I
Ayer volví a escuchar a un importante neurólogo sostener que "somos nuestro cerebro".
II
Esta afirmación, tan rotunda, requiere, como condición de posibilidad, de una radical reducción del mundo de la vida, porque de manera espontánea, en la propensión natural de nuestra cotidianeidad, nadie se siente como su cerebro.
III
Por otra parte, los mismos neurólogos no tardan en poner en cuestión la rotundidad de su tesis cuando nos insisten en que la evolución de un cerebro tan maleable como el nuestro no es, ni mucho menos, independiente, de nuestras interacciones con el medio.
IV
Yo no me atrevería a decirle a mi mujer "mi cerebro te quiere".
V
En realidad somos en el encuentro de mi yo con mi circunstancia. Ortega lo explicó muy bien. Me siento distinto cuando estoy frente a mi mujer, frente a mis nietos, frente al vecino del 5ºA (el que va dejando un reguero siempre que baja las basuras), frente a mi imagen en el espejo, frente a un dolor de muelas...
VI
Yo soy yo y mi circunstancia porque soy en la "y". Lo que vivo espontáneamente es ese ser ahí, en la "y" de la relación. Por eso insiste Ortega en que si quiero salvarme a mí, debo salvar a mi circunstancia que es, en el fondo, lo que dicen también los neurólogos cuando hablan de la relevancia de nuestra interacción con el medio.
Eso sería la tesis de Materia y Memoria. Pero como diría Bergson, el problema no es si somos materia o memoria, el problema está en cómo nos traducimos de materia a memoria y viceversa, de memoria a materia.
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