Desde el pasado cuatro de abril no visitaba a mi psiquiatra. Pero ayer por la mañana, sin más ni más, me acordé de él y lo llamé. Por supuesto me dio hora inmediatamente. Su lista de espera no es precisamente kilométrica. En realidad yo tampoco estoy muy seguro de ser su paciente. Más bien lo he adoptado, apiadado de su desvalimiento. En el tren he ido pensando lo que le diría. No es difícil, pica pronto el anzuelo y no cuesta tirar de él. Mi táctica consistiría en ensalzar de manera hiperbólica mi felicidad. De esta manera le daría motivos para seguir diagnosticándome una depresión profunda pero, en este caso, enmascarada. Sigue como siempre, prisionero de su particular Síndrome de Diógenes. He ido con la mochila que le gusta. Sabiendo que me la pediría para observarla de cerca y que me preguntaría dónde me la había comprado. Sabiendo, también, que se excusaría por el desorden y que durante unos minutos daríamos vueltas por el piso intentando encontrar dos sillas en una misma habitación no demasiado cargadas de papeles. Sigue creyendo que lo visito cada mes, sigue interesado por mi vida sexual y sigue insistiendo en que la próxima visita la tengo que hacer acompañado de mi mujer. Ayer le dio por cambiarme la medicación (una medicación que una vez me recetó, que yo le digo que tomo religiosamente y que nunca llegué a comprar). Decía que quizás el tratamiento era demasiado fuerte. Aunque, evidentemente, mi depresión continuaba. Sólo que estaba enmascarada. Pero todo esto ha durado poco, no más de cinco minutos. Todo normal. Después, como siempre, me ha servido un café y ha comenzado a contarme cosas de su propia vida. Al despedirnos, hasta el mes que viene, claro, me ha dado una sorpresa: Ha subido la minuta.
Jo em vaig passar gran part de la meva infantesa, des dels 3 fins a la preadolescència, de visites habituals a psicòlegs i psiquiatres. Fa temps que em córrer pel cap d'anar a visitar-los i que m'expliquin, ara ja instal·lat en aquesta suposada edat adulta, què em passava. Perquè alguna cosa em passava. Però no m'hi acabo d'atrevir... Aviam si faig el pas. Calla, però, que no en surti amb algun nou diagnòstic...
ResponderEliminarLa infància s'ha convertit en una edat terapèutica i, per tant, l'escola en una institució terapèutica. Et passava, segur, que eres tu.
ResponderEliminarPer cert, magnífic que el teu darrer post.
Off-topic: http://es.noticias.yahoo.com/efe/20081001/ten-el-disenador-del-euro-propone-a-leon-9f4d5bb.html
ResponderEliminarYa decía Greenspan -que alguna tenía que acertar- que Europa está destinada a ser el museo del mundo. En eso estamos empeñados.
ResponderEliminar¿Da Vinci y Picasso en los billetes? No sé... yo prefiero a otro mitos europeos tipo Sofía Loren, Anita Ekberg o Monica Bellucci.
ResponderEliminarAdemás, seguro que sería un buen incentivo para la contención del gasto.
Yo propongo al Lute y, si me apuran, al Dioni. En los tiempos que corren son dos modelos de honradez.
ResponderEliminarSi yo fuese al psiquiatra, don Gregorio, y este no insistiese en abrirme la cabeza y extirpar ciertas partes de mi cerebro me sentiría estafado.
ResponderEliminar¿Un psiquiatra es algo así como el camello ideal del progre, verdad?
Los extremos siempre se tocan.
ResponderEliminarSiempre
Tumbaíto: Más bien es un confesor. No un confesor laico, sino muy religioso (aunque pueda ser ateo). Pero que en lugar de la penitencia tradicional te pasa la factura. En total se sale claramente perdiendo.
ResponderEliminarKlepsidraes: No siempre, sólo en el caso del círculo... y porque en él todo punto ex extremo. No sé quién se inventó esa teoría, pero aquellos a los que veo tocándose en la vida real es a los que están en el centro. Especialmente a los mediocres.
ResponderEliminarDebe ser un buen amigo para que vaya a visitarle Don Gregorio; pero denoto en Ud y en los participantes, un cierto sindrome del antipsiquiatra, ciertamente hay algunos muy peligrosos.
ResponderEliminarSaludos cordiales
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ResponderEliminarDisiento de esa identificación laica. El confesor equivale a un inspector fiscal.
