carreras está orientado a la competición (este es su fin: su “telos”); si lo satisface ganando carreras, entonces es verdaderamente un caballo de carreras virtuoso. Lo mismo podemos decir de una planta, de un animal, o del hombre. En todos estos seres la realización de la mejor posibilidad de ellos mismos es la conquista de su virtud. Aristóteles no era tan ciego como para no ver que junto a las posibilidades óptimas de desarrollo de nuestra naturaleza estan las mediocres, las malas y las pésimas, pero estaba convencido de que merecía la pena hacer una apuesta ética por contemplar la naturaleza desde sus posibilidades más altas: Por ver lo que somos desde lo mejor que podemos ser. Fue el primer filósofo verdaderamente perspectivista. Es curioso, por otra parte, que se llamase Aristóteles, es decir, “Aristos” + “teles”, que significa “el mejor” + “fin”. Dicho de otra manera: el mejor resumen de la filosofía de Aristóteles es su propio nombre.
Llevo dos días enredado en una discusión pedagógica en torno a algo que habría escandalizado a Aristóteles pero que a los pedagogos modernos les parece de lo más normal: lo que han dado en llamar “las competencias básicas”, que son aquellas destrezas que han de ser dominadas por todos (o la inmensa mayoría) de los niños de una edad escolar determinada. Intento, inútilmente, hacérles ver la diferencia de perspectiva sobre el hombre que nos abre Aristóteles y esta teoría minimalista (o minimizadora).
Aristóteles nos anima a ver al hombre desde lo mejor que puede dar de sí: Desde la virtud.
La pedagogía actual parece empeñada en verlo desde lo mínimo que puede dar de sí: A esta reducción de la perspectiva la llama “equidad”.
Al comienzo de su inmortal Ética a Nicómaco, Aristóteles nos anima a ser “como arqueros que apuntan a un blanco”, al blanco de la virtud. En esto -y en nada más- consiste la ética, en mantenerr la tesión del arco en dirección al mejor blanco.
Oyendo a los pedagogos defender con vehemencia su teoría de las “competencias mínimas”, la única imagen que se me acude es la de las ovejas camino del aprisco. O, si lo prefieren, la del último hombre nietzscheano.
Pero los pedagogos, por lo que voy comprobando, apenas leen a Nietzsche. Creo que también lo consideran superado.
Adjunto (domingo 30 a las 23:34) esta ironía sobrada de fundamento que me ha enviado Maty:
ese es nuestro problema, que a pesar de 2500 años viejo su pensamiento sigue vigente, o sea, que no hemos evolucionado nada en lo fundamental.
ResponderEliminarEsto ya es el colmo, sr. Luri. ¡Les está dando razones a esa gentuza! Sepa que estoy muy indignado.
ResponderEliminar¡Cuánta maldad en la quinta columna!
(Quizá el Stagirita debió de haber explicado cómo somos capaces de excluir que alguien tenga alguna potencialidad (algo más allá de como la teoría del flogisto explica la combustión).)
Sólo Aristóteles me permite amar, -reconciliarme con-, a la naturaleza. Y sin alfombra (al menos ni gruesa ni grosera) en la que esconder el drama, el desastre, la decadencia, la muerte; y sin lupa para aumentarlo. Promueve la poesia, en tanto que permite la nostalgia. Es una solución de una elegancia insuperable.
ResponderEliminarVoy leyendo tu libro (lo compré ayer); me iba preguntando retóricamente si (ellos, no hace falta especificar) se merecen la amabilidad; de pronto, caí en la cuenta: se la merecen. Que n'aprenguin!
¡Qué manera de empezar un domingo! Gracias.
ResponderEliminarHoy no tengo excusa (para lo que sea).
Si lo miramos usando el paisaje platónico.De lo que no se dan cuenta los pedagogos de la competencia mínima, es de que esa mínima competencia de la caverna escolar dista mucho de la máxima competitividad del afuera de la caverna.Lo que separa el mundo aulario de las sombras del mundo solar del mercado de trabajo es precisamente la distancia matemáticamente hablando que separa el mínimo común divisor del máximo común múltiple.
ResponderEliminarPor otro lado, no tan solo el aristotélico flechador de arco debemos repensarlo, sino más bien una suerte de arquero estoico que sea capaz de convertirse él mismo, en flecha y diana. Sino es así, el pedagogo nunca se dará cuenta de que todo aquello que da en la aula, le será devuelto en el portal de su casa.
Francesc: Efectivamente. Nos es relativamente fácil transmitir el saber técnico a las generaciones siguientes, pero en cuestiones morales, la cosa es más complicada: olvidamos lo importante con facilidad.
