Una iglesia convertida en librería. A mi parecer conviene tomarse estas metamorfosis en serio para entender alguna cosa de la relación entre el hombre y lo sagrado. Antes había dos grandes libros sagrados, la Biblia y el Corán. Ahora hemos beatificado el libro, convirtiendo a las bibliotecas en expendedurías de gracia santificante, poniendo así, de nuevo, de manifiesto que el ateísmo es sólo el plural de Dios. Hay mucha gente que cree, con una fe tan sencilla como la que nuestros abuelos depositaban en las imágenes de los santos, que leer nos hace mejores, nos proporciona un valor moral añadido... o que, al menos, como el agua bendita, nos protege de no sé qué males.
Encara hi ha molta gent que repeteix allò de què llegir ens fa lliures (???)
ResponderEliminarSospito que bàsicament llegint per confirmar els nostres prejudicis.
EliminarBook store es llibreria, no biblioteca...
ResponderEliminarTiene usted toda la razón. A según qué horas o debería escribir nada.
EliminarGracias.
Realment perplex amb el darrer paràgraf ... no sé si demanar ajuda a un psicòleg ?????? o potser al Cioran .
ResponderEliminarHay un detalle elemental que, extrañamente, nadie menciona. Se habla de leer, pero leer ¿qué?
ResponderEliminarEs como si se afirmase que comer es bueno o es malo, sin que importe qué se come.
Efectivamente, Antonio, a eso me refiero: hemos santificado el libro y la lectura, como si cualquier lectura o cualquier libro, por el mero hecho de serlo, ya fueran valiosos.
Eliminarsempre tinc el dubte de si l'aigua és 'bendita' o 'beneita'.
ResponderEliminarPor lo que hace los sacerdotes del libro, a veces no hay forma de librarse. Los mismos que desprecian a Messi por no leer, se ríen de Guardiola porque va de leído.
ResponderEliminarLos sacerdotes del libro. A veces lo utilizan como algunos iluminados cristianos el crucifijo, para castigar a pecadores a cristazo limpio.
EliminarEn su libro "El mito de la cultura", Gustavo Bueno expuso la tesis de que este mito es una secularización del Reino de la Gracia. El caso de esta librería parece una confirmación en toda regla de la tesis de Bueno.
ResponderEliminarEfectivamente.
EliminarSí, los efectos secundarios de algunas lecturas las convierten en una suerte de medicamento más apocalíptico que el Roacután, cuyos daños colaterales son la más siniestra novela de horror que haya leído nunca. ¡Cuántas familias alemanas organizaban sus veladas en torno a la lectura de pasajes del Mein Kampf...!
ResponderEliminarEn Brighton vi que habia no pocas iglesias dedicadas a otros menesteres: bares, salas de exposición, invernaderos... La Gracia es anfitriona, por lo que se ve, sin prejuicios.
A mí me gusta esta rehabilitación. Debe dar gusto hojear libros en este sitio.
ResponderEliminarPor cierto, la librería La Central de la calle Elisabets, en Barcelona, se halla en una iglesia tardo-gótica -donde, don Goyo, recuerde los cafés que servían (y que ya no sirven).
Eso si, una profesora iraquí se sorprendió mucho -y desagradablemente- cuando vio el uso al que se había dedicado este espacio otrora (o no) sagrado.
Cada vez tengo más claro que no hay manera de librarse ni de la fe ni del pecado.
EliminarA día de hoy leer no nos hace mejores, pero sí diferentes. Y no sé qué es peor.
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