1. Lo estimulante de hablar con personas inteligentes es, entre otras cosas, que gracias a ellas acabas descubriendo que las conclusiones implícitas en los razonamientos que tan vehementemente defiendes no siempre son coherentes con las premisas que tan vehementemente aceptas.
2. Lo frustrante de hablar con personas inteligentes es, entre otras cosas, que gracias a ellas acabas descubriendo que las conclusiones implícitas en los argumentos que tan vehementemente defiendes no siempre son coherentes con las premisas que tan vehementemente aceptas.
3. Lo que se muestra estos dos casos es muy diferente. En ambos descubres que no sabes a dónde vas cuando dices que quieres ir de A a B, pero lo descubres de manera muy distinta.
4. La diferencia entre las personas inteligentes del primer caso y las personas inteligentes del segundo no reside en su inteligencia, sino en el aprecio que sientes hacia ellas.
Cuando estoy entre personas inteligentes o no lo más inteligente es no participar, sólo escuchar de forma un tanto boba, quizás sea luego eso lo más inteligente, no sé.
ResponderEliminarMuy cierto. Lo que pasa, también, es que con el tiempo relativizas mucho la inteligencia, la tuya y la de los otros.
ResponderEliminarJ.G.: Soy demasiado curioso como para limitarme a escuchar. ¡Lo que daría por tener a Heidegger en una sobremesa!
ResponderEliminarJúlia: ... inevitablemente uno recuerda aquellos maestros que decían "este chico promete"... y constata lo que ha dado de sí la promesa hablando con los otros y, especialmente, leyéndolos. Los hay, los hay muy inteligentes que han llegado hace tiempo a donde tú ni siquiera sabías que querías ir.
ResponderEliminarA veces, querida Júlia, esa inteligencia se pone de manifiesto en el uso preciso del lenguaje. Es tu caso.
El poeta español más adito a la inteligencia fue Jun Ramón Jiménez. Suyo es ese hermoso verso: "Inteligencia, dame el nombre exacto de las cosas". Si bien más tarde escribió un poema, "El nobre conseguido de los nombres", donde se riza el rizo del don de la inteligencia. Con todo, JRJ fue una persona de trato imposible, inabordable desde la vertiente emocional.
ResponderEliminarLa relación entre aprecio (emocional) e inteligencia es compleja, tanto que muchos desengaños proceden del abismo que hay entre la claridad deslumbradora de la inteligencia cuando lo es de verdad, y no meramente una pirotecnia verbal, y la frialdad diamantina de quien la posee.
A menudo he experimentado que los límites de mi mundo son los límites de su lenguaje, por eso me aferro a cuaquier elogio de la sabiduría popular, como si fuera mía.
Juan: Una conocidísima tesis de Ortega sostiene que el amor es un estado de imbecilidad transitoria,. No lo dice peyorativamente, sino como alabanza. Cando estamos enamorados concentramos toda nuestra atención sobre aquello estricto que focalizamos y el resto del mundo queda en penumbras, por eso nos cuesta movernos por el mundo con soltura cuando estamos enamorados. A cambio, la concentración permanente de toda nuestra capacidad atencional en la persona amada nos permite descubrir en ella aspectos que sólo bajo la luz del amor se iluminan (Platón ya hablaba de la clarividencia de la mirada erótica). La agilidad mundana requiere, por lo visto, un cierto desamor que permita la pluralidad de la atención. He pensado con frecuencia que las personas inteligentes (esto de lo descubrí tratando con superdotados) son capaces de concentrarse en la mecánica de la caída de una gota de agua con tal intensidad que el resto del mundo desaparece, pero a cambio de la intensidad de su concentración les acaba descubriendo el lenguaje estricto de la gota, son sus fórmulas respectivas.¿Quizás la inteligencia elevada sea un signo autista de desadaptación vital? Pienso ahora en quienes sre ríen de aquellos que sólo saben hacer una cosa cada vez...
ResponderEliminarQuizá necesitaríamos un Sócrates que diseccionara qué es la inteligencia porque, desde luego, haberla hayla, y es extraña y rara, sobre todo, porque escasea, y cuando aparece brilla, deslumbrante. Por eso, probablemente, genera los odios y envidias más profundos y devastadores (pienso en Stalin ante Trotsky, por ejemplo). Otra cosa es toda la amplia gama de habilidades intelectuales que poseemos el común de los mortales.
ResponderEliminarY lo más extraño de la inteligencia es que no es un salvaconducto hacia la entereza y la grandeza humanas (?). Sigo pensando en Trotsky.
Parece que a los padres nos les han gustado los 'progress leaders'.
ResponderEliminarhttp://www.dailymail.co.uk/news/article-1347213/Labours-24m-showpiece-school-closes-2-years.html
Claudio: ¿Qué pasaría aquí si los padres tuviesen una real posibilidad de elección?
ResponderEliminarLOla: Sóocrates es, efectivamente, la clave. Los asuntos humanos son sui generis de tal manera que una verdadera inteligencia de los mismos debe, en primer lugar, conocer la extensión de su propia ignorancia. Si esto es así, un razón separada de la prudencia no puede ser una verdadera razón política.
ResponderEliminarSobre alumnos e inteligencia, a menudo recuerdo a mi querido señor Llopis, gran profesor de la tan criticada Normal de mis tiempos, que siempre repetía, cuando se hablaba de la mala escuela que teníamos:
ResponderEliminarA pesar de todo, los niños aprenden...