Dicen –bueno, en realidad lo dice Mateo Alemán en su inmortal Guzmán de Alfarache- que cuando Júpiter hizo el mundo, creó a los animales antes que al hombre. Cuando el asno abrió por primera vez los ojos y vio la belleza del mundo, se alegró y comenzó a dar saltos hasta que cansado y algo más manso “le pasó por la imaginación cómo, de dónde o cuándo era él asno”. Y como no podía apartar de sí estas preocupaciones, dignas de un existencialista francés de los cincuenta, se presentó ante su creador para que le aclarase el sentido de su vida. Júpiter se lo dijo sin rodeos: Estaba destinado para servir al hombre. Al enterarse de las penalidades que tendría que padecer, “quedó en aquel punto tan melancólico cual de ordinario lo vemos, pareciéndole vida tristísima la que se le aparejaba”. Preguntó cuanto viviría y le fue respondido que treinta años. Apenado de su propia existencia, suplicó humildemente que le fueran acortados. Le bastaba con diez, “los cuales prometía servir como asno de bien, con fidelidad y mansedumbre”. Los veinte restantes podía dárselos “a quien mejor pudiese sufrirlos”. “Júpiter, movido de su ruego, concedió su demanda, con lo cual quedó el asno menos malcontento.”
Tras el asno, fue el perro “que todo lo huele”, quien quiso saber su suerte. “Fuele respondido que su ocupación sería en ir y venir a caza, matar la liebre y el conejo y no tocar en él; antes ponerlo con toda fidelidad en manos del amo. Y después de cansado y despeado [sin pies] de correr y trabajar” le darían de comer “tarde, frío y poco”. Tras conocer que también su vida se prolongaría durante treinta años, “le pareció negocio intolerable” y solicitó que, como al asno, se le redujera. Con diez, se conformaba. “Júpiter se lo concedió y el perro, reconocido desta merced, bajó el hocico por tierra en agradecimiento”.
Al tanto estuvo la mona de lo ocurrido e imitó a sus compañeros. Júpiter le hizo saber que habría de servir de diversión al hombre, cosa que a ella se le hizo “muy amargo”. También a ella le esperaban treinta años de vida, y también pidió y obtuvo su recorte.
Por último Júpiter creó al hombre, que “al verse criatura tan hermosa, tan misteriosamente organizado, de tan gallarda compostura, tan capaz”, quiso enterarse de su destino. Supo así que a él, como al resto de los animales, Júpiter le había reservado treinta años de vida.
“Maravillóse desto el hombre, pues en abrir y cerrar los ojos pasaría como una flor su vida, y apenas habría sacado los pies del vientre de su madre, cuando entraría de cabeza en el de la tierra”. Así que le pidió a Júpiter que le concediera los años que los animales habían repudiado.
Así se hizo. Júpiter le concedió que viviese sus primeros treinta años como un hombre y que pasados estos “comenzase a vivir por su orden los heredados. Primeramente veinte del asno, sirviendo su oficio, padeciendo trabajos, acarreando, juntando, trayendo a casa lo necesario. De cincuenta hasta setenta, viviese los del perro ladrando, gruñendo, con mala condición y peor gusto. Y últimamente, de setenta a noventa, usase de los de la mona”.
Mateo Alemán concluye su relato con estas palabras: “Y así vemos en los que llegan a esta edad que suelen, aunque tan viejos, querer parecer mozos, pulirse, aderezarse, pasear, enamorar y hacer valentías representando lo que no son, como lo hace la mona, que todo es querer imitar las obras del hombre y nunca lo puede ser”.
Qué buen texto, Don Gregorio, y qué cierto: Ahora mismo yo ando viviendo la vida del asno.
ResponderEliminarBueno... cuando quiera, en lugar de avena lo invito a un verdejo (con queso de idiazábal, obviamente).
ResponderEliminarSr Arrebatos, aun esta a tiempo de llegar a la vida del mono,disfrute de la vida del asno con sabiduria y llegara a mono, pero con talento.
ResponderEliminarYo estoy en la epoca del perro, pero he recibido tantas cozes, que he aprenido, ya no labro, he aprendido de las fidelidades del perro, solo se aprovechan los amos, asi que si los amos quieren comer caliente y pronto tendran que aprender a correr juntos y compartir la comida, un perro es un buen amigo, pero ya no se juega con el. Y usted Don Gregorio lo tiene bien, ha vivido siempre con buen talento, comedido,prudentemente, asi que siga viviendo delante de su mar, con un buen idiazabal y un verdejo y no pasara ni la primera etapa de asno.
Dicen que los asnos prefieren la paja al oro, pero ni al verdejo ni al idiazábal lo mientan, así que será verdad la cita.
ResponderEliminarDEMONIOS ESTE AÑO TERMINA MI VIDA HUMANA :( ,,, ME NIEGO A COMENZAR LOS DEL ASNO, ME NIEGO, NO SOY ESPECISTA, PERO,,, NO QUIEEEEEEEEERO :S
ResponderEliminarGlauka: ¡Venga, ya! ¡Si usted vive como una reina! De hecho, sin ir más lejos, yo quiero ser usted.
ResponderEliminarUn abrazo.
Arrebatos: Aun los estoy esperando a los dos en Ocata.
ResponderEliminarCisne: Aquí tiene mi hombro...
ResponderEliminarMire ud. Yo conocía la historia porque la cuenta, más breve pero en esencia igual, un personaje de "Pabellón de cancerosos" (cap 2), de Solyenitsin.
ResponderEliminarhjg: Mateo Alemán publica "Guzmán de Alfarache" en 1599. En el caso concreto de esta fábula lo que le puedo decir es que aparece también en Jaime Falcón, de quien probablemente la toman Alemán y Gracián, que la cita varias veces.
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