ResponderEliminarTumbaít: Yo humildemente pienso que la teoría de Aristóteles sobre la naturaleza es, globalmente, muy superior a la nuestra, principalmente porque se negaba a dictaminarle cómo debía comportarse en relación al hombre; más bien creía que es el hombre el que tiene que aprender a comportarse de acuerdo con su naturaleza. Y aún en este caso, ha de saber lidiar con el azar.
ResponderEliminarLola: El olvido de la naturaleza es el auténtico olvido del ser. A eso se reduce, en el fondo la filosofía heideggeriana. Quizás aún estemos a tiempo, a nuestra edad, de recordar algo.
ResponderEliminarRespecto a "ellos". Es difícil ser amable, pero hay que serlo, como bien ves, CONTRA ellos.
Claudio: Gracias a usted.
ResponderEliminarEnrri: Hago mías casi todas sus palabras. Si me permite una pequeña salvedad... ese arquero estoico que usted reclama es el aristotélico. No hay blanco más allá de nuestra alma, porque el blanco auténtico es el mantenimiento de la tensión del arco: en esto consistía la "epimeleia". La persistencia en el tiempo de este ejercicio, añade Aristóteles, nos proporciona una segunda naturaleza. Con lo cual está diciendo algo muy relevante sobre la primera (naturaleza).
ResponderEliminarA ver, Sr. Luri,
ResponderEliminar¿Cómo desde el aristotelismo podemos decir que Jaimito no es bueno? (Efectivamente, postulando de la nada.)
La pedagogía moderna podría ser defendida perfectamente desde una metafísica aristotélica. Lo único que tendría que decir nuestro flamante neopedagogo aristotélico es que Jaimito es bueno en potencia.
De hecho, si los pedagógos no fuesen idiotas se harían aristotélicos y si tuviesen cuatro luces, hegelianos.
Ser hegelianos les permitiría sostener, por ejemplo, que cada fase tiene sus propias reglas de manera perspicua (ahora ya lo hace (pero de manera muy muy cutre)).
Gracias, Sr. Luri, me ha alegrado usted el día.
ResponderEliminarGracias a usted, Aurora, por pasarse por aquí.
ResponderEliminarCreo, don Tumbaíto, que malinterpreta completamente la física aristotélica. No hace falta recurrir ni a la teoría de la "stéresis" ni a la diferencia entre potencia y acto. De hecho, de lo único que estamos seguros es de que Jaimito no es bueno. No es bueno porque es un ser natural. La física aristotélica es mucho más sutil que las diferencias escolásticas entre potencia y acto.
ResponderEliminarEn Segundos Analíticos vemos que el proceso de atribución esencial (en la forma S es P) puede seguirse bien hacia abajo, bien hacia arriba (epi to katô / epi to anô). La posibilidad de este proceso está fundada lógicamente porque el ser inmediato puede verse como el término medio del silogismo. "Ton méson horon einai". Pero no confunda usted a Aristóteles con Porfirio.
Alguna cosa más:
ResponderEliminarEl término medio es "metaxú" (entre dos): Los estadios intermedios provienen de los contrarios (tà dè metaxù ek tôn enantíon). Todas las cosas generadas por naturaleza proceden de contrarios.
Metafisica 1057 b 27-31: Los intermedios son compuestos (pánta súngeta tà metaxú) pues lo que es más que uno y menos que otro en cierto modo es compuesto de aquellos contrarios con relación a los cuales se dice que es más que uno y menos que otro… Todos los intermedios tendrán su origen en los contrarios… es evidente que los intermedios (tà metaxú) pertenecen al mismo género que sus contrarios y están en medio (metaxù) de ellos, y que todos constan de sus contrarios.
El sustrato (tò hupokeímenon) es un término medio.
Si entonces es cierto lo que dice...el palabro "upokeimenon" no proviene del "yacer" entendido como "Keíami" engañoso, sino de un Hypo+Keío= lo que está debajo de “lo partido, lo escindido”.
ResponderEliminarLo escindido es la dualidad de contrarios.
Debajo de esa dualidad, está “la unidad” a la que pertenecen. Esa “unidad” debe ser intensiva, es decir compuesta de “intensidades”
La “hypo+keío” no-es extensiva, a diferencia de la “ousía” que dispone ya de categorías atribuídas en razón de sus atributos extensivos
Pero entonces, yo me pregunto. ¿Y si es intensiva y no extensiva, no puede entrar ni con calzador en la metodología lógica aristotélica de la deducción?.
Acabo de ver en internet una presentación de "L'escola, anàlisi crítica des de l'optimisme", y me parece interesante. Ahora, creo que no estaré de acuerdo con las llamadas "buenas intenciones" que tanto insiste.
ResponderEliminarComo análisis prefiero ver "malas intenciones" después de la negativa a rectificar la línea pedagógica después de más de 18 años (Logse 1990, y documentos base desde 1987 o antes).
