Le confesé hace un par de días a Tono Masoliver, a quien encontré casualmente sentado en la terraza de un bar y, como de costumbre, con un libro entre las manos, la pereza enorme que me daba intentar comprender algunas de las cosas humanas de nuestro tiempo.
Al poco rato recibí un mail suyo en el que decía: "Casualidad de casualidades, todo casualidad. Apenas te has ido he seguido con el Quijote y en el capitulo 22 de la segunda parte leo lo que dice don Quijote: "Hay algunos que se cansan en saber y averiguar cosas que, después de sabidas y averiguadas, no importan un ardite al entendimiento ni a la memoria". ¿Por qué crees que habré leido el Quijote unas 20 veces?"
El caso es que este mail me despertó el deseo de volver a la obra infinita de Cervantes y en ella estoy. No sé los años que hace que la leí por última vez. Quizás diez. Lo que sé, es que esta nueva lectura es una lectura nueva. Ahora no veo en don Quijote a un soñador desdichado de quimeras, sino que veo en sus quimeras desdichadas los sueños truncados de una vida, todo aquello que pudimos haber sido, según lo planeaban nuestros confiados sueños, y ahora sabemos que nunca será y que si fue, fue torcido. El Quijote es la historia de esa triste búsqueda de alegría que es la vida.
Recuerdo que hice una vez una lectura especifica: anotar todos los elementos materiales de la vida física, no la mental, que aparecían expresamente en el texto. Pretendía ver el"espesor" realista de la gran novela. Como era de esperar, la gavilla de notas salió más que escasa, para la extensión de una novela básicamente dialogada. Lo escribí a mano y no sé qué extensión tendrá en página de word, pero no creo que pase, la totalidad de las notas, de 25 o 30 páginas...
ResponderEliminarTambién pretendo yo llevar a cabo una lectura específica, intentando responder a esta pregunta: ¿Este caballero, don Quijote, que tan ufano proclama "yo sé quién soy", tiene interioridad?
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