Un atardecer de la pasada primavera subía yo apresuradamente por Joaquín Costa y para esquivar a dos niños que estaban jugando a estrellar un balón contra una persiana metálica, me di de frente con dos borrachos que doblaban abrazados la esquina de la calle Ferlandina. “No quiero que te vayas –le decía uno al otro–, si te pasa algo soy lo único que tienes”. E inmediatamente entré en el Lletraferit a tomar nota de lo oído. Podía haberme acercado hasta el Negroni, un poco más adelante, donde sirven unos cócteles excelentes, o haber entrado en Casa Almirall, que siempre me ha parecido la mejor taberna modernista de Barcelona, pero entré en la librería-cafetería Lletraferit y al rato salí con un libro bajo el brazo, S. o la esperanza de vida, algo así como una novela libremente autobiográfica de Alexandre Diego Gary, hijo de dos padres inmortales y suicidas, el novelista Romain Gary y la actriz Jean Seberg, musa de la nouvelle vague. Al leer el libro, aquella misma noche, comprendí que no era casualidad que apareciese varias veces el adjetivo catalán “lletraferit” en el relato.
Pocos días después cruzaba el umbral del Lletraferit con la ingenua pretensión de entrevistar a su propietario, Alexandre Diego Gary, buscando información para este artículo. Eva, la chica que parece gestionar el día a día del establecimiento, me aseguró que no podía ser. Alexandre Diego residía en París y no venía nunca a Barcelona. Al abandonar, defraudado, el local descubrí de refilón el reflejo de mi cara en el cristal de la puerta de entrada y me sorprendí por lo mal que me había recortado las patillas. Así que entré en la peluquería Rulo, donde una lituana muy guapa, Irina, me dio dos tijeretazos certeros que no me quiso cobrar y me dejó con una simetría impecable. Ahora cada vez que paso por allí entro a saludarla, porque al Rulo se puede ir también a hablar por hablar. Al pasar de nuevo frente al Lletraferit vi a Eva hablando con alguien en la barra y comprendí que me había mentido. Intenté volver a hablar con ella, pero había demasiada gente y mucho movimiento. Se inauguraba una exposición y un poeta urbano estaba recitando.
El miércoles de la semana siguiente, a las seis en punto de la tarde estaba de nuevo en el Lletraferit. Eva me reconoció que Alexandre Diego reside en Barcelona y pasa con frecuencia por el local. Pero que no concedía entrevistas y ella no podía contarme muchas cosas porque llevaba muy poco tiempo trabajando. Pensé que cualquiera de aquellos clientes sentados en los sofás podía ser el hombre que buscaba. Abandoné el local convencido de la imposibilidad de escribir este artículo. Decidí recluirme en el Almirall, un poco como venganza contra Gary, pero me detuve en el cruce con la calle de la Paloma, al ver un cuadro recién pintado, de grandes dimensiones y de indudable calidad que alguien acababa de colocar junto a los contenedores de basura. Llevaba esta inscripción: “El arte es basura”. Un hombre aproximadamente de mi edad, que había salido del Lletraferit detrás de mí, me dijo señalando el cuadro: “Es del Pájaro. Hace cosas así y las deja junto a los contenedores, aparentemente abandonadas”. “Me parece muy bueno…”, le dije. “Sí que lo es –me contestó–. La policía suele llevárselo todo… no sé para qué. Vive por aquí”, me dijo, mientras hacía un gesto vago. Y yo, que me proponía buscar a Alexandre Diego Gary, decidí en aquel momento intentar localizar al Pájaro, quizás el artista más singular de Barcelona.
En La Rosa de Foc, la librería anarquista del número 34, no tenían ni idea del Pájaro. Tampoco sabían de él en Foto Isa. Ni en el P-H-R, un locutorio frecuentado por emigrantes del barrio, donde se sorprendieron de que acudiera a ellos con esta excentricidad. Más excéntricos me parecieron a mí sus carteles: “Enviem i recivim fax. Nusaltres parlen ingles. Es fan currculums”. También me miraron con desconfianza en la Colchonería Líder. En The dog is hot creyeron que les estaba tomando el pelo. Un poco cansado volví a pasar una vez más frente al Lletraferit. Desde la calle de la Paloma veía las grandes cristaleras y los clientes del interior, bebiendo, leyendo, hablando. El cuadro seguía junto a los contenedores y yo recordé unos versos que escribió Ramon Farrés: “No hi ha ningú darrere els mots: / finestra, espai, música, jo. / Dir el que no veig, l’estela / de mi mateix, silenci. / Darrere els mots no hi ha ni Déu”. Tuve que arrimarme a la pared para dejar paso a un hombre que arrastraba un carro de la compra y de esta manera me enfrenté cara a cara con la foto de Mariz Molina Pérez. Al pie de de la foto había este texto: “Próximamente en programa TV ‘Cántame una canción’. Todo un orgullo para nuestra comunidad filipina”.
