Los que, de verdad, no descansan nunca, son los tontos. Eso sí que es deprimente.
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La voracidad con la que los despernados por el mucho andar -especialmente si tenemos las rodillas como una bolsa de calderilla- tomamos el t...
Los que, de verdad, no descansan nunca, son los tontos. Eso sí que es deprimente.
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