Malas intenciones: egoísmos, comodidad, que se renueven los demás pero yo no me renuevo y compra de voluntades mediante cargos en la administración.
Molta sort.
Jordi G.
¿Cómo mantener la tensión del arco cuando no se ve el blanco, o se ven muchos blancos y no se puede elegir ninguno porque se es incapaz de jerarquizar?
ResponderEliminar¿Por qué los hombres de mi/nuestro tiempo aceptan, sin resistirse, sin un mohín, que nada tenga un fin?
¿Por qué renuncian a indagar el sentido de las cosas y aceptan, dóciles, que cuanto ven es fruto del azar?
¿Qué harán con lo que existe, el catálogo incompleto de lo que existe, limitado a lo que se toca, se pesa y se mide? Un poco al buen tun tun dispondrán sus trebejos como dicte su instinto, confiando en que la misteriosa fuerza que los hizo nacer de la sopa primigenia resuelva por sí sola los problemas de hogaño.
Querido Enrri: Sólo puedo decirle, cons eguridad, una cosa: Aristóteles para definir el "ti esti" utilizó un imperfecto ("to ti en einai").
ResponderEliminarJordi: Yo no veo "malas intenciones" sino una incapacidad casi patológica para llevar adelante una historia crítica de tanta bondad proclamada, que se da de narices con tanta mediocridad manifiesta.
ResponderEliminarViejocon: El blanco sólo lo ofrece la decisión de mantener la voluntad, durante el tiempo que haga falta, al servicio de un fin. Y aquí me remito al Nietzsche de "Más allá del bien y del mal", es decir, al Nietzsche respetuoso con los judíos y con la tradición cristiana europea.
ResponderEliminar¡Por favor, Don Gregorio, no me lance esos salibazos griegos que me dan mucho asco!
ResponderEliminarEl Motor inmóvil, ¿qué es o natural o bueno (¿regular?)?
Aristóteles jamás consiguió decir de nada cuál eran sus atributos "esenciales" (de hecho, se limita a atribuir esencialmente atributos) y lo peor de todo la única manera de bloquear en su ontología: cualquier cosa tiene todas las propiedades en grado máximo es postulando axiomáticamente: cualquier cosa no tiene todas las propiedades en grado máximo.
Por qué a ver, estimado Sr. Gregorio, ¿qué impediría que una lombriz fuese la actualidad de un elefante? (No es que se parezca mucho una bellota a una encina ni un gusano de seda a una mariposa y...)
La lombriz sería la actualidad lombricina de un elefante en potencia y, poco a poco, alehop: un elefante (un elefante que habría estado todo él ahí enterico en el mundo de las potencialidades (de hecho, el proceso puede ser más radical: de estiércol a rata (De Corruptione, ¿no?)).
El neo-pedagogo aristotélico podría conceptuarse como el chamán que hace emerger las potencialidades infinitas e ilimitadas de los chavales (los torpes escolástico (¡oh, mísero todo aquel que no haya leído a los griegos sin haber leído a Heidegger!) que se veían venir la "plasticidad" (¡ve, Sr. Luri, más similutudes con la pedagogía: plasticidad!) exigían que el maestro tuviese las propiedades que debía actualizar en el alumno de manera "eminente" (que, como usted sabe, Don Gregorio, no es consensuadas en un contexto de comunicación ideal).
La próxima vez que le escriba un comentario, me pondré un chubasquero.
Don Tumbaíto: Ya perdonará usted mi atrevimiento por suponer que un estudiante de filosofía es capaz de leer a Aristóteles en griego y que entiende el sentido de la vuelta a los griegos de Heidegger. Perdóneme, en definitiva, por tratarlo a usted aristotélicamente.
ResponderEliminarPor lo demás mi -más que probable- deficiente lectura de Aristóteles, me impide comprender nada de lo que me dice.
Seguiré intentando progresar adecuadamente.
¿Usted cree que un estudiante de filosofofía puede leer en griego a Aristóteles? ¿Lo cree por su fe en la ciencia infusa?
ResponderEliminarA ver, Don Gregorio, se ocupa usted de la educación o del macramé. ¿Cuántos estudiantes de filosofía (que no hayan estudiado filología) conoce usted que lo hayan hecho?
Pero no se preocupe, yo griego no sé (y español como se puede sufrir creo que tampoco) pero esas palabrotas me suenan vagamente.
Por lo demás, sólo confesarle que me deja perplejo que lea a Aristóteles directamente en griego y, sin embargo, utilice al nazi delator para "aproximarse"; es como echarle gaseosa al Ribera, ¿no? ¡Buf! ¡Qué digo! ¡Un nazi es peor que la gaseosa!
