"Un cínico, a lo Diógenes, que contemplase desde cierta distancia el funcionamiento de la democracia -dijo Memónides de Moronea a sus discípulos- podría llegar a pensar que ésta consiste en sustituir a los gobernantes que durante una o más legislaturas han ido aprendiendo de sus errores lo que era el arte del gobierno, por inexpertos idealistas convencidos de que, puesto que les sobran las buenas intenciones, no tienen nada que aprender."
Un hombre sensato, por su parte, pensaría que la verdadera democracia (gobierno del pueblo) consiste en que el gobierno tenga el menor peso posible para que el pueblo pueda actuar sin cortapisas, pues por su propia consistencia, ningún gobierno puede ser ejercido por una multitud.
ResponderEliminarEstados grandes, democracias pequeñas.
Le envío un artículo del Expansión
ResponderEliminarhttp://www.expansion.com/2010/12/20/entorno/1292884535.html
Ya lo decía ud., pero ahora también los economistas.
Eso que Vd. dice, ¿ha pasado?
ResponderEliminarEs presente continuo, don MLL. Justo cuando un gobernante aprende la lección principal de la política, que es la de del arte de sobrellevar la decepción, le cortamos la cabeza. Gobernantes así no nos sirven, nos deprimen.
ResponderEliminarSin duda, aunque también se puede decir que justo cuando se ha maleado definitivamente y ha tendido bien tendida su red clientelar y de facciones se le cambia o se eternizará en el puesto, y ya se sabe que toda célula en el poder antes o después tiende al desarrollo cancerígeno.(La metástasis es el Imperio)
ResponderEliminarDe todas formas, aunque de facto funcione, igual que Aquiles alcanza a la tortuga, la idea democrática, es decir, el "gobierno de los gobernados" es un absurdo completo, pero de ahí deriva su encanto y "appeal", claro. Si se presentara a secas la cuestión, es decir, gobierne quien gobierne ¿Cómo y cuando le paramos los pies?, la cosa difícilmente levantaría pasiones.
Dhavar: Yo es que he decidido -lo digo completamente en serio- ser generoso con los políticos.
ResponderEliminarExactamente, estamos padeciendo las buenas intenciones, y nunca mejor dicho.
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