Del Pájaro, sigo a día de hoy sin saber nada. Tampoco he conseguido entrevistarme con Gary. He llegado a pensar, incluso, si no será una invención de Joan de Sagarra y de Enrique Vila-Matas. Alguien, a quien tengo por bien informado, me cuenta que Alexandre Diego no tenía que haber nacido. Jean Seberg tenía un contrato con Hollywood que le prohibía quedarse embarazada y tuvo que venir, casi clandestinamente, a Barcelona en 1962 para dar a luz. Pero como no podía nacer, por exigencias del contrato materno, se falseó su partida de nacimiento, donde se asegura que nació en 1963. O sea que sus documentos de identidad no son de fiar. De hecho, todo en su familia es un poco brumoso. Su padre, Romain Gary, se llamaba en realidad Roman Kacew y ganó dos veces un premio que, de acuerdo con las bases, sólo se le puede conceder una vez a un escritor. Me refiero al Goncourt. Pero él lo ganó con dos seudónimos, el de Romain Gary y el de Emile Ajar. Kacew-Gary-Ajar había nacido en el seno de una familia judía procedente de Lituania. Lituana es también la chica que Alexandre Diego conoció en el Schilling de la calle Ferran, y que ahora es la madre de su hija. Y lituana es también mi peluquera preferida.
Cuando Alexandre Diego Gary abrió el Lletraferit, el 8 de marzo de 2003, quiso realizar uno de los sueños de su madre, que en sus últimos años había fantaseado con abrir un restaurante en Barcelona.
En Barcelona Metrópolis
Añado a las 13:25:
Ferran García me proporciona la dirección de FRANCISCO DE PÁJARO (ahora ya sé su nombre completo). Échenle una mirada y juzguen ustedes su genialidad.
Casualidades, acabo de pedir el libro de Gary al Círculo de lectores.
ResponderEliminarSé que no es una prueba concluyente, pero en la revista del Círculo hay una foto de un señor de muy buen ver en el Lletraferit, con unos ojos azules sin duda heredados de mamá.
A ver el libro... Lo vendían con una cita que me atrajo: "Os debo respeto, pero ahora hablo yo" (más o menos)
Otra casualidad. Hace poco añadí a mi colección de necrológicas del Telegraph, me pareció que ése era su lugar, este resumen de la biografía de Gary, hecha por el autor del libro.
ResponderEliminarIgual le interesa.
http://www.telegraph.co.uk/culture/books/bookreviews/8125871/Romain-Gary-au-revoir-et-merci.html
Lola, Claudio: El hecho, reiteradamente constatado, de que estemos unidos por las casualidades permite crear entre nosotros un lazo para el que hay que buscar nombre.
ResponderEliminarLa historia del padre es para no creérsela, la de la madre es, en cierta forma, demasiado creible, y la del hijo... es la historia hecha carne.
Otra casualidad: Mientras escribía este artículo estaban representando en el Teatro Goya "La vida por delante".
"Es el 'hazar' (perdonadme el atrevimiento de esta hache intempestiva)el presente continuo del verbo 'hacer'?
Brillant
ResponderEliminarAmy Chua (World on fire) y las mamás chinas.
ResponderEliminarhttp://online.wsj.com/article/SB10001424052748704111504576059713528698754.html
rA: Despéus de las broncas que me ha echado usted últimamente, le agradezco su lacónica felicitación.
ResponderEliminarDespéus_ después.
ResponderEliminarClaudio: He devorado el artículo y ahora lo estoy digiriendo y rumiando. Cuando hablo de estas cosas siempre hay algún listillo que me dice: "pero eso es en China", sin darse cuenta de que sus hijos tendrán que competir en un mundo globalizado con los chinos por los puestos de trabajo.
ResponderEliminarhe leído un articulo en La Vanguardia de uno que no me suena de nada pero muy bueno , muy bueno :)
ResponderEliminartambién pienso que brillante esta entrada, hay que ver cómo trabaja los artículos en este caso para esta revista..
El pájaro éste, tiene una mirada parecida al Bansky
me voy a estudiar.. digo a hacer paperinas..
No hace mucho, acaso medio año, entrevistaron a Gary en El País y contó retazos de su historia. Por otro lado, el del Pájaro, he visto con admiración total la obra pictórica de ese ser de mirada goyesca que, como le he dejado dicho en su blog, acabará, si su sentido común no lo remedia, colgado en la Tapies, el Miró o el Caixaforum... Hacía mucho tiempo, desde los impactantes dibujos de Grosz y muchos cuadros de Dix, que no veía una denuncia social de tanta envergadura imaginativa. ¡Gracias por la labor detectivesca Gregorio! Veo que te mueves bien por mis barrios... Yo vivo al lado del Goya y en la calle Joaquín costa había en ese illo témpore de nuestras batallitas, un restaurante barato que servían unas paellas en unas paelleras individuales que, a pesar de sobrarle sepia por los cuatro costados, tenían un sabor de estrella Michelin obrera... Cieguito me he puesto yo ahí en los años mozos.
