miércoles, 8 de octubre de 2008

Del gallo de Villalón a la idea de Platón

Basándose en un relato de Luciano de Samosata, Cristóbal de Villalón escribió en un magnífico castellano El Crotalón, libro que guarda mucho saber y mucho ingenio. El protagonista del mismo es un gallo dicharachero que ha vivido multitud de vidas y que como posee una memoria prodigiosa, de todas ha aprendido abundantes cosas.


En el capítulo segundo, este gallo parlanchín compara de esta manera la conducta de los animales y de los humanos:

“Dejemos de contar cuántos varones han tenido sus ayuntamientos con cabras, ovejas y perras; y las mujeres que han efectuado su lujuria con simios, asnos, cabrones y perros, de los cuales accesos se han engendrado centauros, esfinges, minotauros y otros animales monstruosos de prodigioso agüero. Pero las fieras nunca usaron así, como lo muestra por ejemplo la continencia de aquel famoso Mendecio, cabrón egipcio, que siendo encerrado por muchas damas hermosas para que holgase con ellas, ofreciéndosele desnudas delante, las menospreció, y cuando se pudo soltar se fue huyendo a la montaña a tener sus placeres con las cabras sus semejantes.”

Cicerón en De amicitia ya resalta que los animales buscan a otros de su misma especie (eiusdem generis) para parearse. Esta conducta tan natural resultaba para los antiguos un motivo de sorpresa. Los platónicos, por ejemplo, vieron que en los animales es innata la capacidad para comprender lo similar y lo diferente y por eso son capaces de identificar a los de su misma especie. Diógenes Laercio, que es quien nos informa de este asunto, utiliza el verbo “theoreo”, del que se deriva nuestra “teoría” para nombrar esta acción de identificar. Pero lo relevante es que, de acuerdo con este testimonio, los platónicos encontraban en esta conducta la prueba inapelable de la existencia de las ideas, pues la vida animal sería imposible si los animales no supieran diferenciar entre los ejemplares de su propia especie y los ajenos. Resulta, entonces, que el trabajo del filósofo consiste en realizar de manera intelectual lo que cualquier animal hace de manera espontánea. Pero todos teorizamos movidos por "eros".


Una cosa más: agradecería cualquier información que pudierais darme sobre ese cabrón de moral ejemplar del que habla Cristóbal de Villalón.

5 comentarios:

  1. Ese cabrón era un Carnero.
    Un carnero llamado Mendes.
    El Carnero de Mendes, también llamdo ammón de Mendes.
    Anonimado

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  2. ¡Hola Goyo!
    Soy Rita, tu encantadora exalumna. Leo tu blog con asiduidad, pero no comento porque soy una vaga, ciertamente. Me encanta ver que estás tan bien siempre y saber cómo sigue todo.

    La razón de comentar aquí hoy es más bien intencionada: uno de mis amigos ha autopublicado un libro y quería dejar aquí su dirección, me lo perdonarás porque leyendo su blog verás que al menos es divertido.

    http://caramelitos.blogspot.com/
    Ésa es su página, en septiembre encontrarás lo relacionado al libro si te interesara, y creo que le encantaría que le dijeses qué te parece.

    Gracias por tu paciencia... y muchísimos abrazos!

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  3. Los niños tienen la asombrosa capacidad de asociar cada individuo con su especie. Mis hijas, mucho antes de que supieran llamar perros a los "guaus", incluían sin dudar en la especie "guau" a todo perro de cualquier raza; todo chucho de juguete y, más asombroso, cualquier can representado, desde los más realistas a los más esquematicos como los de las señales de "perros-no".

    No consigo explicarme racionalmente esa capacidad, tan plenamente operativa mucho antes de poder entender nociones tan abstractas como semejanza o característica común, que hoy todavía no dominan. Misterio.

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  4. De ahí la teoría de la reminiscencia. Si es que el platonismo siempre acaba cuadrando.

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  5. Entonces
    ¿El filósofo es al periodista
    lo que el animal es a la noticia?
    Animalarios varios,
    haberlos haylos.

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