Los clásicos odiaban el cocido.
–Vendrá a mi casa... Le convido a un cocido en familia –dijo a donEugenio d’Ors, que bajaba del tren en Zaragoza, un maño castizo que lo esperaba en el andén.
Y D'Ors murmuró para sí:
–Las dos cosas que más molestan: la familia y el cocido.
Con el señor d'Ors tengo un problema, nunca se cuando habla en serio.
ResponderEliminar... La persona a quien iba recomendado me atendió cumplidamente, y como yo le expusiera mi ferviente deseo de conocer París en las pocas horas que había de estar allí, me llevó a un cabaret de estilo español llamado La Feria, donde me pasé la noche bebiendo manzanilla y alternando con cantaores, guitarristas y bailarines flamencos. Esto me ha pasado frecuentemente. Recuerdo que al desembarcar en La Habana me acogió con grandes extremos un español admirador mío, que se obstinó en llevarme a su casa para convidarme a comer el cocido más auténtico del mundo. Se ofendió mucho cuando le dije que yo había salido de España y estaba en América jugándome la vida en las plazas de toros precisamente para no comer cocido. No volvió a saludarme
ResponderEliminarde "Juan Belmonte, matador de toros" de Manuel Chaves Nogales
Esto lo tiene que leer Ruiz Quintano
EliminarPara romper la homogeneidad de los denuestos, y sin ignorar que Pitágoras le tenía enemiga a las legumbres, quiero defender el cocido, antaño olla podrida, como uno de los platos más sabrosos, nutritivos y estéticos salidos de los fogones de España. Añado el potaje de garbanzos con espinacas frescas, bacalao y su generosa ración de comino, adecuadísimo para los tiempos que se avecinan. Capitán, mande firmes: ¡Viva el garbanzo! ¡Viva!, vibra la tropa antes de romper filas y dirigirse al comedor.
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