El capítulo XXV de Don Quijote es, todo él, impresionante. El lector descubre sorprendido que el Caballero de la Triste Figura sabe más cosas de sí mismo de las que hasta ahora ha aparentado y, sobre todo, de las que el mismo lector hubiera sospechado. Bien pudiera ser, entonces, que no anduviera completamente descaminado cuando afirmó aquel "¡Yo sé quien soy" que venimos siguiendo en estas notas.
Don Quijote y su escudero se adentran en Sierra Morena. "Y Sancho iba muerto por razonar con su amo" porque no puede resistir callar lo que está hirviendo en su corazón. Las palabras le estallan inmediatamente hacia afuera en cuanto toman cuerpo en su alma. Lo que él quisiera es reflexionar en común sobre las desgracias que están padeciendo por buscar aventuras y gloria. Don Quijote le replica que "todo cuanto yo he hecho, hago e hiciere va muy puesto en razón y muy conforme a las reglas de caballería".
Ahora, esa razón aventurera lo impulsa a "imitar a Amadís, haciendo aquí del desesperado, del sandío y del furioso".
Es decir, don Quijote se nos está mostrando como el loco que decide hacerse el loco para dar coherencia a su chifladura. Pretende, incluso, darse de cabezazos por las peñas para mostrar su fidelidad incondicional a Dulcinea, porque quizás, quizás, la distancia esté haciendo mella en el afecto que su amada le profesa. Como Sancho le replica que no tiene ningún motivo para dudar de ella, don Quijote le responde: "Ahí está el punto, y ésta es la fineza de mi negocio, que volverse loco un caballero andante con causa, ni grado ni gracias: el toque está en desatinar sin ocasión y dar a entender a mi dama que si en seco hago esto, ¿qué hiciera en mojado?"
El momento en que la locura de don Quijote nos produce más perplejidad y es cuando Sancho descubre que la sin par Dulcinea del Toboso es una labradora, Aldonza Lorenzo, a la que conoce bien, que no es famosa por su belleza, sino por su rusticidad. Es mujer "de pelo en pecho" y pocos remilgos amorosos. Don Quijote, lejos de sorprenderse o enfadarse con Sancho, admite que está muy al corriente de todo esto. Sabe muy bien quién es, físicamente, su amada, pero "por lo que yo quiero a Dulcinea del Toboso, tanto vale como la más alta princesa de la tierra [...], básteme a mí pensar y creer que la buena de Aldonza Lorenzo es hermosa y honesta".
Personas que se considerarán a sí mismas activistas han pintado de rojo y escrito "bastard" en la estatua que Cervantes tiene en San Francisco de Yerbabuena, que así le llamó Fray Junípero, otro blanco de la indignación de los social justice warriors.
ResponderEliminarEn la tierra de California, que es éste nombre que salió de novela de caballerías, aunque fuese de una a la que Cervantes no tenía en tan gran estima como al Amadís.
Los bárbaros siguen donde siempre han estado: entre nosotros, a este lado de las puertas.