Tumbaíto sé que me meto en camisa de once baras, pero tal como usted plantea el dilema entre la potencialidad de ser o no llegar a ser una sustancia formada, yo interpreto que para Aristo+Telos, lo que impide que un gusano se convierta en elephante es el factor de la "privación". Privación en el sentido de posibilidad afirmativa(no de negación). Un gusano no tiene ni tan siquiera privación de la forma elephante. En cambio, una crisálida de mariposa, sí. Pues ésta es su telos. Por otro lado, añadiría a sus objecciones, que de hecho un gusano ya es una sustancia formada, en tanto gusano o anélido. En tal caso, preguntarse porqué no puede llegar a se elephante, es como preguntarse porque una cosa no es otra. Si por el contrario, consideramos al gusano como larva embrionaria (epigénesis embrionaria) podemos darle una potencialidad diversa, como la que es propia de todo embrión respecto a la diversidad de mamíferos o incluso aves. Estamos entonces, en otro planteamiento, que es la embriogénesis de un embrión-larvario que se convierte en un animal completo, sea el género que fuere o la especie en que se desarrolle.
ResponderEliminarLo que quería decir, respecto a AristoTelos es que la privación y no la potencia es la que define su ontogénesis de las sustancias. O al menos, sí lo veo yo.
Un cordial saludo
No quería, ser pesado, pero es que ahora me fijo en el ejemplo tan delicado, no sé si a propósito, que el propio Luri, ha puesto al hablar de sustancias aristotélicas: nada más y nada menos, que el "caballo-de-carreras". No del "caballo". Pues todos ustedes reconocerán que el caballo puede llegar a ser de carreras o de labranza.
ResponderEliminarEstamos entonces, ante dos posiblidades o potencialidades que no involucran la taxonomía de género y especie aristotélica, sino que aluden a una especie de orden alternativo de los entes. Donde éstos, ya no se pueden definir en función de un compuesto de sustancia+accidentes en el que la sustancia marca los accidentes. Sino que es un orden perverso de los entes,en el cuál, los accidentes determinan a la sustancia. Esa perversa ontología es contraaristotélica, porque subsume la sustancialidad a la accidentalidad. Es una ontología de las afecciones de toda sustancia. El caballo, en concreto, puede ser afectado por un devenir-competitivo y bríosamente apasionado, o de otro modo, esa misma sustancia puede estar afectada por un devenir-agrario, que lo subyuga al arado uncido y lo convierte en una sustancia ente+ramente distinta de la otra sustancia hípica, siendo ambas del mismo género y especie, paradójicamente.
El problema está, Enrri, en que las potencialidades no están aquí (aquí sólo hay "actualidades").
ResponderEliminarEfectivamente, puedo idear métodos para bloquear pero no porque tenga ningún indicio aquí de que sea así.
Aunque Aristóteles y yo creamos que un gusano no se puede convertir en un elefante, ¿cómo sabe usted qué potencialmente no puede convertirse en un elefante? (No busque indicios aquí.)
Además tenga en cuenta que para Aristóteles las privaciones tampoco son nada del mundo, y, por ende, ¿qué le garantiza que en vez de privaciones no sean potencias no actualizadas?
No dudo del poder "expresivo" de la ontología de Aristóteles. Es muy muy útil cuando YA tienes algo que expresar. Pero YA lo tienes que tener.
Y si bien es cierto que tiene un gran poder expresivo es -desde mi punto de vista- un cáncer para confeccionar herramientas "descubridoras".
Ese inmenso poder expresivo hace que sea fútil expresar la pedagogía en clave aristotélica.
Servidor cree que de esto los torpes escolásticos se dieron cuenta; y, desarrollaron, un lenguaje aristotélico (y muy muy muy sutil) precisamente para bloquear la pedagogía moderna.
Las cuestiones abiertas merecerían unas respuestas prolijas, pero estoy cansado. Llego a casa a las once y mañana me espera un día largo. No se tomen pues ustedes a falta de interés la brevedad de mis comentarios, sino a puro y simple agotamiento físico.
ResponderEliminarEnrri: Evidentemente el ejemplo del caballo de carreras está puesto con toda intención, porque sólo aquellos entes abiertos a la determinación accidental pueden alcanzar la virtud. Yo no creo que esta sea una ontología ni perversa ni contraaristotélica. Si algo veo claro es que Aristóteles es incapaz de cerrar su sistema porque es perfectamente consciente de los problemas que incorpora.
Tumbaíto: Pues así son las cosas, la "destruktion" heideggeriana está en el origen de mi sustitución de un inicial interés historiográfico y filológico por los clásicos por un interés (creo que) genuinamente filosófico.
Es decir, un caballo de carreras está orientado a la competición (....)La pedagogía actual parece empeñada en verlo desde lo mínimo que puede dar de sí: A esta reducción de la perspectiva la llama “equidad”.
ResponderEliminar(Para hablar de equidad de la quiddidad, qué mejor ejemplo que el del equi-no)
Chapeau!
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