ResponderEliminarLos confesores, don Gregorio, no recentan drogas para ver dragones (=felicidad) o experiencias transcendentales (=el sentido de las cosas).
Ruben: No, yo no lo llamaría amigo. Pero no sé muy bien como llamarlo.
ResponderEliminarTumbaíto: ¡Cómo se nota que usted no tiene experiencia de los confesionarios frailunos preconciliares!
ResponderEliminarLa invención de la ducha, el desodorante y la pasta de dientes supuso un golpe fatal para la liturgia católica.
¿Sus confesores frailunos, don Gregorio, le pasaban drogas?
ResponderEliminarYo voto por Mónica Bellucci y Laetitia Casta (pero poco casta, por favor) en los billetes.
ResponderEliminar¿Y le son útiles estas visitas, a usted (que a él ya se ve que sí)?
Bueno, algunos terapeutas son menos malos que otros, incluso se les percibe cierto interés por el paciente. Sin embargo mi opinión es que la mayoría sacan a relucir los propios déficits de auto comprensión. Naturalmente no es el caso de mi psicóloga, lúcida y competente, de quien solamente sé el nombre y que se ruboriza cuando le pago. Esto último no sé si es buena o mala señal.
ResponderEliminarPor cierto, me cayeron del cielo unos días de vacaciones en los que he estado en Iparralde y Donosti. O sea, que me pongo en lo de la tesis a partir de ahora. De momento leo todo lo que encuentro de Kojève aunque intuyo que durante el primer año tendré bastante con mejorar mis deficiencias idiomáticas. Te mantendré al corriente de las conversaciones con Montserrat Molas y Esquirol.
Un abrazo
Ramon
Tumbaíto: Este es otro tema para tratar sin testigos.
ResponderEliminarPorto: ¿Útil? Un caballero desconoce el significado de semejante término.
ResponderEliminarRamon: Eso espero, que me tengas informado. Me interesa mucho esa tesis que tienes entre manos.
ResponderEliminarBuscando, buscando he descubierto este blog. He de decir que esta última entrada me ha gustado mucho y me ha dado que pensar, sobre todo el hecho de tener que ir con mi mujer al psiquiatra....
ResponderEliminarSocram: Bienvenido. Pero que quede claro para todos que no pienso dar la dirección de mi psiquiatra.
ResponderEliminarNo entiendo muy bién eso de que los que se tocan son los del centro y sobretodo los mediocres.
ResponderEliminarsincerament, no se m'ha passat mai pel cap anar a un Psiquiatra, ni se com cony s'escriu. Coneixe't a tu mateix...oi que és de Diógenes?
ResponderEliminarDoncs aixo, i aixó és exactament el que es despren del teu com entari. Jo crec que la minuta la podries desgravar com si fos per a una ONG
Francesc: No tinguis cap dubte que anar a cal psiquiatra m'ajuda a conèixer el procés de la meva vida.
ResponderEliminarKlepsidraes: ¿No ve usted los uniformes, las caras similares, la repetición de las mismas frases hechas y los mismos gestos en los mismos lugares?
ResponderEliminarFrancesc: Respecte al coneix-te tu mateix, era un precepte del deu de Delfos, Apol·lo. I el que volia dir és que els humans mai no ens podrem conèixer a nosaltres mateixos. Aquesta és la nostra diferència envers els deus.
ResponderEliminarGracias por el café de hoy. Me ha hecho sonreir amén de otras melancolías. Aquí te dejo un regalito, espero no se lo coma el troll.
ResponderEliminarBATGROWNDS
american way of live
solapa ancha
como otras criaturas del señor
igual existen
tienen su vuelo
igual
te pueden ocultar el sol
murciélago señora de
cantante famoso del 2000
uno más en la tropa que revienta
contra un reflejo
escúchale el sonido
son sus notas las que escarchan
De acuerdo, criaturas
¿no como nosotros?
igual se mueren, igual
te teorizan las cavernas y
no hay modo de objetarlos
Doña Ana, le correspondo con un "Blue Mulata". Le explico:
ResponderEliminarIngredientes:
* ron blanco 7,5 centilitros
* crema de albaricoque 1,5 centilitros
* curaçao azul 2,5 centilitros
* soda, al gusto
Preparación
* Verter el ron blanco, la crema de albaricoque y el curaçao en la coctelera con hielo.
* Agitar bien, colar sobre un vaso corto y completar con cubitos de hielo y soda.
Va por usted.