ResponderEliminarA la calle Joaquín Costa llegó mi abuela hará cosa de un siglo. Venían ella y su hermana a Barcelona dispuestas, me dijo, a no tener que casarse con ningún payés de su pueblo, por allí por Tarragona.
ResponderEliminarEn esa calle abrieron las dos, escoltadas temporalmente por un hermano, un colmado en el que un buen día se presentó un vendedor de balanzas que también había huído, en su caso de un pueblecito burgalés. Acabó siendo, entre otras cosas, mi abuelo.
La de cosas que te vienen con sólo oir nombrar una calle.
Susana: A mi tampoco me suena mucho.
ResponderEliminarJuan, Claudio: Se comía barato en la calle Joaquín Costa. Y para mi gusto en la época (hace treinta años), bien. Los menús del Centro Aragonés eran asequibles, aunque de raciones no muy generosas. Y recuerdo un restaurante de mesas largas en las que te ibas sentando según iban quedando sitios libros...
ResponderEliminarHabía también, al final de la calle un restaurante muy pequeño en el que podías pedir un huevo frito, que había días que era lo único que comía. Lo digo con más melancolía que pena. yo.
Juan: El Pájaro me parece un tipo no mayor, sino muy mayor. Un auténtico fenómeno, muy, muy bueno.
ResponderEliminarNada, solo quiero decir que a estos "hazares" i cauualidades yo lo escribo mayusculizado: Casualidades. He tenido incluso que abrir un tag de ellas.
ResponderEliminarTema inefable creo.
Hace 2 años vivía yo en Barcelona, ahora ya no, vino mi madre a visitarme y la llevé al Lletraferit. El sitio le gustó y removiendo un poco los libros nos dimos de bruces con "La vida ante sí". En el intento de su compra averiguamos de quien era propietario el local y la historia. Compramos el libro posteriormente en otro lugar y más tarde la biografía de que hablas. La biografía fue prestada y no devuelta y este artículo me lleva a pensar que quizá sea el momento de recuperarla. Gracias por recordarnos que el azar es una poesía sin escritor. :)
ResponderEliminarCriteri: El azar es lo que se presenta de repente, sin previo aviso, y gracias a su aparición nuestra biografía tiene una cierta intriga y, sobre todo, nuestro futuro es indefinido. Me atrevería que lo que de verdad nos singulariza es la relevancia de lo azaroso en nuestras vidas.
ResponderEliminarCafé y pastas: Te digo lo que a Criteri. Me imagino que los dioses están blindados contra el azar y los animales, contra la conciencia del azar. No es nuestro caso.
ResponderEliminarEs obvio que el sr Francisco de Pájaro no es pintor.¿Un genio? no se
ResponderEliminar¿un artista? no se.
Tengo la vaga intuición que el podría expresar (porque quiere expresar) lo que quiere en una narración corta-media, de dos o, como mucho, tres folios.¿Es posible un arte del grito?¿ Un arte didáctico?¿Un arte que quiere salvar el mundo?¿Un arte tan preocupado por los otros artistas?
¡Qué provocación su "es obvio, don cara conill! Pero me tengo, que me pierdo..
ResponderEliminarEn esto del arte antes de hablar de nuestros contemporáneos, que siempre necesitan unos cien años para reposar; es mejor para que cada uno sepa de que arte se habla de citar a tres o cuatro muy desaparecidos .Que si los hermanos alemanes Da Vinci- Durero, que si el francés Caravaggio, o Mozart, Jan Van Eyck,...... algunos desaparecidos sin mas y algunos mas vivos que nosotros.
ResponderEliminarMe parece genial tanta fuerza .Quiero conocer más sobre este artista; Luri ¿DÓNDE ESTÁ AHORA EL ARTE Y LA filosofía? no estará entre cartones?
ResponderEliminarYo también quiero saber más de él, klepsidraes, pero no hay manera de localizarlo. Me imagino que todo -el arte, la filosofía, la literatura, etc- está donde tiene que estar... pero quizás buscamos por lugares equivocados.
ResponderEliminar¿He de tener miedo? arte fuerza ¿Hay un arte de ahora y de antes?
ResponderEliminarQuiero saber la hora, minuto y segundo y .....en que un arte pasa de ahora a antes.¿El arte es un yogur a punto de caducar?.Hay que esperar que entre cartones esté un artista
¡Bravo! una gozada de relato.
ResponderEliminargran prosa
Y gracias por lo del Pájaro. Las fotos de su obra y los videos en Youtube son estupendos.
Lectura obligatoria y precisa "Nunca fue tan hermosa la basura" de José Luis Pardo. De nada
ResponderEliminarAh! es en extremo curioso que en el suplemento cultura/s,de LV, en la página 14 hay un escrito sobre un creador, el pintor Ramón Gaya Pomés. Una página...y esta bien.
ResponderEliminar¿Nadie dice nada de este suplemento?
http://www.bcnweek.com/review94.html#review1
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